El término filosófico “ontología” expone la relación entre un acto y sus participantes. A pesar de ser un término surgido en el siglo XVII, ya Parménides sabía que esa relación no siempre es beneficiosa, como es el caso de las instituciones y nuestro Casco Antiguo.
Cualquiera que en un arrebato de melancolía decida perderse por las calles del Casco Antiguo puede darse cuenta de que el centro se está convirtiendo en una especie de ontología; pero que para nada ha sido beneficiada por el paso del tiempo. Se podría decir que incluso al contrario, que se está convirtiendo en una ciudad fantasma dentro de otra ciudad, digna de las historias para no dormir que contaba Chicho Ibáñez a finales de los sesenta. Tanto es así, que hasta la Unión Europea el pasado mes de mayo decidió invertir fondos sociales en la recuperación de 101 viviendas; pero una ayuda de la que todavía no se han podido beneficiar los vecinos del barrio.
En el centro histórico, da la sensación de que sus edificios y calles se han quedado estancados en esa época de los años sesenta, a pesar de que en el 2007 se firmó el Plan Especial de Conservación de Casco Antiguo. Plan en el que, como nos cuenta el arquitecto Julián Prieto, se empezó a trabajar a partir de un pre‑catálogo de José Antonio García Salmones entre los años 1999 y 2000; y que fue presentado por el ayuntamiento en la Casa Luis de Morales con la recreación de una maqueta y un plano 6×6 de la ciudad. Este recogía medidas ambiciosas para la restauración y conservación tanto del monumento más emblemático de la ciudad, La Alcazaba, como de todo el centro histórico. Entre estas podemos destacar el desalojo de los cables de las fachadas de las edificaciones; la creación de aparcamientos soterrados en las zonas de la Trinidad, el comienzo de la avenida de Colón y la calle Stadium; o la creación de una gerencia exclusiva y única para resolver las dudas de los propietarios sobre sus casas objeto de protección y conservación. En definitiva, un Plan General Urbanístico ambicioso, pero marcado por la falta de entusiasmo y determinación del Ayuntamiento, o como comenta Julián Prieto, del señor Manzano; al que además se le acusa de no dejar que los edificios acumulen historia con sus reformas, como ocurrió con la demolición del “Cubo” en el antiguo hospital y actual sede de la Facultad de Ciencia de la Documentación y la Comunicación.
Pero entonces… ¿Qué necesita actualmente el Casco Antiguo para recuperar su esencia y actividad social? Primeramente, un nuevo plan actualizado con los requerimientos actuales firmados por los vecinos para la recuperación, el ocio y la convivencia del barrio. Esos requerimientos recogidos en forma de manifiesto por PROCCAB, exponen la necesidad de recuperar las más de 1.000 plazas de aparcamientos perdidos con la peatonalización de las calles o ponerle freno al inminente deterioro que están sufriendo las edificaciones y las calzadas; entre otras muchas medidas. Aunque, como dice Prieto, es igual de necesario luchar contra el “miedo” preexistente entre los arquitectos a presentar sus proyectos de mejoras por las continuas negativas que reciben por parte del Ayuntamiento, que hacer eficiente un plan de restauración y abandonar ya la concepción de la mejora a partir de pequeños proyectos. Proyectos que en ocasiones se realizan sin una identidad común y por fases, como es el caso de la restauración de la muralla de la Alcazaba. Además, destaca la necesidad de aplicar nuevos modelos de renovación similares a los llevados a cabo por el Consorcio de Mérida con la elaboración de la memoria del suelo; eliminando así, los costes extras que deben asumir los propietarios a la hora de levantar el suelo y su estudio. Al igual que eliminar las trabas y las comisiones excesivas para la obtención de una licencia de obras.
Todo esto permitiría que el Casco Antiguo pudiera recuperar tanto su vida comercial como su vida social; además de convertir a La Alcazaba y al centro histórico en un punto de referencia del turismo por su perímetro ideal para recorrerse a pie en unos veinte minutos.