“En estos cuatro años, la programación del López de Ayala ha conseguido que los fines de semana se conviertan en una cita en la agenda de cada uno y eso permite ver al público disfrutar, pero además, luego salen, van a cenar, toman algo y llenan literalmente las calles del Barrio Alto y le dan pura vida”.
El otoño ya me va guiñando un ojo de camino a mi querido Barrio Alto, el entretiempo asoma pidiendo que, si nos queremos sentar en el velador de la Marina, por ejemplo, ya, a estas alturas, por la mañana, nos pongamos una manguita larga. Aún así, yo prefiero hacer la entrevista dentro y me alegra enormemente que Miguel Ángel Jaraíz, Gerente del López de Ayala, me haya leído el pensamiento y me esté esperando en una de las mesas interiores. Llego corriendo porque voy unos minutos tarde a mi cita y la Marina, y concretamente su puerta lateral, la que da al paseo de San Francisco, es una de esas entradas trampa que, si no conoces, te puede traer algún susto. No es mi caso porque, pese a que el suelo es oscuro nada más entrar y no existe contraste alguno, camino reduciendo la velocidad de mis pasos y palpo con la parte delantera del pie hasta encontrar y asegurarme bien de ese escalón que baja y que tengo muy bien controlado y una vez más, supero el reto y entro en el local. Miguel sabe dos datos importantes: uno de ellos, que yo no le voy a poder localizar y como en tantos otros casos, es él quien llama mi atención y me indica dónde se encuentra situado. Y el otro dato es que hace mucho que sigue estos particulares “Puntos de Vista”, así que conoce la dinámica de nuestra charla, de antemano.
El entorno sobre el que hablaremos durante gran parte de la conversación, el Teatro López de Ayala, es para mi un lugar afable, cómodo, conocido de sobra, tanto como espectadora desde sus butacas y palcos, como desde su escenario, en el cual, he tenido el privilegio de subirme en más de una ocasión. Pero lo que, sin duda, más atañe al colectivo de personas ciegas o con baja visión, como es mi caso, es la última reforma en equipos de sonido que se ha llevado a cabo y que, para aquellos que disfrutamos en el teatro casi solo con el oído, ha supuesto una auténtica maravilla.
Lo primero, ya metidos en faena, es esa foto sonora que Miguel comienza con una confesión: “yo soy malísimo para las fotos, la verdad”. Sin embargo, como le apostillo, seguro que tienes cero experiencia en las fotos sonoras. Nos reímos y empieza su particular selfie. “Soy padre de dos niños preciosos, tengo cuarenta y cinco años y me considero afortunado. Me describiría como una persona inquieta y de mente abierta para saber escuchar. De hecho, me gusta más escuchar que hablar. También en cuanto a defectos, demasiado perfeccionista y crítico conmigo mismo. Cosa que resulta buena para el trabajo, pero no deja de ser una carga que uno se autoimpone. Soy extremeño por las dos partes, mi madre es de un pueblo de Villalba de los Barros y mi padre de Almoharín. Estudié fuera y posteriormente trabajé en Madrid, donde en total, viví doce años. Siempre en mi cabeza estuvo volver a mi tierra porque, aunque hablen tanto de la morriña gallega, creo que nosotros echamos mucho de menos Extremadura cuando estamos fuera de ella”.
Quiero saber cómo llegó, desde sus estudios y trabajo en Madrid, hasta ostentar en la actualidad la gerencia del teatro de Badajoz. “Yo estaba trabajando para el grupo Vocento como gerente de la edición digital del Diario Hoy, que precisamente fue la causa por la que regresé a mi tierra y surgió esta maravillosa oportunidad. Siempre fue un campo que me llamó muchísimo la atención y tuve suerte. Llevo ya cuatro años al frente de una gestión que, se han pasado rápido y aunque parezca, así dicho, poco tiempo, han sido muy intensos; ten en cuenta que el teatro tiene una programación estable anual de más de trescientos espectáculos”.
Intensos también están siendo los últimos meses. Le pongo el ejemplo de la presentación de la nueva edición del Festival de Teatro, que fue presentada en rueda de prensa hace pocos días o que acaba de vivir como espectador de primera fila, la jubilación del director, Miguel Murillo. “Estos cuatro años he convivido con Miguel como director y creo que han resultado muy fructífero. No hemos hecho a lo mejor, grandes cosas especiales, pero sí una modernización desde nuestro punto de vista particular. A mi, cuando llego a un sitio nuevo, me gusta mirar con ojos de niño todo cuanto encuentro y poner en cuestión el porqué se han hecho así determinadas cuestiones. Miguel es todo un personaje con una trayectoria más que reconocida, tanto como dramaturgo, como en el sector de las artes escénicas y por supuesto, como director del López de Ayala. Todo el tiempo que he vivido junto a él esta gestión me ha resultado muy enriquecedor”.
Hablamos ahora de la relación que tiene nuestro teatro con el Casco Antiguo. El Casco ha sufrido cambios de los que ya hemos ido hablando con muchos de los invitados que han ido pasando por aquí. Pero hoy quiero saber si esos ecos resuenan y de qué manera, en el Teatro López de Ayala. “El teatro está situado en el corazón de la ciudad y forma parte de los recuerdos de cada uno. Los Carnavales que llegan a toda la población y en los que el Teatro abre las puertas al ciudadano. Va evolucionando nuestro Casco y el teatro con él. Resulta más que necesaria una rehabilitación integral de la zona y no solo me refiero a la parte de patrimonio, sino a todo: lo cultural, lo social y todo. Para que se permita que exista una vida continua en el barrio”.
Como se ha referido a los Carnavales, reflexiono con Miguel sobre la simbiosis particular que existe entre Casco y López de Ayala: determinadas actividades que hacen que, posteriormente, a la salida del espectáculo, exista una afluencia de público que se encamine hacia el Casco, por ejemplo. “Pues sí. La verdad es que siento una gran satisfacción al comprobar que esto se produce. En estos cuatro años, la programación ha conseguido que los fines de semana se conviertan en una cita en la agenda de cada uno y eso permite ver al público disfrutar, pero además, luego salen, van a cenar, toman algo y llenan literalmente las calles del Barrio Alto y le dan pura vida”.
También se me antoja ver al López de Ayala como un inmenso escenario en el que caben todo tipo de inquietudes del arte que, en ocasiones se muestran como academias, asociaciones o grupos de diferentes formas. Quiero saber qué relación mantiene nuestro teatro con todos ellos. “Afortunadamente, el López de Ayala cuenta con una programación muy diversa y abierta a todos los colectivos. Conservatorios, academias y artistas emergentes pasan por su escenario. Además, en los últimos tiempos se ha presentado el cierre de muchas salas situadas en el mismo centro que ya no están. Esos grupos se han quedado totalmente huérfanos, sin lugar en el que mostrar su arte y el López de Ayala, los ha acogido. De hecho, uno de los proyectos futuros que llevaremos a cabo en el teatro, consistirá en la adecuación del espacio del cafetín, para dotarlo de las características necesarias y convertirlo en una estancia escénica dedicada a esas agrupaciones teatrales que llevan a cabo obras para ser interpretadas en otro tipo de lugares más íntimos y con otro ambiente. Por tanto, uniremos este otro escenario a nuestra terraza y a los sótanos en los que también se ponen en marcha algunos espectáculos”.