“Cada Punto de Vista” – María Gil, PEROQMAKOKE

“Harían falta más  zonas de niños para que pudieran jugar a su aire. Castelar y San Francisco están bien pero las instalaciones a veces, se encuentran muy masificadas y se echan de menos otros lugares de esparcimiento para los más pequeños”.

Hay palabras que en la teoría resultan preciosas, pero en la práctica sin embargo, ni se ven ni asoman y cada vez que se pronuncian, un pellizco en forma de anhelo parece que se nos activa en nuestro interior. Cuando se dice eso de “conciliación”, María Gil y yo, justo antes de acomodarnos en un velador del Carmen, venimos reflexionando sobre esta cuestión porque cuando la avisé para entrevistarla, me comentó apurada que, aunque tenía muchas ganas de salir en “Cada Punto de Vista”, porque le encantaba leerlo todas las semanas, tendría que acudir con la pequeña Matilde, su niña que tiene poco más de un año. Evidentemente, le comenté que sin problema ninguno, todo lo contrario. Buscaríamos pues, un lugar donde la peque pudiese jugar fuera del carrito, tranquila y sin peligro mientras nosotras charlábamos. Eso hicimos y de paso, me vinieron a la cabeza muchos recuerdos de tiempos en los que, como madre con baja visión, debía plantearme estas y otras muchas cuestiones a la hora de salir a la calle con mis bebés. Recuerdo imaginar cientos de juegos y trucos para que no se movieran mucho de mi lado y tenerlos así todo lo controlados que pudiera. Cómo entrenábamos eso de que, cuando mamá os llame tenéis que responder siempre con un “queeeeee” o un “estoy aquí” alto y claro para que yo supiera que estaban cerca y bien. O cómo les vestía con ropa clara y de colores llamativos para verlos a unos metros de distancia y poder identificarlos. Aquí, en el caso de Celia, mi hija menor,  me acuerdo de los coleteros que le ponía en el pelo de tonos fosforitos para distinguirla de otras niñas cuando iban con el uniforme del cole. Cualquier día, le decía yo a la profesora de Infantil, me llevo de la mano a otra que no es la mía. Ambas reíamos divertidas. Ahora lo rememoro con mi invitada… Y así, Matilde chapurrea a sus peluches en su carrito y mira de vez en cuando a ese cielo tan particular de algunas calles del Barrio Alto, tan lleno de colores y señala risueña los pequeños toldos que hoy yo no percibo muy bien y solo supongo, puesto que no hay sol y la mañana aparece sobre nuestras cabezas repleta de nubes grises.

María Gil se autobautiza de esta manera porque me explica que su hermana siempre la llamó así y más tarde, llegó el nombre de su marca del que hablaremos también. La conocí en el concurso “Badajoz Pinta” mientras paseaba con su pareja y con Matilde y me explicó que era artista y que vivía en el Casco Antiguo por elección propia. Hoy la tengo sentada delante y comenzamos nuestra charla pidiéndole su autorretrato.

“Soy una chica de Badajoz, de siempre de toda la vida…resido en el Casco Antiguo, justo al lado de la Biblioteca de Santa Ana  y me dedico a trabajar para mi propia marca, PEROQMAKOKE, desde el año 2013  cuando comencé a pintar y a animarme realizando una página web y moviendo redes sociales. La verdad es que me va fenomenal. Estoy encantada y he tenido siempre una aceptación estupenda. Sobre todo por la respuesta de la gente que interacciona mucho conmigo y me llama para participar en un montón de sitios”.

Tal y como están los tiempos, me alegra escuchar estas palabras de alguien joven y emprendedora y quiero saber cómo comenzó todo desde el principio. “YIo he pintado de siempre. Estuve también en la Escuela de Arte de aquí de Badajoz, concretamente en dibujo y escultura. Además realicé en Mérida un módulo superior de Ilustración y Diseño Gráfico y ahí fue cuando retomé aún más las ganas de pintar y comencé a mover mi marca debido al proyecto que hice allí y  ya no lo dejé nunca más”.

PEROQMAKOKE suena a una marca muy personal, ya solo en el nombre. Pero además, también se dedica precisamente a personalizar objetos. Tal vez esa sea la clave del éxito de María. “Sobre todo consiste en llevar a cabo obras de personalización de cosas. Personalizo fotos  o dibujos y los estampo en diferentes superficies: tazas,  láminas, camisetas, etc. Tal vez sí, sea eso; el hecho de que se trata de algo muy exclusivo y personal lo que haga que funcione”.

María no vive en el Casco Antiguo por una casualidad, sino por decisión propia, según me cuenta. Una vez más, el perfil se repite y ya son varias las personas que han pasado por “Cada Punto de Vista” con características similares a las suyas: alguien joven con o sin pareja y con o sin hijos, que se autodefine como “artista” y que elige vivir y emprender en esta zona de Badajoz y lo hace con ganas, ilusión y asegurando que el Barrio Alto posee un encanto especial que les atrae. “Yo lo tenía claro desde que me independicé. Nunca he vivido con mis padres aquí en el Casco Antiguo pero sabía que era lo que quería en un futuro. He vivido en Santa Marina y me vine aquí porque me encanta su esencia, , sus gentes, su forma de vida. Es cuestión de preferencias y gustos: adoro este ambiente, las tiendecitas pequeñas, la facilidad para encontrar un lugar donde tomarte una cerveza, las calles, todo me gusta y por eso me vine a vivir aquí”.

Matilde se está portando de lujo pero de vez en cuando, a su manera, reclama la legítima atención que a esta edad le corresponde y en uno de esos momentos, reparo en que es una de las residentes más chiquitinas del Barrio Alto y pienso en lo que, hace algunas semanas, hablamos con Armando Mazueco con respecto a los niños y el Casco Antiguo, cuando reflexionaba sobre las salidas con su hijo Luismi y visitábamos para la foto, la zona de la Alcazaba para emitir un reclamo sobre la situación del parque y en general, sobre las pocas zonas de juego infantil que existen por aquí. De esta cuestión le hablo a la mamá primeriza que tengo sentada ante mí y me cuenta que “por ahora Matilde es demasiado pequeña pero sí que es cierto que harían falta más  zonas de niños para que pudieran jugar a su aire. Castelar y San Francisco están bien pero las instalaciones a veces, se encuentran muy masificadas y faltan otros lugares de esparcimiento para los más pequeños”.

La inseguridad también pienso que es un aspecto del que debo pedirle opinión a alguien como María, residente en el Barrio Alto y además con una nena a la que ahora acompañan a todos sitios porque es muy pequeña, pero que piensa forjar, según me cuenta, su futuro allí. “Como te he dicho yo vivo al lado de la Biblioteca de Santa Ana y por ese lugar nunca he tenido demasiados problemas. Pero sí es cierto que al volver a determinadas horas por la noche, existen puntos mucho más conflictivos que otros. Por fortuna yo nunca he tenido malas experiencias hasta la fecha”.

Para finalizar, hago que María compare la situación del Barrio e imagine un flashback desde que comenzó a vivir en el Casco hasta estos días. “YO sí que veo que el Casco Antiguo progresa. Las calles que se están renovando y las ventajas de la denominada plataforma única. Creo que sí se están fijando poco a poco en el Casco Antiguo y todo lo que ofrece; sus monumentos como  la Alcazaba y los Jardines de la Galera que es uno de los lugares que más me gustan. Soy positiva y veo que se están haciendo cosas. EL hecho de que haya gente joven aquí también resulta muy bueno porque se demuestra que creen en todas estas posibilidades. Yo me instalé aquí y no pienso moverme. Tengo calidad de vida. Todo a la mano y cerca y me encanta”.

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