“Actualmente, todo está como muy repartido. Cada vez hay menos bares y ahora aún peor con los horarios y restricciones debido a la pandemia. Además, los que van quedando son como muy “fashion”, no sé… parece que se ha perdido el espíritu de familia. Quedamos algunos así como el Cachito. Un lugar pequeño en el que todos acaban hablando con todos”.
La Plaza Alta, la Alcazaba, la calle de la Soledad o la Plaza de España se están convirtiendo en lugares entrañables y familiares incluso, para mí, desde hace ya algún tiempo. Hoy sin embargo decido quedarme más abajo, donde también debe considerarse emplazamiento de “Barrio Alto”, debido a su situación geográfica con respecto a la muralla, por lo menos, digo yo. Otra cosa es si realmente los vecinos y propietarios de locales de Ronda del Pilar, que es donde me dirijo, lo sienten así. Se sienten del Casco Antiguo. Esta reflexión voy haciéndome mientras camino muy segura, porque conozco de sobra la calle del antiguo Hospital Provincial, la calle de la ONCE y también, la calle del “Cachito”, un sitio, cuando menos, pequeño y singular que regenta Yolanda Molano, quien precisamente sabe mucho sobre personas ciegas o con baja visión por el lugar en el que le ha tocado situar su negocio. Tiene muchos clientes de la ONCE, los conoce desde hace años y me atrevería a decir incluso que casi sabe cuánto y cómo ve cada uno.
Yolanda lleva su bar completamente sola. No tiene empleados a su cargo y ofrece desayunos, cafés y meriendas por la tarde y se transforma en pub de copas por la noche. No para de moverse de un lado a otro y parece que hubiera más de una Yolanda en el bar. Lo mismo la escucho charlando con algún cliente en las mesas de fuera en la terraza que, dos segundos después, la oigo tomando nota de un pedido tras la barra. En eso estoy. Hace ya tiempo que he llegado pero espero paciente a que tenga un rato para nuestra charla. Justo en unos minutos cerrará hasta la tarde y podremos hablar tranquilas. Mientras la espero miro los ventanales de cristal y me doy cuenta de las luces de Navidad de todo tipo y color que adornan el establecimiento y que, como todas estas bombillitas de luz, mi medio ojo puede percibirlas y me alegro de ello un año más pese a todo. Lo que para quienes veis perfectamente, simplemente resulta tradicional y llama la atención en su justa medida, para las personas con baja visión significa un recurso que sí podemos ver y que por tanto, sí que existe. Me encanta caminar por el centro decorado e iluminado, entrar en tiendas y bares en esta época del año y fijarme en esas luciérnagas de colores, solamente y simplemente por eso, porque puedo verlas.
Yolanda y yo entramos en el “Cachito” que permanece ya cerrado para clientes y hacemos la entrevista en la barra, cada una sentada en una banqueta. Yolanda es jefa, camarera, cocinera y alma del “Cachito”, a lo mejor el secreto está en que tiene algún clon, le comento entre bromas mientras nos acomodamos. “Pues sí, Susana. Aquí estás, en el bar de frente a Puerta Pilar, en el bar rojo, que le llaman, o en el bar de Yoli. Vamos a ver a la Yoli, dice la gente…Es que se me llena la boca cuando hablo de este lugar que, para mí lo es todo. Lleva abierto cuatro años y un mes, exactamente. La idea llegó cuando yo estaba trabajando para otra persona, precisamente en un local del Casco Antiguo, donde llevo toda la vida y se me presentó la oportunidad de coger este local porque el dueño lo quería traspasar. Es muy bonito. A mi me lo parecía, vamos. La idea me gustó y después de tantos años como camarera en el Barrio Alto, decidí apostar por mí y por este sitio que, aunque muy pequeño, por eso se llama así, me parece precioso y entrañable. Tenía mucho miedo cuando empecé pero cuatro años después, con una pandemia y todo, aquí seguimos”.
Pero a estas alturas de la entrevista, mientras se le cae la baba hablando de su negocio que es su vida, aún no tenemos su autorretrato. Total que por fin, le pido que nos diga ¿quién es Yolanda Molano?. “Yolanda Molano es una loca que no se lo piensa. Se dedica a esto de toda la vida y un día me lancé. Siempre he hecho esto, hostelería y creo que ahora he conseguido formar una pequeña gran familia en mi Cachito”.
Nada, que no hay manera de despegar la figura de Yolanda de lo que es, sin duda la parte más importante de su vida. Quiero, con ella también, hacer ese flashback al pasado hacia la intrahistoria del Casco Antiguo que la ha formado y arropado tanto. “Me acuerdo del Casco Antiguo con muchísimo cariño. De un barrio alegre, lleno de bares muy de pueblino y gente entrañable. Yo venía de una temporada de trabajo en Tenerife y me hice un grupo de amigas, todas de aquí del Casco y a través de un amigo común, que iba a abrir un local, empecé mi andadura. De hostelería, yo no tenía ni idea y aprendí muchísimo. Estuve con ellos algunos años, hasta que cerraron”.
Vuelvo mis pasos sobre la reflexión de Yolanda en la que se refiere a que antes, el Casco Antiguo estaba repleto de bares y era como un pueblo y precisamente le refiero que por qué dice que “antes”. Qué cómo lo ve ahora. “Actualmente, todo está como muy repartido. Cada vez hay menos bares y ahora aún peor con los horarios y restricciones debido a la pandemia. Además, los que van quedando son como muy “fashion”, no sé… parece que se ha perdido el espíritu de familia. Quedamos algunos así como el Cachito. Un lugar pequeño en el que todos acaban hablando con todos. Eso era lo que pasaba antes en el Casco Antiguo. Tú ibas a tomarte algo y salías a la puerta del local y todo el mundo conversaba con cualquiera. Ahora el ambiente es más frío. La gente va más a su bola. No es lo mismo. Antes todo era como más sano. Creo que los bares han cambiado mucho, la verdad es que se nota otro tipo de rollo”.
En cuanto a la situación en el mapa del Barrio Alto, quiero saber la percepción que Yolanda tiene sobre si existe diferencia en tipo de público, actividades, desarrollo de la vida en general, entre la zona de la Plaza de España, la Soledad y la Alcazaba y el lugar donde se encuentra su negocio y todo lo que envuelve Puerta Pilar, San Francisco y demás. Para la propietaria del Cachito, no hay duda de que las diferencias existen. “Todo se organiza pegado a la zona donde se sitúa el Ayuntamiento. Todas las grandes celebraciones, como la Noche en Blanco, los Palomos y demás. Por eso te he dicho que yo empecé con mucho miedo porque estamos cerca, pero a la vez, estamos lejos. La gente se tiene que mover para venir aquí. Pero tengo claro que lo he logrado: he conseguido que la gente se mueva hasta aquí solo para pasar un rato agradable y verme. Que vengan a este sitio tan pequeño, en este Cachito y estoy muy contenta”.
Sin embargo, Yolanda, aquí tienes muy cerca el Teatro López de Ayala, ¿no? ¿Qué pasa con ese público?. “Si, el teatro está muy cerca pero ese es otro tipo de gente que frecuenta otros lugares. Aquí se junta otra persona con otro perfil diferente. Por ejemplo, amigos de toda la vida del Casco, vienen aquí a compartir un rato conmigo. Afortunadamente, tengo también una clientela muy fiel desde siempre”.
¿Cómo haces para dar desayunos, luego merienda tipo café y demás y finalmente las copas, y todo eso tú sola?. Atenderás a público muy diverso, porque no es lo mismo un funcionario a la hora del desayuno que quienes vienen de fiesta por la noche. “Por la mañana vienen muchos funcionarios, que antes eran más serios y secos. Ahora hemos cogido confianza con el paso del tiempo y yo los desestreso con unas risas. Sé que el café aquí significa su rato de recreo. Por la tarde vienen mamis que traen a sus niños a actividades extraescolares y algunas vecinas que se toman una copa como si estuviesen en la terraza de su casa. Finalmente, la noche es una diversa y maravillosa locura porque aquí se junta de todo. A mi no me gusta salir ni los bares y aquí vienen mis amigas a verme por lo que parece que he salido y estoy trabajando. La verdad es que me voy cada día muy contenta para mi casa y eso, hoy en día resulta todo un regalo que aprovecho sin pensarlo cada día.