“Vine una vez en el año 2009 y recuerdo la calle Menacho repleta de gente, autobuses para todos lados, tráfico, coches, gente con bolsas y negocios abiertos y llenos. Recuerdo que hablaban de crisis y yo me preguntaba que dónde estaba la supuesta crisis porque yo no la veía. Ahora está todo mucho más decaído. Trabajamos actualmente para varias tiendas también y lo estamos notando. Se ha notado un montón el cierre de Zara. Desde que se cerró el movimiento ha bajado mucho e incluso ahora viene gente de tiendas desde más lejos porque hay negocios y comercios de aquí que desafortunadamente, han tenido que cerrar sus puertas”.
Me encuentro puntual a mi cita, situada frente al cristal del escaparate del taller de confección y diseño de moda, esperando a Renata a quien, semanas antes, mientras me tomaba medida de un vestido, le propuse participar en estos particulares “puntos de vista”, entre otras cosas por lo bien que me había hablado de ella la dependienta de la tienda donde adquirí el vestido que posteriormente ella me arregló. Ella y su madre trabajan y residen en el Casco y la chica de la tienda me aseguró que son encantadoras y que adoran el barrio y a sus vecinos. De hecho, pasan varios minutos desde que llevo allí esperando y me extraño por la tardanza de Renata y precisamente, un vecino me salva la vida, en ese momento preguntándome: “¿estás buscando a Renata?”, yo afirmo y lo que hace no ver, porque resulta que me dice: “pero si está dentro, en el taller, está la luz encendida y solo tienes que llamar a este timbre para que te abra la puerta, mujer”. Tan fácil la solución y tan absurda mi espera, como me sucede en otras ocasiones por el hecho de no ver, solo por eso. No sabía que allí había una especie de portero automático puesto que, si lo llego a saber, hubiese llevado ya un rato en compañía de Renata, quien efectivamente, me está esperando dentro adelantando trabajo y preguntándose también la razón de mi tardanza. Ciertamente, yo he acudido a su taller algunas veces, puesto que necesito ayuda para todo lo que tiene que ver con agujas e hilo, pero siempre estaba abierta la tienda y ni idea de que existiese el botón que, por supuesto, yo no había visto. Total, una vez más, soy testigo directo de cómo se resuelven las cosas, de la empatía y del espíritu vecinal y de hermandad que envuelve nuestro Barrio Alto.
Reímos y bromeamos con lo que ha pasado, imaginando lo estúpido de una esperando a la otra, con un cristal de por medio y Renata y su sonrisa constante aderezada por una dulce voz de acento brasileño me acompañan hasta una enorme estancia sin barreras y en la que huele a costuras, a telas y a cariño. No hay eco y la sonoridad, aunque ellas no reparen en ello, es perfecta porque precisamente los tejidos, las telas, son un estupendo aislante de ruidos.
A Renata, allí de pié, situada frente a mi en uno de los rincones, le pido ese autorretrato, esa foto sonora en la que nos diga, quién es Renata Almeida. “Pues soy brasileña y llevo viviendo aquí en España y en el Casco hace cuatro años. Mi madre fundó este negocio aquí hace ya quince años y ahora me encargo yo del negocio. Me siento encantada en este país, en Badajoz y concretamente en esta zona. Estoy casada y tengo dos hijos que ya están completamente integrados haciendo la vida aquí”.
Quiero que me cuente qué es lo que ella ya sabía antes de llegar aquí y la razón por la que apuesta por liarse la manta a la cabeza, dejar Brasil y trasladar su vida a Badajoz. “Desde que llegué hago vida aquí en el Casco. Vivo, compro y trabajo aquí. Mis hijos también salen y se mueven por la zona y van a un colegio próximo. Tanto mi madre primero, como yo, después, teníamos claro que este era un lugar maravilloso para nosotras”.
Le pido que reflexione sobre cuáles son las diferencias entre vivir en su país y ahora, residir aquí en el Casco Antiguo y Renata lo tiene muy claro: la razón reside en que aquí las circunstancias son mejores y por tanto, el futuro para sus hijos es lo que la mueve. “Hay bastante diferencia, sobre todo la calidad de vida y la tranquilidad. En Brasil hay muchísimo tráfico, gente, etc. Pero concretamente, lo que de verdad valoro es que aquí no hay tanta violencia como en mi país y que la calidad en la enseñanza académica es mucho mejor para mis hijos. Esto fue lo que realmente me movió a venirme. Mi madre siempre me contaba, al igual que mi hermano, aspectos positivos de cambiar de país y al final lo hice”.
Renata habla de la poca violencia que hay en el Casco y de una tranquilidad que asegura, ha encontrado. Cosa que, sin embargo, puede llegar a chocar con la opinión que tienen muchos vecinos de la zona, así como comerciantes y ciudadanos pacenses en general, sobre la condición del barrio, de ser aún una zona solitaria e incluso peligrosa en ocasiones. “Para mí, comparado con mi país, lo que pasa aquí son cosas muy puntuales. Allí una mujer sola no puede salir a las siete de la mañana de su casa sola, eso es impensable. Sin embargo yo salgo cada día para venir a trabajar en mi horario y no me pasa nada. Encuentro las calles llenas de gente, de ciudadanos confiables y me encanta. Vivimos en la calle Trinidad y estamos muy a gusto, no tenemos problemas”.
La madre de Renata Almeida llega a Badajoz hace muchos años y después se incorpora al negocio su hija. Pero me gustaría conocer como fueron aquellos inicios de la fundadora de este taller. “Las mujeres de mis generaciones anteriores, mi bisabuela, mi abuela, mi madre y ahora yo, todas sabemos coser y llevar este negocio. Venimos de una familia de modistas de Brasil y mi madre salió de nuestro país para instalarse en Badajoz junto con una tía mía que ya viviía aquí en el Casco, donde empezó con una maquinita pequeña realizando trabajos en casas de familia. Mediante el boca a boca, fue haciendo clientela y acabó alquilando un local”.
Le pido entonces, que me hable de cuál es su principal cliente en el Casco Antiguo. “Muy amable. Recuerdo que cuando empecé tenía miedo por el idioma de que no me entendiesen bien y me ayudaban mucho, desde siempre. La gente que suele venir es variable. Tengo muchas clientas mayores, juviladas pero también veo que han cambiado las costumbres en los jóvenes que vienen a areglarse cosas que se compran en las tiendas o a hacerse prendas a medida”.
Antes de marcharme, me interesa conocer esa retrospectiva hacia atrás, ese flashback que pido en ocasiones para tener una idea de cómo se veía el Casco años atrás y como se ve actualmente. “Vine una vez en el año 2009 y recuerdo la calle Menacho repleta de gente, autobuses para todos lados, tráfico, coches, gente con bolsas y negocios abiertos y llenos. Recuerdo que hablaban de crisis y yio me preguntaba que dónde estaba la supuesta crisis porque yo no la veía. Ahora está todo mucho más decaído. Trabajamos actualmente para varias tiendas también y lo estamos notando. Se ha notado un montón el cierre de Zara. Desde que se cerró el movimiento ha bajado mucho e incluso ahora viene gente de tiendas desde más lejos porque hay negocios y comercios de aquí que desafortunadamente, han tenido que cerrar sus puertas. Sin embargo, pese a la situación, mi familia y yo vivimos en el Casco Antiguo una vida que considero privilegiada y siempre tendré elogios para este lugar, para Badajoz y para España”.