«Cada Punto de Vista» – Víctor Pérez, propietario de Motel 7 Bar Club

“En Extremadura no hemos tenido ni un solo caso de rebrote que esté relacionado con el ocio nocturno. Si hemos hecho las cosas bien, ¿por qué se nos castiga?”

Desde hace tiempo, el ocio nocturno resulta inherente al Barrio Alto y es causa y consecuencia de su día a día. EN los tiempos que corren, tanto propietarios de estos locales, como administraciones, andan dando “palos de ciego”, nunca mejor dicho, por lo que a mí respecta, aunque yo los doy de ciega. No, pero bromas a parte, el dichoso Coronavirus y las posteriores medidas que trajo el postconfinamiento, aún no paran de zozobrar y como en otros órdenes de esta “nueva normalidad”, se presentan llenos de confusión, contradicción e incertidumbre. Donde alguien dice blanco, otros dicen negro y todos, de uno y otro lado, somos ciudadanos obligados de una realidad que se nos escapa entre los dedos, que no podemos manejar y de lo que al final, nadie tiene culpa a gran escala. Sí en la individualidad de aquellos que se piensan invencibles al virus, o quienes van de irresponsables, o aún pretenden llegar más lejos y se quedan tan tranquilos asegurando que ni si quiera existe.

A sabiendas de que en estos últimos días se han mantenido reuniones para pedir una nueva regulación de estas medidas y de algunos comentarios y reflexiones con varias personas a las que el tema les toca bien de cerca, vengo a recoger un “Punto de Vista” sobre esta cuestión porque, sin duda, al Barrio alto le han crecido los enanos y quiero conocer la problemática de primera mano. Por eso, aunque son poco más de las 11 de la mañana, voy a pedir que se abra un bar de copas para mí solita. No para alternar, sino para sentarme con víctor Pérez Frade de Peralta que, no, no llega a lomos de un caballo blanco ni nada de eso, pese a tener un apellido que me suena a caballero medieval o a millonario. Pero no; víctor es   uno de los empresarios del Casco Antiguo que más se está moviendo en estos días por el asunto. Tiene ganas de contarme las inquietudes que les quitan el sueño y es normal. Lo predice la forma en que me comenta por teléfono cuando fijamos lugar y hora. Una vez más, estoy ante la  puerta del Pepe Jerez porque el Motel 7 Bar Club, que es donde haremos la entrevista, está cerca, pero me resulta complicado de localizar exactamente. Despidiéndose de alguien por teléfono y absolutamente puntual, llega víctor y  ya que estamos dónde estamos pues echamos un café que es lo suyo, mientras le explico, precisamente la razón por la que de día me cuesta encontrar un sitio como ese. “Las personas con baja visión localizamos una serie de referencias visuales pero muy específicas y que resalten con el resto del entorno”, le aclaro. Cuando vamos por la noche a los pubs y bares de copas y demás, que por cierto también vamos, no somos de otra galaxia, pues tomamos como referencia el cartel o las luces de colores que, normalmente iluminan la entrada, así como la música que, pese a la insonorización y demás, siempre se oye fuera. Pero de día, al estar cerrado el local, ambas referencias se pierden y parece que directamente, el sitio se ha esfumado. De no haber quedado con víctor,  estoy segura que habría subido y bajado la calle dos o tres veces pasando por la puerta del Motel 7 sin éxito en mi misión. Por eso, mejor prevenir.

Cuando se abre la puerta sé que va a tratarse de una visita rara y “chula” a la vez porque no son las 12 de la noche y no está repleto de público y antes de sentarnos en uno de los reservados, hacemos de manera expontánea una especie de mini visita guiada que me deja claro dónde y cómo se sitúa cada cosa dentro. Cuando ves poco y entras en estos sitios, solo te haces una idea muy primaria de si son grandes o pequeños y como mucho, localizas con ayuda la barra, los baños y la puerta de la calle. No sabes nada de la decoración ni de la distribución y te pierdes mil detalles. Ahora se lo explico todo a mi entrevistado y ya se da cuenta de que la luz de la entrada podría intensificarse un poco para ayudar a acceder y demás. Me ha pasado como en otras ocasiones: veníamos del exterior y al entrar y estar todo tan sumido en la oscuridad, me he quedado ciega pero del todo. Mientras buscamos un sitio para sentarnos y vamos charlando, víctor pone música ambiental y sin participar de la elección, la suerte me sonríe: los Eagles. Además, los verdes, azules, amarillos y rojos de las luces del bar, ya los va percibiendo mi retina que quiere acostumbrarse lo más rápidamente posible a la nueva situación.

Empresario del Casco Antiguo pero también una persona muy comprometida con el sector de la hostelería. Así se me antoja describir a víctor  Pérez, al que  le pido su autorretrato como ya es tradición en “Cada Punto de Vista”. Se dibuja como “un hostelero que lleva en este mundo desde el año 2004, cuando comencé montando aquí un local que llamé Cuatro Gatos en la calle Zurbarán. El barrio me enamoró por ese encanto especial que tiene. El Casco Antiguo lo defino como un pequeño pueblo en el que todos nos conocemos. Ya no podría vivir en otro sitio”. Haciendo intrahistoria, rememora los tiempos en los que empezó. “EN el Cuatro Gatos solo había sitio para diez o quince personas pero en la calle teníamos un montón. La idea cuajó y tuve mi primer local de copas, aunque lo que yo quería era poner música”. Tras un periplo de aventuras con otros negocios en la barriada de Valdepasillas,  vuelve al Casco Antiguo, esta vez con el “Movie”, un local temático basado en el cine que tuvo mucho éxito. “Mas tarde lo que es actualmente Aftasi Club y el año siguiente Samarkanda  y ahora Motel 7”. Que, por cierto, aclara que en estas fechas permanece cerrado al público y quiero saber el motivo. víctor lo tiene claro y aboga por tomar esta decisión ante la duda. “Igual que fuimos los primeros en cerrar antes de que saleira el decreto por pura responsabilidad, entendemos que hay que seguir así. Hicimos un amago de abrir en julio y la respuesta de los clientes fue muy diferente a la que esperábamos. Tal vez, hicimos una lectura errónea pensando que la gente los fines de semana se iba a quedar por aquí, pero se marchan a la playa y además, son muy reacias a meterse en locales de interior por lo que así, resulta imposible económicamente”. La gente, describe víctor se ha lanzado a otras opciones como “sus propias parcelas, complejos rurales o  casas de alquiler para no acudir a sitios donde puedan contagiarse y lo veo lógico”.

El corazón de la ciudad, nuestro Barrio Alto cuenta ya con  una serie de peculiaridades pero esta última, la que tiene que ver con las medidas que se vienen adoptando para evitar la propagación del virus, araña  aún más, en su opinión y la     de una gran parte de los empresarios de hostelería que viven del ocio nocturno y que tienen claro que los contagios no vienen de locales como los que ellos regentan. “En este caso, las medidas que se han tomado resultan discriminatorias con respecto a otras regiones porque en Extremadura, no hemos tenido ni un solo caso de  rebrote que esté relacionado con el ocio nocturno. Nosotros somos los primeros interesados en que no suceda. EN  el momento en el que tengas una persona contagiada, ya date por muerto . Y si hemos hecho las cosas bien sin cometer errores, no entendemos por qué se nos castiga”. Hemos sacado buenas notas en esta historia, por qué se nos quita el recreo…Además esto no viene acompañado de ningún tipo de medida de apoyo ni nada. La gente tiene una mezcla de desánimo y de indignación considerable”.

Por otro lado, si los primeros interesados en velar por que todo vaya bien en sus negocios, lógicamente, son sus propietarios, deben cumplir escrupulosamente con unas medidas de seguridad higiénicosanitarias y otras normas de civismo en sus espacios, que les roban tiempo, paciencia y dinero, como explica víctor. “Que el local esté limpio, desinfectado, que los clientes estén distanciados, todo eso. EL que tenga terraza vale, pero es que el que no la tenga, peor aún. Se ve obligado a hacer unas inversiones grandes en material y el  estrés que conlleva estar pendiente de que la gente no se levante y demás. Hay que tener para eso mucha mano izquierda y nos encontramos de todo. En reglas generales se comporta bien la gente, pero los más jóvenes se relajan más de la cuenta y cuando llevan la segunda cerveza tienes que estar más atentos a ellos”.

La no apertura de determinados locales está perjudicando también a la propia población porque, según reflexiona, quienes no van a los bares quedan en las casas particulares o peor hacen botellón. Recuerda víctor que “la gente se va a montar fiestas, a asistir a celebraciones privadas que es donde, como se está viendo, se producen más rebrotes. Pero es que además, el cierre de estos locales influye también en el ánimo de la población. La gente ha estado confinada unos cuantos meses y quiere salir a tomar algo, comer fuera y socializar. El ocio tiene un componente psicológico que es innegable”. Pero yendo más lejos y concretando sobre lo que viene sucediendo en el Casco Antiguo,  recalca que “”el hecho de que no exista actividad comercial en ciertas calles está dando lugar a un importante retroceso. Se están generando situaciones en las que vemos que proliferan los  toxicómanos que habitan en los portales de los locales. Ves gente nueva porque la calle ahora está aún más desierta que antes y lo tenemos constatado tanto vecinos como propietarios. El barrio se está degradando más aún de lo que ya estaba”.

Victor quiere dejar clarísimo que fueron los primeros en cerrar cuando empezó a verse la cara al Coronavirus, pero admite que tampoco se puede dejar de lado el tema económico y sus consecuencias. “NO nos pueden tachar de irresponsables ni de peseteros porque enseguida clausuramos nuestros negocios por pura responsabilidad.  Por supuesto lo primero es la salud, antes que nada. Pero económicamente se están viviendo situaciones dramáticas en muchas familias. Lo que queremos es que se tomen decisiones quirúrgicas que afecten a lugares concretos”.

Existe el miedo lógico en el Barrio Alto de que, una vez pase todo esto, pueda recuperarse la verdadera normalidad. Es un temor lógico y legítimo que, esperemos nunca se  convierta en una situación verdadera. En cualquier caso, dicen que la esperanza es lo último que se pierde y de eso, me consta, saben mucho en el Casco Antiguo.

 

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