“Pienso que el plantear solo el hecho de que podamos dejar de tocar, es una pena. La calle es de todos y no estamos haciendo nada malo. Al contrario, creo que es algo bonito. En lugar de escuchar fruidos o tráfico, es mejor escuchar música, creo”.
Frente a la inseguridad o las barreras arquitectónicas y algunas otras velas negras que podría ponerle a mi querido Casco Antiguo, aparece mucho y bueno, cada vez que me dispongo a transitar por sus calles y mágicos rincones. Su gente y ese espíritu de vecindad tan servicial que lo hace cálido y vivo. Son ya miles, las ocasiones en las que he tenido que pedir ayuda, cuando no localizo un lugar concreto y miles también, las que se me ha ofrecido esa ayuda: al advertirme de alguna valla, prevenirme de una alcantarilla mal cerrada, un andamio, un camión en medio de una calle o el suelo recién mojado. Hoy, septiembre vuelve a regalarme una mañana muy parecida al resto; temperatura magnífica, sol radiante y calles repletas de gente que traza caminos particulares para ir a comprar, hacer gestiones, pasear o tomarse el café en alguno de los veladores en los que Lorenzo ya no quema ni angustia, sino que acaricia las mejillas o las espaldas. Pero lo que vengo yo buscando este septiembre que ya se nos va de puntillas, son caricias en el alma. Mucho más profundas y que consiguen que las sienta aquellos que inundan el aire de la atmósfera del Barrio Alto con sus notas musicales. Los músicos de la calle a quienes estamos dedicando todo este mes el particular “Punto de Vista”. A ellos, el tiempo les da la razón acompañándoles en el escenario majestuoso sin telón y con el cielo como techo.
Repito esquina, en este caso porque se trata de un pedacito de acera muy demandado. La voz y la guitarra de George suena interpretando un tema en inglés, como siempre o casi siempre que lo escucho y no puedo evitar parar mi mundo interior y quedarme allí, junto a él unos minutos maravillosos porque su voz es un lujo y su guitarra puro arte. Tenía ganas de conocerlo personalmente y así se lo hago saber. Como en otras ocasiones, sin quedada previa, presentándome y presentándole lo que hago y él, a cambio, demostrándome una humildad y una sencillez que yo ya le suponía. Justo está indicándole a un viandante, que la puerta para entrar a Correos se encuentra por el otro lado y la contigua a su pequeño gran escenario, permanece cerrada. Reflexiono con él sobre que no solo cantan y tocan, sino que también son parte activa en el transitar de la gente y George asiente. Las personas que desprenden un aura especial de empatía existen y este chico es una de ellas. De hecho, como le hago saber, llevo unos minutos junto a él y no han parado de llegar a escucharle y sonreírle a lo que él responde siempre con un “gracias”, que alegra el día a cualquiera que lo escuche. “Es muy bonito que la gente se pare a escucharte y te diga que lo haces bien. En mi caso esto es mi trabajo, pero resulta grato saber que complaces a muchas personas”.
Como siempre, lo primero será que George se haga una foto sonora que lo defina. “Soy un chaval de 23 años y soy músico callejero. Llevo haciendo música más de ocho años y hace tres que toco y canto al aire libre. Antes vivía en Sevilla, pero con la pandemia, tuve que volver a Badajoz, donde está mi familia. En mis comienzos, tocaba más en eventos como bodas y demás, pero últimamente, este es mi sitio”.
Para George, su hobbie se convirtió en su profesión y su vida. “La música me apasiona y por tanto, lo considero como ambas cosas. Se puede vivir de ello cuando te lo propones. Yo nací en Rumanía y llegué a Badajoz muy niño. Desde siempre he amado y vivido con la música. Tanto por parte de mi familia como por mis amigos”.
Me interesa saber cómo y por qué canta en la calle. “Un amigo mío comenzó a hacerlo y me puse con él. Lo hice sin ninguna expectativa. Sin pensar en que podría ganarme la vida así, ni mucho menos. Luego vi que me encantaba y traté de mejorar. Unos años más tarde conseguí un público con ayuda de mis redes sociales que utilizo para que me llamen para eventos y me va bien”.
Yo veo la funda de la guitarra en el suelo, justo delante de George, pero lo que no llego a percibir es el cartel que hay delante en el que ofrece al público la dirección de su contacto. George no repara en ello y le explico que para las personas como yo, esta forma de anunciarse no sirve, claro. “Claro, eso es cierto. SI yo no te lo digo, tú no lo puedes ver. Ahí tengo puesto mi Instagram para aquellos que quieran seguirme. Además como método de contacto para que puedan contratarme para cualquier acto o fiesta”.
Debo también preguntarle a George, como a todos, qué opina de esta ordenanza que podría regularizar la música en la calle, así como de aquellos ciudadanos a los que sus melodías parece que les causan algún tipo de molestia. “Pienso que el plantearlo solo, es una pena. La calle es de todos y no estamos haciendo nada malo. Al contrario, creo que es algo bonito. En lugar de escuchar fruidos o tráfico, es mejor escuchar música, creo”.
Le confieso que lo escucho en muchas ocasiones. Precisamente cuando vengo a hacer mis crónicas cada semana y casi siempre en inglés. Quiero saber cuál es su estilo. “Me siento más cómodo cantando en inglés porque no hay artistas en español que se acerquen al estilo que yo hago. En acústico, además, quedan bastante bien”.
Antes de marcharme, le pido que me cuente alguna anécdota que recuerde y que le haya resultado bonita, para quedarnos con buen sabor de boca. “Recordaré siempre en Sevilla cómo, un día, mientras estaba cantando, empezó a acudir público y más público de manera espontánea totalmente. Al final tenía un público de más de doscientas personas y acudir la policía secreta de Sevilla para pedirme que parase de cantar unos minutos porque la calle había dejado de estar habilitada. Jamás olvidaré aquellos. No me puse nervioso y lo disfruté considerándolo algo mágico y maravilloso”.