José Luis Lorido se define como un «almendralejense que acaba de cumplir el medio siglo pero que ha pasado 42 de esos años en Badajoz. De madre la Calle de los Mártires de la ciudad de la Cordialidad y de padre la Calle Afligidos de la Capital Pacense. Le gusta decir que tiene lo mejor de las dos mejores localidades de Extremadura».
«Carnavalero (murguero, comparsero, artefactero y, sobre todo, amante del carnaval de calle, el de verdad de Badajoz), cófrade de la Soledad Coronada, Patrona de Badajoz, amante del rugby, la música y la familia. Padre por partida doble y marido por partida única».
¿Profesión? «Hago palabras encadenadas en COPE Badajoz y sopa de letras en cope.es». Un carnavalero que lleva nada más y nada menos que veintiséis años en COPE haciendo programas deportivos, culturales, informativos…Toda una carrera en la radio y, aunque como a todos, le quedan sueños por cumplir, no ha perdido el tiempo desde que comenzó su trayectoria: «Si uno no tiene sueños no tiene vida, pero me encuentro muy cómodo con mi trabajo actual y con mi carrera. Comencé con 14 años en una de las antiguas “radios libres”, Radio Pardaleras, presentando un programa de rock. Después de la universidad, como todos, de becario. Una época muy bonita, intentando “meter cabeza” donde fuera. Aprendes de todo y de todos. Poco a poco me fui centrando en el deporte con maestros locales como Fernando Echave, Manolo López, Juan Antonio Rodríguez y nacionales como el gran, grandísimo, José María García. Al mismo tiempo tenía tres horas diarias de música en Cadena 100, la cantera de COPE. Después tuve el placer de presentar durante varios años el magazine La Mañana junto a una de las mejores voces de Extremadura y mejor compañera, Julia Sancho. Al mismo tiempo me dieron la oportunidad de conocer la televisión en Popular TV, que comenzaba sus emisiones en Badajoz. Una ilusión para todos. La diferencia entre la radio y la televisión es que la tele es una cadena de montaje mientras que en la radio uno se siente un artesano de la comunicación. Ahora presento los informativos locales intentando llevar la actualidad de nuestra ciudad a todos los hogares, pero sin dejar de lado las nuevas tecnologías: redes sociales, videos en directo, noticias por mensajería instantánea… retos apasionantes».
Aunque no es residente del Casco Antiguo, su trabajo y aficiones giran en torno a nuestro Barrio Alto porque «el Casco Antiguo es el barrio de toda la ciudad. Me siento muy ligado, por los antecedentes familiares ya mencionados, por amigos, por la Hermandad de la Soledad a la que tengo el honor de pertenecer como miembro de su Junta de Gobierno. La Soledad es el Casco Antiguo y el Casco Antiguo es la Soledad. Sin hablar de las horas de diversión y disfrute que he pasado paseando por sus calles, sentado en sus veladores, apoyado en sus barras… y trabajando: ruedas de prensa, sucesos y sucedidos, cafés con protagonistas y clientes. El Casco Antiguo es mi vida».
Tantos años en un medio de comunicación dan para mucho, ¿cómo has visto la evolución del barrio histórico a través de la radio? «El balance lo puede hacer cualquier pacense. De aquel Casco Antiguo que nadie quería visitar al reclamo turístico que es ahora. De las calles peligrosas y solitarias a las concurridas. Esperemos que la peligrosa tendencia de abandono de negocios pueda dar un vuelco y siga siendo referente comercial para toda la región. Falta mucho y el proyecto del Campillo puede ser uno de los acicates para revalorizar algunas de las calles más deprimidas. También el proyecto de la sede de Fundación CB para dotar de otro punto de encuentro de la cultura e integración pacense. El Casco Antiguo es un ser vivo al que hay que cuidar, alimentar y, si me apuras, asear».
¿Hitos o momentos curiosos que hayas seguido de cerca en el barrio? «Yo creo que uno de los puntos de inflexión del Casco Antiguo fue la foto realizada por mi entrañable amigo Casimiro Moreno de los primeros veladores instalados en la Plaza Alta, con las Casas Coloradas y Espantaperros al fondo. Cuando el diario Hoy publicó aquella instantánea, miles de pacenses descubrieron que tenían una joya escondida en un cajón a la que había que labrar y pulir. Pero cada año está lleno de hitos. Que las murgas suban a cantar a los bares y escenarios del centro, seguir a la Esperanza en su vuelta a San Andrés, recibir al Santísimo Cristo de la Paz en la puerta del Cordero de la Catedral, Al Mossassa, el rastro de la Plaza Alta… Muchas veces lo digo: “si mi padre, que murió antes de esa inflexión, lo pudiera ver hoy, se le caerían las lágrimas como puños».
Muchas gracias.