“Vi un lugar especial con muchos contrastes, en este Casco Antiguo, cuando llegué de León. Hay de todo aquí, como en botica. Ahora veo que después de escuchar las diversas cantinelas de lo que esto iba a ser o dejar de ser, que nos han contado los mandamases , las cosas no están bien hechas. Por ejemplo, hacen una convocatoria de vivienda y no te responden, se está recurriendo a concursos grandilocuentes de arquitectura y no se cuenta con el ciudadano, faltan servicios dotacionales aunque hay pequeñas tiendas de diversos productos. Todo esto unido a la gran crisis, pues da este resultado. Pero hace sol, están volando las palomas ahora mismo sobre nosotros en este cielo azul tan bonito, los grajos anidan en la catedral, estoy a seis minutos de mi trabajo y eso es un lujo”.
Conduciendo por una autopista en la que se resaltan muy bien las líneas blancas con el asfalto que aparece oscuro. Es de noche y las luces del vehículo que llevo son muy potentes. No voy excesivamente rápido, ni mucho menos. Soy prudente porque, al fin y al cabo algo me dice que no veo del todo bien. Pero experimento una sensación grandilocuente de libertad plena. Una vez más despierto de mi sueño. Un sueño que se ha repetido y supongo que se repetirá más veces a lo largo de mi vida. Cuando he montado en un taxi, como son muchos los conductores que me conocen en la ciudad, se lo he relatado a alguno y hemos echado un buen rato. Hoy también llego hasta la Plaza de España en taxi y no caminando como lo hago otras veces. Siempre he pensado que aquellas personas que conducen y que además, tienen coche propio, que son muchas, la mayoría diría yo, no valoran la gran independencia que les da. Llegar de puerta a puerta a los sitios, no depender de las inclemencias meteorológicas, poder hacer un viaje de esos de un solo día hasta aquel recóndito lugar donde hay una garganta majestuosa o un poblado bosque en el que hacer una ruta o pasar un rato en familia. Así, sin más. Sin horarios de autobuses ni trenes que dirijan tu vida. Sí, ya sé que se gasta uno mucho dinero con seguros, reparaciones, gasolina, etc. Que resulta toda una odisea encontrar ese sitio para aparcar. Todo eso ya lo sé. Pero como uno quiere siempre aquello que no tiene, pues yo no soy la excepción y se lo vengo diciendo a mi amigo taxista, que ha venido a recogerme a mi lugar de trabajo y ya, por la ventanilla me ha llamado la atención: “hombre, Susana, ¡ERES TÚ¡ , espera que voy a dar la vuelta ¿vale? Y ahora te montas”. Con qué cariño y empatía me trata siempre este colectivo. También es cierto que, como les digo en broma, soy una clienta vip porque, al igual que muchos otros, las personas ciegas o con baja visión utilizamos este medio de transporte que nos posibilita llegar más rápido a los sitios cuando lo precisamos o ir hasta aquellos lugares, que son bastantes, más de los que se pudiera pensar, a los que no llegan ni los trenes, ni los autobuses. Por eso, se convierten en conocidos cómplices que ayudan sin pensarlo a llegar hasta una puerta que no encuentras, a cruzar una vía peligrosa o hasta te tocan al portero automático de la casa a la que vas porque no sabes cual es el botón del piso exacto y no dudan en bajarse del taxi e indicarte dónde se sitúa. Llegamos a la Plaza, justo a la parada y ahí me encuentro con referencias y sé perfectamente dónde ando pero, aún así, mi taxista sale conmigo y cruzamos hasta dejarme en la acera del Pepe Jerez. Saco el móvil del bolso y llamo a Felipe Zapico. Justo a unos metros de mí escucho sonar un móvil y pienso si será el suyo. Así es. “Susana” me dice, “te estoy viendo”. Tras el saludo con el pertinente, a la vez que impertinente codazo que impone la pandemia, vamos juntos hasta el lugar que este maestro creativo mamífero y “anartista”, como él mismo se define, ha elegido para que charlemos. Buscamos una mesa entre sol y sombra en la Corchuela en una calle emblemática del Barrio Alto que a esta hora del mediodía contagia buen rollo y aprieto el botón de mi grabadora mientras le pido ese autorretrato que Felipe Zapico comienza enmarcando con la afirmación de que se considera un tipo que aún está aprendiendo. “Cada día aprendo algo nuevo y el día que no lo haga, malo. Ese día será un día terrible”. “Pero es difícil definir quién soy. Hay gente que lo tiene muy claro. Soy mamífero y desobediente compulsivo y a partir de ahí te cuento que llegué a Badajoz porque tuve la oportunidad de entrar a dar clases en Biblioteconomía y quedarme aquí. Soy un leonés afincado en Badajoz y más concretamente, en el casco antiguo. La primera casa que vi me encantó y nos metimos a vivir en ella de alquiler dos o tres años. Después me enamoré de otro piso y ahí sigo aún. A pesar de los inconvenientes de la vida diaria que presenta esta zona de no poder aparcar el coche, por ejemplo para llevar la compra a casa. Pero bueno, que pienso que todo se soluciona y que tengo claro que, desde luego, yo no me mudo a ningún otro lado”.
Una vez más, otra de tantas veces, la historia se repite y tengo sentado frente a mí a un artista al que el Barrio Alto le tiene totalmente aprisionado, enganchado y que, como otros muchos que han pasado por este particular “Punto de vista”, también argumenta lo mismo. ¿De qué masa especial estará fabricado ese imán que les atrae y no les deja escapar de este enclave?, me pregunto y reflexiono junto a Zapico. “será un secreto tectónico guardado en la roca en la que estamos. Ya sabes que esto todo es roca y cada vez que mueven la tierra para alguna obra tienen que dinamitar porque recuerdo cuando hicieron el parking que hay aquí cerca que costó el doble de años porque había rocas”.
Felipe Zapico es mucho más que un profesor de universidad ya que su cerebro se me antoja como una máquina de crear casi de forma compulsiva e impulsiva. Mientras enseña o, mejor dicho anima a sus alumnos a llevarle la contraria, según me explica, pues escribe libros y crea obras de color. De hecho, en unas semanas inaugura exposición en el espacio CB Arte de Fundación CB, en la Avenida de Santa Marina. “La exposición es de fotografía y se llama “Visiones”. Pero solo diré que, para bien o para mal, no va a tener nada, pero nada que ver con otras exposiciones que se han presentado antes ahí o en otros espacios de la ciudad. Será diferente tanto a nivel expositivo como a nivel conceptual”. Pues como me ha dejado claro que solo dirá esto, no le pregunto más en cuanto al contenido de sus obras y me espero a poder disfrutarlas en pocos días. Lo que sí me interesa, es saber qué significa la fotografía para Felipe Zapico. “Un sistema de comunicación que me asalta de improviso en cada momento donde intento reflejar la vida que veo al pasar. No hay preparación, no hay filtros es todo tal cual. Casi disparar y ver luego. Para mí, que hago las cosas y no sé bien por qué las hago, la fotografía y la poesía visual, nacen de una especie de pulsión interior que me arrebata a crear. Pero no de forma pautada como aquel artista que, por ejemplo, se plantea, voy a hacer esta serie de árboles, con estas características, etc. Yo no. Yo veo los árboles e interactúo con lo que significan para mí”.
En ocasiones, se ha referido a la poesía visual. Quiero que me defina ese concepto a mí, que precisamente no veo bien y se lo planteo como un reto, a ver cómo sale de él. “La cosa empieza hace más de un siglo, con el Dadaísmo. Ellos trataron de desestructurar todo lo que se venía haciendo hasta entonces, en cuanto al discurso, a la propia poesía utilizando artes visuales: bien la tipografía, el dibujo o la fotografía. Yo uso mucho los tampones, me gusta pegar cosas, añadir aspectos a las obras, poner sellos. Cualquier purista se entera de esta explicación y me dice que no tengo ni idea. Y es verdad, yo no tengo ni idea. Es más, yo las teorías, las conozco para desobedecerlas. Es como les digo a mis alumnos; os voy a dar tres o cuatro definiciones, pero no hagáis caso de ninguna y tratad de crear la vuestra propia”.
Quiero también saber cómo ve hoy a los jóvenes a quienes da clases Felipe Zapico y qué enseña y aprende de ellos en la facultad. “Hoy una cosa que me prometí que no iba a decir nunca. Esa expresión de “esta juventud”. Por ahora voy bien. Ya soy bastante mayor y no lo he dicho porque creo que se va repitiendo esa cantinela una vez tras otra y yo quiero romper con eso. A cada cual nos toca vivir una época determinada y la mayoría de gente joven que conozco es estupenda. NO soy nadie para enjuiciar sus intereses que a lo mejor, a mí me quedan a otro nivel, eso sí. Hay de todo; gente luchadora, otros reivindicativos y los famosos “ninis”, que también el sistema tendrá que preguntarse por qué llegan a serlo. Aquí a todo el mundo le gusta criticar pero no averiguar la razón de por qué suceden las cosas”.
Además de esa próxima exposición que presentará en el espacio CB Arte, de Fundación CB a principios del mes de mayo, me interesa saber cual ha sido su último libro, precisamente de poesía visual. “Se trata de una obra de este tipo de poesía experimental que se llama “Iniciación en las Ciencias Físiconaturales” y el pasado otoño vio la luz otro libro titulado “Ojo de Cabra”, también sobre este género de poesía. Pero cada día hago algo. Lo último que he hecho ha sido una serie que se llama “Coctelería” compuesta de letras, interrogaciones, admiraciones, amor, llamas, en fin. Me gusta mezclar y llamar la atención así a la gente”.
Felipe Zapico se confiesa gran admirador y un poco discípulo del maestro Luis Costillo, gran “habitante” también del Casco Antiguo y aprovecho para cerrar el círculo y retomar el tema con el que comenzábamos nuestra charla. El Barrio Alto y sus peculiaridades. Qué encontraría Felipe cuando llegó de León para instalarse aquí y no en otro lugar de Badajoz. “¿Qué vi?…Vi un lugar especial con muchos contrastes. Hay de todo aquí, como en botica. Ahora veo que después de escuchar las diversas cantinelas de lo que esto iba a ser o dejar de ser, que nos han contado los mandamases , las cosas no están bien hechas. Por ejemplo, hacen una convocatoria de vivienda y no te responden, se está recurriendo a concursos grandilocuentes de arquitectura y no se cuenta con el ciudadano, faltan servicios dotacionales aunque hay pequeñas tiendas de diversos productos. Todo esto unido a la gran crisis, pues da este resultado. Pero hace sol, están volando las palomas ahora mismo sobre nosotros en este cielo azul tan bonito, los grajos anidan en la catedral, estoy a seis minutos de mi trabajo y eso es un lujo”.