Hace ya unos cuantos capítulos que comencé a escribir y vivir esta andadura por el Barrio Alto y agosto, que parece que es el mes de vacaciones por antonomasia, me da permiso para tomarme un pequeño respiro y para hacer memoria de lo acontecido en estos particulares “Puntos de Vista”; particulares porque estamos intentando buscar y escuchar inquietudes desde varios prismas y posiciones ciudadanas y todos nos aportan y nos llaman a la reflexión, pero también por ser puntos de una vista un tanto diferente: la de esta cronista que surca calles y plazas del Casco Antiguo con una cámara subjetiva bastante borrosa, ya que, como quienes nos leéis habitualmente sabréis, tengo baja visión.
Por tanto, permitidme que active el modo “flashback”, como en una peli de cine y recuerde hoy, lo fácil que me resulta la cosa, cuando me toca quedar en lugares que ya conozco de otras muchas ocasiones. El Carmen Gastrobar es uno de esos espacios y con Ignacio Sánchez Rubio ice allí una de mis entrevistas. Ir hasta allí, no tuvo demasiadas complicaciones. San Francisco, la calle de la Soledad, la Plaza Alta, Juan Carlos I o la Plaza de España resultan entornos totalmente explorados y conocidos para mi. Por ellos camino, si es que no hay obstáculos imprevistos , segura y sin miedos ni dudas. Esto sucede por tratarse de lugares habituales, rutas cotidianas en las que sabes a ciencia cierta dónde está el escalón, localizas perfectamente el cruce o predices de memoria que vas a toparte contra un muro o una farola. La sensación que tienen algunas personas que me ven transitar por estas zonas tan controladas es que veo más de lo que realmente veo. También me sucede en mi casa, mi centro de trabajo o mi barrio. Por eso, quienes vivimos con baja visión y usamos mucho y bien el poco residuo visual que nos queda, digamos que damos el pego y lo increíble, para quienes nos ven manejarnos habitualmente, comienza cuando nos acompañan a lugares desconocidos o poco frecuentados para nosotros. Entonces les saltan las alarmas porque se sorprenden cuando nos tropezamos con un obstáculo, nos chocamos contra algo o arrastramos los pies porque no sabemos cuando empieza o termina un tramo de escalones. Sin embargo, muy a nuestro pesar, nosotros nos encontramos ante una situación caótica porque nos hemos quedado sin las pocas referencias visuales que teníamos en aquellos sitios en dónde sí estamos seguros de que una mancha amarilla es un buzón de correos, como me sucede con el que hay en el lateral de la fachada del Ayuntamiento, que más de una vez, me ha servido de referencia para quedar en un punto concreto y a buen seguro, lo seguirá siendo en numerosas ocasiones más. Ese lunes, mientras caminaba hacia mi querido Casco Antiguo, me gustó pensar que aunque no conocía a mi invitado, sí tenía perfectamente localizado el lugar y dado el caso, cualquiera de las camareras me ayudarían a localizarlo.
En otras ocasiones, en muchas diría yo, es el propio invitado quien, conocedor de la circunstancia de mi baja visión y de mi misma, como es el caso de Javier Fuentes, la empatía personificada, pues salen en tu busca y directamente, te preguntan por dónde vas a venir, como sucedió cuando le tocó su turno entre sus idas y venidas a su querido Uruguay. “No te preocupes. Supongo que tú vienes por la calle del Obispo dirección hacia la Plaza”. Supuso bien, porque siempre hago ese mismo camino para llegar allí: tengo medidas las distancias, memorizo incluso hasta las propias barreras arquitectónicas que hay y, justo es de eso de lo que hablamos, nada más saludarnos, a la altura de la puerta de Diputación. Reímos y frivolizamos con lo que sería la edición de un supuesto “catálogo de barreras y obstáculos variopintos” que, como apunta Javier, cigarro en mano e ironía en mente, debería ir ampliándose con el tiempo porque cada vez hay barreras de más categorías diferentes.
Lo cierto es que los obstáculos también tienen su particular clasificación por mi parte porque, si son grises o de colores muy parecidos al suelo, no contrastan con él y por tanto el topetazo es seguro. Sin embargo, si están señalizados o se trata de, por ejemplo, esas vallas amarillas de obras o de color azul o verdes, entonces son relativamente perdonables, solo relativamente, en el caso de quienes padecemos baja visión porque se ven mejor, contrastan con el pavimento y no me las llevo por delante sino que las bordeo. De colores y contrastes reflexionaba yo la tarde de otro día en el que el sol pintaba de naranja mi querido Casco. Reflexionaba sobre la ropa y los complementos porque iba a charlar con alguien que diseña joyas y pensaba, de repente, cómo se imaginará Isabella García, una de las creadoras de la marca Esperanto Jewelry, mi mundo, mi manera de arreglarme y de tomar decisiones a la hora de llevar determinado anillo, pulsera o colgante, para cada ocasión. Junto con su pareja, se me antojan gente joven con las ideas muy claras y sin miedo a poner toda la carne en el asador en los proyectos que emprenden y además, me vuelvo a encontrar con personas que no llegan a los 35 años en esta particular búsqueda de “Puntos de Vista” en nuestro Barrio Alto, que apuestan por habitar sus calles y que lo sienten suyo. Ahora viven en la calle Muñoz Torrero y por eso, el Pepe Jerez a ella le cae a mano y para mí, es un lugar muy fácil de localizar y que visito con cierta asiduidad. Por tanto, decidimos vernos allí o mejor dicho, como bromeo por teléfono, me verá ella a mi. El buen humor jamás puede faltar porque sin él, como sin música, la vida sería un auténtico error, lo tengo claro.
Hablando de errores, mucha gente vive en el error de no pensar en sus otros cuatro sentidos porque absolutamente todo le entra por la vista. El Casco no es una excepción y nos recuerda que tenemos cinco sentidos. Pienso y siento que canta, con su música en directo en cualquier esquina que me persigue y envuelve muchas veces mientras voy o vengo de alguna de mis citas. También huele a muchas cosas distintas, sus calles, sus bares y sus tiendas. Y habla, sí habla y lo hace no solo con acento extremeño. Lo descubrí un frío pero maravilloso lunes cercano a la Navidad cuando entrevisté a Fernando Iglesias, Delegado de la ONCE.
Se notaba que era Navidad. Sí, pese a la pandemia y pese a todo y no hablaba de las luces, la gente comprando o los villancicos de San Francisco. Se notaba por lo que estaba escuchando . Por lo que escuchaba y sobre todo por cómo lo escuchaba porque delante de mí había una familia charlando con un acento gallego precioso y que resaltaba mi atención de entre otros grupos de gente que me adelantaban o se quedaban atrás en mi paseo. Hacía tan solo unos minutos también un abuelo indiscutiblemente pacense, por su forma de expresarse, le resolvía dudas sobre un juguete que llevaba en la mano a su nieto quien,, sin duda alguna venía de visita a Extremadura desde algún lugar de Cataluña. También lo descubrí por lo mismo, por su acento y esa forma tan peculiar que tienen de pronunciar la letra “L”. Cuando caminamos por la calle, a veces no evidenciamos que, además de la vista, poseemos otros sentidos como el oído o el olfato que también pueden ayudarnos y darnos muchas pistas útiles. Las personas con baja visión sabemos bien tirar de ellos cuando hacen falta y mucha gente siempre suele decir aquello de que tenemos más desarrolladas otras facultades. Mientras voy llegando a un lugar que conozco muy bien desde hace muchos años, la ONCE, situada en Ronda del Pilar, reflexiono sobre este asunto y una vez más, me repito la respuesta que suelo darle a aquellos que incluso te aseguran que admiran cómo te mueves o te desenvuelves por la vida. Es sencillo; se trata del instinto de supervivencia que tenemos todos y cada uno de nosotros. Es el “plan B”, digo yo, o algo así que la propia naturaleza nos tiene preparado: cuando no se puede de una forma, pues que nos resulte posible de otra.
Una de las personas con las que abordo este asunto profundamente porque además de que respira empatía por cada uno de los poros de su piel, asegura que le inspiro, es Mai Saki. Tenía muchas ganas de un encuentro íntimo con ella y fue maravilloso. Mai me hacía casi más preguntas a mi, que yo a ella y me fascinaba con su forma de recibir la información, de asimilarla y de “fliparlo” como ella decía. Nunca olvidaré aquella charla en la Plaza Alta. Justo antes de verla, pensaba en lo que son las cosas, mientras atravesaba la calle San Juan: “una ciega que percibe el mundo casi como manchas de colores, va a entrevistar a una artista que lo visualiza a través del objetivo de su cámara, con todo lujo de detalles, incluso crea reflejando lo que puede ver ,como una forma de vida, como una expresión, como un todo. Pero es que, además, después le haré yo misma la foto. Cuando menos, la circunstancia resulta curiosa, desde luego. Una circunstancia como tantas otras, que me están regalando tantos ciudadanos, vecinos, gentes de Badajoz y de su mismísimo corazón: su Casco Antiguo por el que espero seguir caminando mucho tiempo más. De momento, en pleno agosto, me guardo este retal de recuerdos de todo lo vivido y me lo tomo, en plenas vacaciones, a vuestra salud.
Me encanta tu arrojo y desparpajo teniendo en cuenta tus limitaciones. Excelente tu trabajo y perseverancia para lograr una Atalaya referente de nuestra ciudad. Y si algo nos representa eso es el «Barrio Alto». Te animo a perseverar y difundir nuestra identidad como ciudad milenaria y llena de historia. Enhorabuena por tu aportación.