“Hacen falta apuestas serias y reales para la hostelería y el comercio, así como el arreglo de algunas calles. Pero su verdadero encanto, el Casco Antiguo, no lo ha perdido, ni lo perderá nunca”.
Hoy llego al Barrio Alto a una hora poco habitual; quince minutos pasan de las ocho de la mañana y el único ruido que me acompaña es el de las gotas de agua impactando contra el pavimento y contra mi paraguas azul en el que se lee: “Para conseguir sueños, siempre hay que mojarse”. Soy muy de frases cortas y con mensaje y me gustaría saber lo que pone en todos aquellos rótulos de este tipo que me voy encontrando. Por ejemplo, en las agendas que claro está, ni si quiera puedo utilizar, con lo que me chiflan los materiales de papelería, o en los sobres de azúcar que me ponen con el café o las infusiones que me tomo. Siempre suelo preguntar a la persona que me acompaña, que si hay escrita alguna frase en el papel y que me la lea. No sé si en el restaurante “Doña Purita”, el lugar al que me encamino esta mañana de lunes lluvioso, me esperará una de estas sentencias para mi particular colección. Lo que sí sé es que Pablo Largueiras, el amable camarero portugués que regenta el bar, me leería ese letrero y lo que le pidiese porque es de esas personas a las que la empatía se le divisa desde lejos. Mientras pienso todo esto, ando con cuidado porque hay barreras arquitectónicas, pero también las hay climatológicas: el brillo que provoca el agua en el suelo de la calle Meléndez Valdés lo transforma en un espejo y para mí, resulta muy complicado diferenciar esos reflejos de verdaderos obstáculos reales. En esos momentos se confunden nubes con alcantarillas o edificios con bolsas o cajas que creo que pueda haber en medio ya que, con mi forma de ver, todo son bultos y formas y nada más. Afortunadamente, el personal que limpia las calles va ataviado siempre con ropa de un color fosforescente y resalta ante mí un grupo de operarios que identifico enseguida y me ayudan a atravesar esa calle y llegar hasta la misma puerta de “Doña Purita”. Fuera está esperándome Pablo que me llama la atención para que sepa que está ahí, me ayuda a entrar pasando un pequeño escalón que hay a la entrada y me ofrece un café para comenzar la entrevista.
Nos sentamos frente por frente y Pablo me confiesa que, desde pequeño, ya en Portugal, empezaba a sentir curiosidad por Badajoz, en general y por su Casco Antiguo en Particular.
Antes de meternos en materia, por supuesto tenemos que conocerle mejor y le pido, como a todos, el tradicional autorretrato.
“Pues me considero una persona de lo más normal. Nací en Elvas, una ciudad de al lado, como me gusta decir. Desde hace tres años, trabajo aquí en el restaurante y llevo viviendo en Badajoz más de veintisiete años, , media vida, como quien dice”.
Quiero saber cómo aquel niño que se interesaba tanto por el Barrio Alto de Badajoz cuando era pequeño y vivía en Portugal, acaba un día precisamente trabajando justo en ese lugar. “Mi padre pertenecía al sector de la hostelería y veníamos a Badajoz a comprar. Yo llego aquí cuando empiezo como empleado en una tienda y también decido quedarme por amor. Tengo una pareja española y ya nos instalamos en Badajoz para comenzar nuestra vida en común. Además, como te digo, a mi, Badajoz me enamoró desde muy pequeño. Yo venía con mi padre a comprar material cuando teníamos el restaurante en Portugal y le decía que, de mayor, viviría aquí. En Elvas ya oía hablar de Puerta Palma, la calle San Juan y demás. Todo el mundo venía a comprar a la ciudad, desde ropa hasta alimentación. Comprábamos en Carballo , me acuerdo como si fuese hoy. Había artículos para el restaurante que teníamos que comprar aquí y pasábamos la frontera un montón de veces. Siempre hemos tenido mucha relación y muy buena, en mi familia, con Badajoz. De hecho hay muchos portugueses que han decidido trabajar aquí. Tanto el Casco Antiguo como Badajoz nos resultan muy agradables para vivir y trabajar”.
Al final se cumple un sueño para Pablo Largueiras que así define la situación en la que se encuentra actualmente, pese a todo, pandemia incluida. “Me encuentro muy, muy a gusto en donde estoy. No he tenido nunca ningún problema con nadie y desde el primer momento que llegué me han hecho sentir como en mi casa. Llevo ya casi cuatro años al lado de mi jefe, Marco Pintiado y recuerdo mis inicios junto a él en un hotel de Mérida y más tarde ya aquí en “Doña Purita” que encima se sitúa en el corazón de la ciudad”.
Doña Purita que permaneció cerrado un tiempo y tras el gran parón obligado por la pandemia, ha reabierto las puertas y por eso, me intereso por este nuevo despegue y por cómo lo está contemplando Pablo que es quien, desde luego, más y mejor toma el pulso al local. “Efectivamente, hemos estado cerrados un tiempo, además de por la pandemia, a causa de una avería relacionada con el agua porque, lo que sucede en esta zona del Casco Antiguo es eso, que las infraestructuras están como están. Pero el problema de las tuberías se solucionó y aquí estamos, apostando por continuar adelante y esperanzados porque el Barrio Alto tenga más vida, como la que tenía hace años. Remontándome a cuando yo llegué aquí, me acuerdo de una calle San Juan repleta de gente, muchos portugueses además. La primera casa en la que me instalé, de alquiler fue precisamente muy cerca de donde estamos ahora. Jamás tuve problemas de inseguridad ni de nada. Fue un tiempo muy feliz y ahora lo añoro cuando camino por la misma calle y veo tantos comercios cerrados y tanta soledad”.
Llegados a este punto, pongo encima de la mesa esa pretensión de regenerar y revitalizar la zona y le comento a Pablo Largueira, si realmente y para alguien que ya forma parte activa del sector en el Barrio alto, se está notando o no. “Cuando comencé a ver la decadencia del Casco , es cierto que aún había fines de semana que las cosas funcionaban y se veía gente y actividad. Pero ahora es que se han perdido muchas cosas, con la pandemia todo ha cambiado porque antes teníamos los Palomos o la Noche en Blanco. Eso daba muchísima vida. Por ejemplo al Hotel San Marcos venía gente de fuera, los actores del López de Ayala, en fin, todo eso ahora se ha perdido y ya no se mueve nada. Esperemos que pronto podamos recuperar esa normalidad y quitarnos las mascarillas de una vez”.
En esta nueva etapa, tras la reapertura, ¿qué cliente visita el restaurante, cuál es el perfil que tiene?. “Ahora lo que sí sabemos, es que las cenas las tenemos perdidas. Eso de sentarse tranquilamente no se da a esas horas porque a las once de la noche tenemos que estar en casa. Por tanto, apostamos por desayunos y comidas. Sobre todo vienen muchas parejas y grupos de personas que ya conocemos y que residen aquí cerca y optan por tomarse la cerveza o el vinito los viernes. Esa gente ya la conocemos, desde hace tiempo y es un lujo contar con ellos. Por nuestra parte, pues tratamos de que todo el que venga se sienta como en su casa y ofrecemos además de amabilidad, una carta bastante variada”.
Le pido a Pablo una conclusión final o un análisis de la situación actual de nuestro Barrio Alto y lo tiene muy claro. “Hacen falta apuestas serias y reales para la hostelería y el comercio, así como el arreglo de algunas calles. Pero su verdadero encanto, el Casco Antiguo, no lo ha perdido, ni lo perderá nunca”.