Carlos Castellano, Gerente de la empresa Castellano Joyeros

“Ha  caído muchísimo el Casco, lo que pasa es que hay que resistir. Recuerdo cuando salía de los Maristas y venía a comprarme un helado a los Italianos o a Casa Catalá y aquella calle San Juan era impresionante, llena de gente, la calle la Sal también repleta. En fin, todo era diferente y ahora, lo que habría que hacer es revitalizar la zona como fuera: cuando llegue una empresa fuerte de fuera, imponerle dónde queremos que se instale y si no le conviene, pues que no se instale”.

Esa idea de dimensionalidad, de conjunto global en un todo, pero a la vez, dividido en cientos de detalles pequeños y minuciosos, constituye la maravilla que quienes podéis ver, contempláis nada más abrir vuestros ojos. Un paisaje de montaña y bosque, no tiene solo árboles y rocas; veis la forma de las nubes surcando el cielo, pájaros de vivos colores posados en las ramas y volando aquí y allá, los colores antojadizos que la naturaleza pone en una misma montaña, etc. Una puesta de sol en el mar, no solo os presenta agua y cielo; veis cómo la luz rojiza del atardecer pinta cada rincón, las gaviotas formando grupos sobre el mar, la espuma blanca saltando entre las olas, un colorido barco a lo lejos… pero no solo estas escenas de verano tan bucólicas que más de uno tendrá ahora frente a sus ojos sanos, sino todo. Toda la realidad en general para quienes veis bien, se os ofrece así. Para las personas ciegas o con baja visión, o todo es negro y se tiene que percibir con los otros cuatro sentidos, o si, como es mi caso, podemos acceder a algo residual con un resto pequeñito, no nos es posible visualizar tanto detalle. Por ejemplo, me pasa en las tiendas ya que hoy voy a una de ellas, de las de toda la vida y por eso he querido traer este ejemplo en esta semana. En la calle Obispo no me cuesta nada localizar una entrada de suelo oscuro y en la que me sé de memoria dónde está situado un pequeño y traicionero peldaño. La Joyería Castellano lleva en el mismo sitio y de la misma manera años y años. Sin embargo, para mi modo de ver resulta oscura cuando entro y solo percibo haces de luz a los lados y en el escaparate. Todo contrasta eso sí, con la maravillosa atención que recibo de sus empleados cada vez que la visito. Pero imagino siempre esto que cuento de los cientos, miles de detalles que se me escapan. Cómo me gustaría, de un vistazo, disfrutar de todo lo que tienen expuesto en vitrinas y que lógicamente y por su valor, ha de estar así, en cristales y cajas que para mis manos, solo son superficies lisas y para los ojos, se trata de maravillas que si quiero ver, tienen que sacar y ponérmelas sobre la palma de la mano. Despacio y una a una, como vemos los ciegos.

Sin saberlo, Carlos Castellano, que me recibe amable y conocedor de que debe advertirme de unos escalones que bajamos hacia un despacho, también me hace descubrir un recoveco de la tienda que, de un golpe de vista, cualquiera identifica y al menos se hace una idea de que allí hay otra planta baja. Yo, después de muchas veces en la tienda, me doy cuenta hoy de que existe. Sí sabía que más arriba había otra estancia porque, en ocasiones, he oído la voz de una empleada hablándole a otras que estaban en la misma estancia que yo y la voz venía desde muy alto.

En broma, le digo a Carlos, quien sin embargo me parece un tipo muy serio, que me he colado en ese despacho que me suena, es más bien para gente importante y grandes negocios. “Estamos en un despacho en el cual se suelen tratar operaciones más reservadas con clientes que no quieren ser vistos a la hora de hacer sus compras. Prefieren discreción o simplemente se sienten más en la intimidad”.

Como parece que de negocio tradicional va hoy la cosa, yo también me sumo a esa tradición y le pido la mía. Su semblanza para “Cada Punto de Vista”. “Yo nací en el año cincuenta y ocho, estudié en los Maristas y después en la escuela de Empresariales. AL terminar la carrera comencé a trabajar con mi padre que era lo que quería y por fortuna me ha ido bien. Lo más significativo que he vivido en estos últimos tiempos, es que a causa de la pandemia, el comercio tradicional se ha visto afectado y todo ha cambiado. Las cosas se han adelantado unos cinco o seis años. Ahora vas a las tiendas y se vende mucho por internet y los bancos también te emplazan a hacer todas las gestiones por la misma vía. Nosotros, al ser fabricantes e importadores de perlas, brillantes,  piedras y todo tipo de materia prima, pues lo que hacemos, es que  yo las voy a buscar personalmente para traerlas a un precio muy competitivo y así podemos también estar presentes en internet y ser incluso uno de los referentes más punteros. Actualmente, estamos exportando a países como Alemania, Italia, Francia, Inglaterra o Estados Unidos. Por un lado se ha caído la venta aquí en el Casco Antiguo, pero la estamos levantando con creces en otros sitios. Aunque desde luego, estamos muy tristes porque esto esté pasando en Badajoz”.

La historia de Castellano como empresa está ligada, desde sus inicios al Casco Antiguo y quiero que Carlos rememore los comienzos y haga una cronología de lo que ha sido. “La empresa se fundó en el año 1888 en la calle San Juan y de allí pasan a otro local situado en la antigua Brumel, donde se produce una discusión y se resquebrajan las relaciones. Entonces nosotros acabamos en la calle Meléndez Valdés, en otro local, concretamente en el número 35 con el taller de joyería de mi abuelo Manolo. Mis padres, por su parte, se establecen en el número 25 de la misma calle y nosotros nos venimos aquí, a la calle Obispo en el año setenta y seis. Abrimos la sucursal de San Roque que permanece abierta junto con la que está en el Carrefour “Continente”, aquí en Badajoz”.

Las joyas de hoy son quizá más exclusivas cada vez y más elaboradas. Castellano es miembro de la Bolsa de Amberes desde hace años, según me cuenta Carlos y quiero saber cómo se procede, desde que se compra una joya, hasta que se vende y cómo se consigue esa materia prima para fabricarlas. “Desde el año 2005 compramos acciones de la bolsa de Amberes y somos miembros de pleno derecho. Allí nos intercambiamos las piedras y también vendo materia prima que aquí resulta más difícil que salga.  También me dedico a traer otras piedras a España y las vendo a otros profesionales del sector, por internet o en la propia joyería. En este momento tenemos un estocaje de quince mil piedras,  todas ellas certificadas por los tres laboratorios mejores del mundo”.

Me pregunto, entonces, cuál será el tipo de joya que compramos y que nos gusta regalar aquí, en Badajoz. “Aquí llega todo tipo de público y procuramos atender a todo el mundo lo mejor que podemos. Venga a comprar un brillante de un millón de euros, o venga a soldar una cadena de plata. Pero, por nuestras circunstancias, vivimos en Badajoz donde se está en la cola de poder adquisitivo. A nadie se le ocurriría montar aquí una delegación de Rolls Royce porque no tendría éxito. Aquí se vende la joyería media o media baja. Esto no es una joyería para la calle Serrano de Madrid, pero nos tenemos que apañar con lo que hay y abrirnos a otros mercados y otras formas de venta”.

Muchísimos años de bagaje y los últimos cuarenta y cinco, situados en la calle Obispo y tomando el pulso al Casco Antiguo. Ahora, le pido que se centre en esa etapa y me haga una foto del “antes” y del “ahora”; tipo de clientela, tipo de joyas y modos de vida. ¿En qué han cambiado las cosas?. “Antes se vendía mucho la mercancía de cadenas, medallas,  sellos o crucifijos. Ahora se vende una joya mucho más elaborada y con mucha piedra de color. Trabajando sobre todo la mercancía que llega de fuera, como son los brillantes, rubíes o esmeraldas, porque la gente lo valora y lo agradece por la forma de combinar que tienen con los vestidos; el rojo con el rubí, el verde con la esmeralda y así.  Las perlas, por ejemplo, también se venden muchísimo y todo se va mezclando y marcando tendencia. Pero lo que sí es cierto, es que ha caído muchísimo el Casco, lo que pasa es que hay que resistir. Recuerdo cuando salía de los Maristas y venía a comprarme un helado a los Italianos o a Casa Catalá y aquella calle San Juan era impresionante, llena de gente, la calle la Sal también repleta. En fin, todo era diferente y ahora, lo que habría que hacer es revitalizar la zona como fuera: cuando llegue una empresa fuerte de fuera, imponerle dónde queremos que se instale y si no le conviene, pues que no se instale. Hacer postura de fuerza y llevar a la gente donde queremos y nos beneficie. La cantidad de dinero que nos estamos gastando y nos hemos gastado en el Casco Antiguo para que no seamos capaces de revitalizarlo. Lo levantamos un poco y otra vez le damos una patada para atrás. Nunca había visto yo la situación en la que está la calle Obispo ahora, que no hay ni pájaros. Hay que dar una solución y la fundamental es que si se trae cualquier cosa, que se venga aquí. Lo que no se pueden tener son sitios cerrados. Pensemos que la limpieza atrae limpieza, la suciedad y el desamparo, pues suciedad y desamparo. Por eso, luchemos por este barrio y no le dejemos al margen”.

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