“Cada Punto de Vista” – Sixto Barroso

“Me gustan mucho los sombreros. Salen en las películas. Tienen tanto que decir de la personalidad de la gente que no sé por qué no se usan más. De hecho siempre se han utilizado y resultan muy cómodos para, como sucede ahora mismo, protegernos del sol, que tanto daño hace y tan peligroso resulta”.

Yo diría que no se trata de desconfianza, sino de precaución o supervivencia. Cuando una persona con baja visión es sorprendida en la calle por alguien que, por ejemplo, le pide dinero o le habla de una forma extraña, siempre tratará de guardar las distancias porque no podemos construirnos una imagen de qué persona tenemos delante; tal vez no, pero ¿y si lleva una navaja en la mano o pretende darnos un tirón para arrebatarnos la cartera, el bolso o el teléfono móvil?. ¿Y si está fingiendo y tras él hay otra persona para darnos un empujón o agredirnos o seguirnos hasta nuestra casa?.  No, no es desconfianza, insisto, es miedo a lo desconocido o, si se quiere, desconfianza pero legítima, al fin y al cabo.

Estos pensamientos me acompañan porque, justo en ese momento escucho la voz tan peculiar de “Peterpan”, que ahora me resulta conocida e incluso familiar, ya que siempre merodea por la zona. Pero recién llegada a la ciudad, recuerdo muy bien la primera vez que lo escuché predicar. Vivíamos en Juan Carlos I y oí aquella voz desde la ventana de mi casa que daba a la calle Obispo y me asusté. Me pareció ruda, descomunal y me pregunté a quién pertenecería. Años después, no solo “Peterpan” sino otros muchos “personajes” que transitan por las calles de nuestro Barrio Alto, ya no solo me resultan parte del paisanaje que lo forma, sino entrañables y familiares. Pero, reitero, es difícil, cuando no se ve, cuando no se percibe a unos metros con la vista lo que nos va a pasar o a quién tenemos delante, no reaccionar con miedo y desconfianza porque, desafortunadamente, hay peligro e inseguridad en nuestro camino y nosotros no contamos con todas las herramientas, al menos con el  maletín completo que sí tienen aquellos afortunados de los cinco sentidos. Justo en la esquina de la Marina hoy “Peterpan” entona a su manera el “No nos moverán” y se me antoja como una especie de reivindicación e imagino a él y al resto de personajes emblemáticos y carismáticos del Casco, en una especie de manifestación en el que ese se convierte en su grito de guerra. Indudablemente, , sin ellos el Casco Antiguo no sería tal. No sé si Sixto Barroso podría ser tildado con estos calificativos. Con él voy  a encontrarme en la Plaza del Porrina y ya me han dicho que lo reconoceré porque seguro, llevará puesto un sombrero de marinero.

Desconozco la razón pero en la Plaza y antes de llegar a la estatua del Porrina, justo cuando me disponía a sacar el teléfono para llamarle y decirle que ya había llegado, su voz resonó detrás de mí: “Susana, estoy aquí. Te he visto pasar. Sabía que eras tú”.

En esta ocasión hago primero la foto y curiosamente, me doy cuenta de que es la primera de todas en la que el protagonista aparece junto a tan insigne figura de Badajoz. Sixto lee entonces una inscripción que hay bajo la estatua y me dice :” Guerrero que vive de la voz. Nuestro Porrina de Badajoz”.

Rápidamente Sixto me hace entender que aunque yo pregunte, él es un alma libre y va a ir, literalmente a su rollo. Pero no me importa. Todo lo contrario. Yo a lo mío. A preguntar y como siempre, por ese autorretrato en el que debe contarnos quién es. “Yo soy una persona que ama su ciudad,  Badajoz y no la cambia por nada. Vivo en la calle Encarnación, que antes se llamaba calle de Aguadores. Allí estoy muy agusto. Es una zona como hecha para mí. Muy tranquila y de la que no me mudaría jamás”.

Un señor que lleva siempre puesto un sombrero de marinero. Eso me han dicho de él. “Me gustan mucho los sombreros. Salen en las películas. Tienen tanto que decir de la personalidad de la gente que no sé por qué no se usan más. De hecho siempre se han utilizado y resultan muy cómodos para, como sucede ahora mismo, protegernos del sol, que tanto daño hace y tan peligroso resulta”. Mira, hoy traigo una gorra marinera de color negra”.

Se considera de Badajoz y me insiste en que esta es una ciudad que adora. Aquí vive desde pequeño pero nació en Puebla de la Calzada. “Me encanta Badajoz y quiero mucho a esta ciudad. Por eso lucho y lucharé para que sus monumentos estén en condiciones. Poder contribuir a la restauración de alguno de ellos con mi ayuda, aunque sea mínima. Poder limpiar un jardín, una fuente. Son cosas que me conmueven”.

Desde luego, no hay cosa mejor que predicar con el ejemplo y a Sixto, ya lo hemos visto en las calles desempeñando esta labor y algunos compañeros le han fotografiado realizando estas tareas en las que reconoce que se siente realizado y tiene claro, como asegura, que los políticos deberían pensar que no supone un gran esfuerzo económico adecentar determinadas zonas y que si no se hace, apostilla, es por dejadez. “Si tú ves un sitio sucio y lleno de papeles y lo limpias, al día siguiente no está igual, sino más limpio. Sigue limpio. Esa es mi idea”.

Cuando me puse en contacto con Sixto Barroso me fijé en el estado de su Whatsapp y ponía “el último Barquero”. Quiero saber qué es eso. “Es un libro que he terminado de escribir y que narra historias que pretenden trasladar al lector a los años sesenta. Un narrador aventurero llega por casualidad a Badajoz y le suceden una serie de episodios que llevan a quien se introduzca en sus páginas al Río, al Casco Histórico, en fin, a varias zonas de la ciudad. En él se entremezclan pasajes del presente y el pasado de Badajoz y sus hechos emblemáticos así como los cambios que se han ido sucediendo”.

Durante la grabación de la entrevista e incluso antes, han saludado y preguntado a Sixto por su libro, varias personas. Reflexiono con él lo conocido que es en su entorno y le pregunto por su trayectoria en su querido Badajoz. “Empecé a trabajar de niño como Botones y más tarde, como camarero en el antiguo Aeroclub. Luego como dependiente en un concesionario y finalmente, cuando cumplí los 16 años me fui. A esa edad quieres vivir y conocer mundo. Antes no viajaba cualquiera ni a cualquier lugar. Las cosas eran diferentes. Me fui a Valencia. Recuerdo una ciudad preciosa y llena de naranjos, repleta de alegría y de fiesta. Después viví un tiempo en Torre Molinos que no tenía nada que ver con lo que es ahora y luego en Marruecos. Pero en el Marruecos salvaje y no en el moderno, como está en la actualidad que ha perdido todo su encanto”.

Finalizamos como lo hizo Sixto Barroso, es decir que, tras tanto viaje, regresó al punto de partida. De nuevo su Casco Antiguo y su calle Encarnación. Pero le pido que analice como estaba antes de su partida y cómo lo ve ahora. “Antes era un jolgorio de gentes aunque, bien es cierto que existió esa época en la que se recomendaba a la gente no pasar de la Plaza de España. Pero ahora me da mucha pena ver las calles principales con todos los comercios cerrados y arruinados. Es cierto que hay gente y que sus calles parecen más llenas y transitadas, pero a la hora de la verdad, esto es lo que es y aquí nos quedamos los que nos quedamos”.

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