“En general, la gente valora positivamente la música en la calle y les cuesta entender que sea necesario sacar una regulación en la que se nos castiga con multas de hasta setecientos euros. La música en la calle es algo muy positivo para la ciudad y nosotros sí que estamos sintiendo esa fuerza, la sensación de que no se quiere perder ni se ve como algo negativo. Lo comprobamos, tanto en la propia calle como en las redes, con los comentarios”.
Dice Friedrich Nietzsche que “sin música, la vida sería un error” y yo no puedo estar más de acuerdo con él. De hecho, me pasa que, cuando en mi camino hacia el Barrio Alto, no me encuentro con ninguno de los músicos que rondan esquinas y rincones arrojando su maravilloso confeti de melodías, parece como que me falta algo. “Hoy no canta el Casco”, pienso y lo imagino en una personificación, como alguien triste, gris y apesadumbrado a causa de una pena. Como me gusta decir siempre, el Casco Antiguo huele, tiene sabor propio y también, por supuesto canta y toca. El Casco no solo entra por los ojos, ni mucho menos y si hay algo que lo caracteriza, puesto que se ha ganado el legítimo mérito de convertirse en el Barrio de las Artes, es su melodía, las notas musicales que derraman al aire aquellos acordes de una guitarra, las teclas de un piano o la garganta rasgada de alguno de ellos: músicos cómplices del Casco, pero también del ciudadano que, como yo, los echa de menos cuando no los oye.
A Tacho, uno de los representantes del Colectivo la Hoguera, con el que he quedado en esta ocasión, no le conozco personalmente y por teléfono le empiezo a explicar que tengo baja visión, para advertirle y lograr encontrarnos en un punto determinado. Pero por fortuna, no me deja concluir ya que me asegura que sabe de qué va el tema: “yo tengo un amigo que ve muy poco y lleva unas gafas gruesas. También le pasa eso de que alguna gente se extraña por ver cómo hace determinadas cosas”. Qué alegría me entra al saber que empatiza perfectamente con la situación. Le comento que sería ideal vernos en algún lugar emblemático para el Colectivo la Hoguera, a sabiendas de que ellos no tienen una sede propia, pero que en estos días están reuniéndose y hablando más. Pendientes de esa ordenanza que afectaría a la música en el barrio y contra la que ya han alzado el lema “la Calle no se Calla”. El sol se va escondiendo en el Barrio Alto esta tarde y nos sorprende sentados en uno de los bancos de la Plaza de España que hemos tenido la precaución de que sea de los situados más lejos de la carretera y cercanos a la Catedral para que no moleste demasiado el ruido de los coches que circulan, en la grabación del podcast. Eso sí es contaminación acústica. Eso, las máquinas de obra con su estrepitoso y descarado ruido, o hasta la gente a veces dando voces y formando jaleo. Pero ¿la música? No, la música no. Tacho camina a mi lado hasta localizar el banco y reflexiona sobre este aspecto conmigo. Venimos charlando porque acabamos de hacer la foto en la fachada de uno de los garitos en donde se reúnen de vez en cuando últimamente: el Croqueburger, que yo no sabía dónde se situaba exactamente hasta que no me lo ha enseñado Tacho y mira que habré pasado veces por la puerta.
“Desde que era adolescente empecé a tocar, sobre todo rock pero luego conocí otros estilos como el jazz. Ahí sí que empezamos a juntarnos varios amigos y nos dimos cuenta de que la calle nos servía como espacio para practicar, comenzar a tener contacto de una manera en la que no estás forzando a nadie a escucharte y relacionarnos entre nosotros”. Esta es la foto que se hace Tacho, quien se me figura como un joven que dice más a través de su música y concretamente la percusión que es lo que más le gusta, que en una charla o una entrevista. Su voz me lo retrata tímido y sencillo pero con esa inquietud maravillosa de todos los artistas. Muchos de ellos, de estos artistas componen la Hoguera que Tacho define como ”un grupo de personas jóvenes con inquietudes artísticas que han decidido crear una plataforma horizontal en la que gente joven pretende desarrollar sus creaciones, no solo musicales, sino literarias o de cualquier tipo. No tenemos ni si quiera una gran línea definida , pero sí un objetivo común: conocer gente, lanzarse, motivarse, salir adelante, expresarse en distintas vertientes artísticas, conseguir apoyos, etc. Funcionamos de manera asamblearia y contamos con un pequeño organigrama para llevar las redes sociales, la agenda de los eventos que hacemos y demás, aunque ahora la pandemia nos haya parado un poco. Un lugar en donde solemos juntarnos muchas veces es el Croqueburger aunque no contamos con un espacio propio en el que podamos acoger a gente y ese es uno de nuestros objetivos de futuro; poder tener a nuestra disposición un sitio que fuera independiente con un concepto cooperativo y asociativo y que nos sirviera para recuperar, fomentar y fortalecer la escena artística en Badajoz”.
Desde la Hoguera, hablan de un espacio propio, pero también tienen claro que el mejor escenario para mostrar su arte es la calle y más concretamente esa calle que los abraza y arropa y con la que todo artista siente una especial conexión: nuestro Barrio Alto. Por esa razón y bajo la sombra de una posible futura ordenanza que dicen, puede poner en peligro la voz del Casco, ellos aseguran que “la Calle no se Calla”. De pronto, este verano, vimos que se estaba preparando esa ordenanza municipal que consideramos una amenaza hacia esa actividad que, aun más en esta época, ha servido como un apoyo económico y para incluso la salud mental de esta sociedad. El tener un espacio para poder compartir lo que hacemos y lo que vivimos de una manera segura para la gente. Por eso hemos querido, con esta campaña, que el ciudadano sepa lo que se nos viene encima y hemos decidido salir a la luz y lanzarla”.
La respuesta a esa campaña es un reclamo claro y contundente, según explica Tacho: “en general, la gente valora positivamente la música en la calle y les cuesta entender que sea necesario sacar una regulación en la que se nos castiga con multas de hasta setecientos euros. La música en la calle es algo muy positivo para la ciudad y nosotros sí que estamos sintiendo esa fuerza, la sensación de que no se quiere perder ni se ve como algo negativo. Lo comprobamos, tanto en la propia calle como en las redes, con los comentarios”.
A la pregunta que le hago sobre cuál será la razón, el por qué de querer regular este aspecto, Tacho responde que no entiende el motivo aparente. “Esa respuesta debería darla quienes hayan promovido la ordenanza. Yo, a día de hoy no sé por qué razón hay que regular nada. No consigo comprenderlo y es eso lo que estamos por averiguar desde el colectivo”. Me permito recordarle que hay personas, como el propio Javier Fuentes, Presidente de la Asociación de Vecinos del Casco Antiguo, que se ha referido a la posibilidad de ofrecer una serie de puntos concretos para que puedan tocar los músicos y unos horarios confeccionados previamente. Tacho, hablando en boca del colectivo la Hoguera, insiste en que ellos tienen claro que no hace falta. “Le hemos estado dando muchas vueltas pero no consideramos que sea preciso ningún tipo de regulación, porque no se trata de una actividad masiva ni que genere ningún problema en una ciudad mediana. Entiendo que en otros lugares lo hayan tenido que regular por la demanda de sitios porque sí aparecen altercados, pero no es el caso de Badajoz”.
Me refiero entonces, a unas declaraciones que he leído, en donde algún comerciante se queja de que le molesta el tono alto de la música, justo al lado de la puerta de su establecimiento, para interactuar con los clientes y Tacho asegura que todas esas pequeñas asperezas, se están constantemente limando con diálogo. “Puedo entender que se produzca malestar, pero la calle es grande y cuando ha habido algún tipo de problema con eso, se ha respetado y llegado a un acuerdo. Hay muchos comercios que te apoyan y te respetan y no solo aquí, en Badajoz, sino en varias ciudades europeas. Existen cientos de referentes de lugares en los que los músicos callejeros, se entienden como un valor y como un aspecto que aporta”.
La unión, hace la fuerza y en la música, adorna y enriquece la melodía. Por eso, reflexiono con Tacho, antes de concluir, sobre la importancia de que este movimiento se presente constituido por todos aquellos músicos que se sientan identificados con esta pretensión y me explica que, en estos días precisamente, se encuentran realizando una ronda de contactos. “Queremos hacer estas semanas, una serie de llamadas para conocer de primera mano las inquietudes de cada cual. Contactos individuales incluso con aquellos músicos o ciudadanos que no tocan en la calle, pero que ven positiva la idea de que esto continúe. Al fin y al cabo, nosotros tampoco representamos a todos los músicos de Badajoz, ni mucho menos. Lo que sí creo que está claro, para cerrar el círculo y volver a nuestra reflexión del principio, es que durante el día es genial que las calles cobren vida con propuestas culturales espontáneas y que se escucha mucho más ruido de vehículos y obras que contamina de una manera bastante más brusca que la música. Ojalá la calle en general y el Casco Antiguo en particular pueda seguir cantando”.