“Cuando llegué a Badajoz el Casco Antiguo me resultaba familiar. Era como otro Marruecos; casas abandonadas, calles rotas y un ambiente de pobreza, en general. Yo venía del último viaje a Bilbao y como me gustaba mucho el cine y allí solía ir, pues quise visitar los de Badajoz. Fue de las primeras cosas que hice al llegar y cuando entré en los cines Menacho, me pareció estar en mi país por el aspecto y las similitudes que presentaban. Había estado en unos cines impresionantes y el contraste era enorme. Aquello tan antiguo era como un cine marroquí”.
Hoy toca encaramarme en un lugar que no visito desde que Ricardo Cabezas me llevase allí para hacer nuestra entrevista que se desarrolló en uno de los bancos de la Plaza de Cervantes. Todavía me cuesta situar San Andrés porque es de esas zonas que tengo que encontrar partiendo de otro escenario de referencia. Imagino el Casco Antiguo como un gran árbol con un tronco grueso que conozco bien y con las ramas más grandes y pequeñas, que corresponden a esas calles o plazas por las que transito menos y que tengo que buscar de manera más minuciosa. Hace ya mucho tiempo que me congratulo por ello, porque no encuentro vallas ni obras por un camino que se me hace menos laberíntico y que me permite ir dándole vueltas a la cabeza sobre otros asuntos, en gran parte, relacionados con la charla que mantendré en unos minutos. De Sidi Mohamed, solo me han hablado maravillas. Me lo han descrito los vecinos del barrio como una “buena persona, empático, amigo de sus amigos y muy culto y educado”. Quien me propone directamente que debo visitarle porque Sidi tiene que formar parte de estos particulares “Puntos de Vista”, es Luis, de la plataforma vecinal “SOS Casco Antiguo”, precisamente cuando quedamos para su propia entrevista. Desde hace tiempo, es el Barrio Alto quien viene a mí y no yo a él. Lo siento así porque los invitados elijen el sitio donde desean charlar conmigo y ahí voy yo. Pero es que, además, resulta que unos proponen a otros para que yo acuda y los conozca y se hacen la mejor publicidad entre ellos. Sin duda, es la prueba más evidente que tengo de que el Casco es una maravillosa red, una tela de araña de cariño entre sus habitantes y eso me encanta percibirlo de primera mano.
Sidi está advertido de que no veo bien y tal vez me cueste localizar la tienda, pero le llamo antes por teléfono para avisar de que llegaré en un rato. Con un acento árabe y un tono gentil, me asegura que él ya está allí y que tiene la reja cerrada porque no abre hasta las 12 del mediodía y que me espera pendiente para salirme a buscar en cuanto llegue. Así es y nada más parar ante la puerta del establecimiento ya oigo el ruido de la verja que sube y nos saludamos. Entro en un local que huele a diferentes alimentos mezclados: fruta, pan, dulces, etc. No veo muchas de las cosas que permanecen colocadas en las estanterías, sin embargo, Sidi y su forma de recibirme me hacen pensar en un comercio relativamente pequeño pero muy ordenado y limpio. Luis me ha descrito esta tienda de una forma que he tomado prestada para esta crónica: “es la plaza dentro de la plaza” y tengo curiosidad por vivir ese sentimiento de confianza que experimentan aquí los vecinos que acuden cada día, mucho más que a por el pan. Suena el ruido de las cámaras frigoríficas y hasta ese detalle lo cuida mi invitado que ya ha colocado sendas sillas, una frente a la otra que recoloca posteriormente en otra zona en la que, asegura, se va a escuchar menos el rugido de las cámaras que, lógicamente, no puede apagar. Tras los cristales fríos en los que deposito mis manos cuando hago un reconocimiento de este pequeño gran comercio, imagino zumos, leches, etc en esos envases tan poco accesibles para personas ciegas o con baja visión. Recuerdo, aunque no lo comento con Sidi, las veces que hemos abierto en casa uno de ellos y no hemos olido el contenido: alta cocina en modo irónico, cuando nos hemos encontrado vino blanco con cereales, o zumo de piña con Colacao, entre otras combinaciones, digamos un tanto atípicas y que se arreglarían con una etiqueta Braille informando de la sustancia en cuestión contenida en el envase.
Sentada ya frente a Sidi me remonto tiempo atrás, cuando él tenía la cafetería de San Francisco porque asegura que se acuerda de verme allí hace muchos años. Ciertamente y por sus modales educados y su atención hacia mí, me doy cuenta de que lo que me han contado de él es absolutamente cierto y quiero conocer de cerca su historia; la de alguien muy implicado en su barrio y querido por los vecinos. El autorretrato es lo primero que le pido, como siempre. “Soy una persona trabajadora que trato de tener una vida estable y tranquila, luchando día a día. Llevo en España treinta años desde que me vine de Marruecos. Las circunstancias de la vida me dejaron aquí, pero yo ya había estado en otros países antes, como Francia, entre otros. Sin embargo, siempre tuve la aspiración de mejorar el futuro y la situación de mi vida que en Marruecos, en aquellos tiempos, no daba para más. Tuve que salir de mi país buscando un futuro mejor. Sabía bien que si la persona estaba formada, todo sería más fácil y afortunadamente así sucedió. Me brindaron la oportunidad de conocer al Director de la Sociedad Coral de Bilbao, especialista en música clásica. Yo ya tenía contacto con la música y gracias a que soy un auténtico aficionado a la restauración de órganos, además de que canto y toco el piano, pues comencé a cantar y trabajar con ellos. Estuve viviendo en Bilbao algún tiempo y dedicándome a restaurar órganos cada vez de manera más intensa y profesional. Este cometido me llevó a viajar mucho por todos sitios, tanto por las iglesias de España como por toda Europa. Un día llegué a Badajoz porque teníamos que restaurar el órgano de la catedral, me enamoré y me quedé aquí”.
Sin embargo, ahora se dedica al comercio y la hostelería. Quiero que me hable de aquel comienzo. “Pretendía formar una familia aquí en Badajoz y entonces montamos el negocio de la Cafetería San Francisco y de ahí pasamos a una tienda de alimentación aquí en la misma plaza, aun más cerca de mi casa que antes, porque yo vivo en San Blas. Ahora lo bueno es que conozco más aún a mis vecinos, tengo más contacto con ellos que cuando estaba en la cafetería y me encuentro genial. He vivido en muchísimos sitios y no cambio por nada el Casco Antiguo”.
Ante esa afirmación tan contundente, de un ciudadano del mundo como Sidi Mohamed, tengo que pedirle que me cuente aquello que le aporta este lugar y que no lo ha encontrado en otros. La singularidad de nuestro Casco para Sidi, ¿en qué consiste?. “Para mi el Casco es un lugar incomparable. Sin quitar mérito a las otras ciudades, tengo que decir que en Badajoz descubrí algo especial. Cuando vine esto me resultaba familiar, faltaban muchas cosas aquí y parecía que estaba en Marruecos. Luego he ido haciendo mi vida y me siento pacense aunque a veces alguno me diga eso de que tú eres de donde naciste. Sin embargo llevo en Badajoz más de media vida y he descubierto mi sitio: una ciudad tranquila, pacífica, de gente humilde y encantadora. Lo de ayudar surge porque a mí, como a todo el mundo, me han pasado cosas duras en la vida y buscas sentirte bien, sentirte útil y te lanzas sin esperar. Esto lo digo porque : muchas veces nos planteamos que más adelante cuando tenga, ya daré, pero pienso que lo poco o mucho que se tenga hay que compartirlo. Me duele el corazón cuando veo a personas durmiendo en la calle. Sin ir más lejos, el otro día había un señor mayor tumbado en un banco y hacía bastante frío. Yo le bajé un caldito y una manta y no puedes imaginarte cuanto me lo agradeció. Yo sentía lo que sentía él, me ponía en su lugar y pensaba que, para mí aquello no supuso nada y él lo valoró un montón. A las colonias de gatos, que por aquí hay muchas, pues las atiendo llevándoles comida. Hay otras vecinas que lo hacen también y sin haber hablado nunca, yo sé qué colonias son las que abastecen ellas y me dedico a otras. Es como una red de ayuda pero así, de forma espontánea”.
Hablamos ahora de esta “plaza dentro de la plaza” en la que Sidi y los vecinos han convertido su establecimiento de alimentación porque, me consta que cada mañana, la gente va, no solo a comprar el pan o la fruta, sino a pasar un rato charlando. “Los clientes vienen de todos los lugares. Fíjate que por aquí pasan personas de San Roque, que está llenito de tiendas y prefieren comprar aquí. El trato hace mucho porque es personal. Conozco a cada cliente y percibo mucho cariño de ellos y mucha confianza. No les importa ni el precio ni nada, aunque yo intento cuidar la calidad precio porque ellos me responden y se lo merecen. Ayer mismo estuve enfermo con vértigos y uno de mis clientes, abrió la puerta y me dijo: “no vengo a comprar, solo a preguntar cómo estás”. Esas son cosas que valoro un montón y por las que estoy muy agradecido y me llegan al corazón”.
Enamorado de la ciudad que también lo quiere a él y le devuelve su cariño, Sidi Mohamed ha contribuido en la fiesta de la Almossassa, debido precisamente a su condición de persona árabe. “Hace muchos años, los organizadores de esta fiesta se pusieron en contacto conmigo para que cantase y participase en la obra de teatro. Aunque lógicamente, a mi me hacía una ilusión tremenda, en aquellos tiempos no pude abandonar el negocio de hostelería que regentaba, me resultaba imposible. Me decían que no conocían a ningún árabe que pudiera hacerlo y finalmente conseguí sacar el tiempo necesario y no solo canté y participé, sino que colaboré con el asesoramiento a los actores y dibujé algunas letras para que, posteriormente, las pintase un profesional. Fue una experiencia maravillosa y estuve encantado de formar parte de ella”.
Badajoz tiene mucho de árabe y me gustaría saber qué siente y cómo vive un árabe la fiesta de la Almossassa. Si realmente los pacenses somos capaces de transmitirle que está en su tierra o si él se retrotrae a través de los recuerdos hasta Marruecos. “Los olores, las comidas, ver a los comerciantes, los trajes, la gente, todo me trae recuerdos y me hace sentir como en casa aunque ya esté en casa. Pero sobre todo pienso que Badajoz debería ser aún más multicultural. Ojalá, en su historia pasada, se hubiese empapado de más culturas diversas , porque lo que sí noto, es que hay gente que desafortunadamente, no está acostumbrada a convivir con personas y costumbres de otras culturas diferentes a la suya”.
Hace treinta años que llegó de Marruecos a Badajoz para quedarse y Sidi siempre ha vivido en el mismo lugar: en el Barrio Alto. Pues bien, antes de marcharme quiero que viaje a ese pasado para describirme cómo lo encontró cuando vino y cómo ve ahora nuestro Casco. “Cuando llegué a Badajoz me resultaba familiar. Era como otro Marruecos; casas abandonadas, calles rotas y un ambiente de pobreza, en general. Yo venía del último viaje a Bilbao y como me gustaba mucho el cine y allí solía ir, pues quise visitar los de Badajoz. Fue de las primeras cosas que hice al llegar y cuando entré en los cines Menacho, me pareció estar en mi país por el aspecto y las similitudes que presentaban. Había estado en unos cines impresionantes y el contraste era enorme. Aquello tan antiguo era como un cine marroquí. EL cambio ha sido impresionante y Badajoz a avanzado un montón. Aún necesita mejorar en muchas cosas, pero es cierto que tampoco precisa de mucho más, sino cuidar lo que ya tiene, amarse a sí misma como ciudad y no perder el encanto y lo que la hace diferente al resto. Para mí, Badajoz es inigualable y todos los pacenses deberían pensar lo mismo”.