“Yo nací en la zona de la autopista pero siempre he tenido y sentido el Casco como mi corazón. Adoro la Alcazaba, las murallas, amo pasear por estas calles y desde pequeño venía cada vez que podía. Hacía monta en las clases y me escapaba para venir a ver a mi novia a las Adoratrices y toda mi juventud la he pasado aquí. Cuando decidimos mudarnos, podíamos haber elegido cualquier lugar, sin embargo teníamos ganas de ayudar con nuestro ejemplo, a la recuperación del barrio. Hay muchas calles que no tienen atractivo a simple vista, pero cuando te las pateas, descubres en ellas esa esencia. Creo que en esa vida de barrio, de pueblo y de mucha vecindad en las que te tocan a la puerta cuando vas a tirar la basura y acabas tomándote una caña, es donde está lo que realmente buscábamos”.
Una vez más, reflexiono sobre la importancia vital de contar con los implicados a la hora de realizar cualquier mejora relacionada con la accesibilidad porque una vez más, me encuentro con el ejemplo repetido hasta la saciedad; el de la rampa que se construye para eliminar la dificultad de unas escaleras, pero una rampa que, en este caso, supone un auténtico peligro, no solo para los usuarios de sillas de ruedas, sino para cualquiera que ose a subirla o bajarla. Me refiero a la montaña rusa que hay en el pasaje situado en Juan Carlos I, esquina con la calle Obispo, justo donde se encuentra el bar en el que he quedado con Luis Pacheco. El Chozo, según me ha dicho, es un lugar agradable y que frecuenta algunos días y especialmente los fines de semana cuando va a desayunar con su hijo mediano. Me gusta que quienes pasan por este particular “punto de vista” me lleven a un sitio y a otro. Sean ellos quienes elijan el lugar donde prefieren charlar y si, además me cuentan la razón por la que les gusta ir allí, pues mucho mejor. Voy conociendo y enamorándome poco a poco de mi querido Barrio Alto, precisamente por su culpa. La maravillosa culpa de sus vecinos, sus gentes y su esencia. Hoy es un día especial porque con Luis Pacheco, he tenido que hablar en varias ocasiones, precisamente para que me facilitase contactos de ciudadanos que he ido entrevistando posteriormente, para que me localizase un lugar determinado o para que me diese algún dato necesario. Por eso y porque sé que sigue este espacio desde siempre, al igual que todo lo que concierne al Casco y sus inquietudes, me complace sentarme y charlar con él.
Luis sabe que lo primero que viene es la tradicional foto sonora, así que sin más, comienza definiéndose sobre todo como “padre de familia numerosa”. “Es de lo que más orgulloso me siento. Mucho más allá de cualquier perfil profesional. Soy un vecino también. Un vecino comprometido con este barrio alto que pretendo que se convierta en un lugar amable donde criar a mis hijos. Por eso, es aquí donde hemos decidido hacer hogar y construir nuestra familia, mi mujer y yo. Es una elección voluntaria. Quisimos afincarnos aquí y colaborar con todo esto. Somos de la zona del Campillo, la calle Eugenio Hermoso, etc. Es decir, de una de las bolsas marginales que aún quedan y somos conscientes de ello. Por otro lado, además soy asesor laboral y coincidió que me inicié en mi trabajo con mi domicilio definitivo aquí en el Casco. Mi mujer vivía aquí y yo estudié en los Maristas, sin embargo acabé casado con una chica del Casco Antiguo de toda la vida”.
Luis se ha presentado como una persona que quiere hacer hogar en el Barrio Alto. Pero a buen seguro, según le comento, hay gente que nos lee o escucha, que ahora mismo se preguntará por qué esa opción teniendo niños tan pequeños y no otra, como vivir en Valdepasillas o en zonas más residenciales, etc. Lo tiene claro y lo expresa más claro aún. “Es pura convicción. Yo nací en la zona de la autopista pero siempre he tenido y sentido el Casco como mi corazón. Adoro la Alcazaba, las murallas, amo pasear por estas calles y desde pequeño venía cada vez que podía. Hacía monta en las clases y me escapaba para venir a ver a mi novia a las Adoratrices y toda mi juventud la he pasado aquí. Cuando decidimos mudarnos, podíamos haber elegido cualquier lugar, sin embargo teníamos ganas de ayudar con nuestro ejemplo, a la recuperación del barrio. Hay muchas calles que no tienen atractivo a simple vista, pero cuando te las pateas, descubres en ellas esa esencia. Creo que en esa vida de barrio, de pueblo y de mucha vecindad en las que te tocan a la puerta cuando vas a tirar la basura y acabas tomándote una caña, es donde está lo que realmente buscábamos”.
Luis Pacheco no solo vive en el Casco, además forma parte activa de él. Quiero saber cómo echó a rodar la Plataforma Vecinal “SOS Casco Antiguo”. “Pues precisamente fue así, en el contexto de esta vida vecinal de la que te hablo: un día me toca al timbre un vecino. Llevaba tres años viviendo en el barrio. El vecino me dijo que si yo no estaba cansado ya de hacer la guerra por separado. Cada cual vivía unos problemas y llamaba a la policía para quejarse, por ejemplo de que tenía delante de su casa un fumadero, de que no podía acceder a una zona determinada, de la suciedad que dejaban a la salida de su casa en lugar de en el contenedor, y así… cada cual por su cuenta. Pero un día conseguimos reunirnos en lo que ahora es el Ajo Negro, en el claustro de San Andrés donde nos juntamos unos trece vecinos con las mismas inquietudes. Se decidió hacer un grupo de WhatsApp y aquello acabó uniendo a más de cuatrocientas personas. Muchas de ellas daban las gracias por la iniciativa y aseguraban que ya no se sentían solas ante unos problemas, que al final padecíamos un montón de gente. Contaban sus particulares vivencias, sus historias y tenían esa necesidad. Así nos dimos cuenta que nuestras guerras eran comunes y se creó un gran grupo de trabajo que comenzó a despegar y pasar a la acción. Un grupo constituido por vecinos que lo primero que hicimos fue formular un manifiesto porque, mientras que los políticos se felicitaban por lo bien que lo estaban haciendo en el Casco, nuestra sensación era bien distinta; veíamos que esas calles que son decorados que quedan a espaldas de las vías recuperadas, donde también vivimos familias, no estaban tan bien como querían hacer creer ellos. Entonces, al manifiesto añadimos nuestra presencia en el Ayuntamiento con unas cajitas decoradas por nuestros hijos, como si fuesen viviendas del Casco en las que pusimos de manifiesto que éramos muchos quienes sentíamos que la zona del corazón de nuestra ciudad, debía recuperarse y avanzar. A partir de ahí surgen las primeras reuniones con los políticos. Me acuerdo que yo no sabía como se llamaban los concejales ni si quiera. Pero la fuerza para caminar hacia adelante me la daban mis hijos, como a muchos otros padres. Desde el principio tuvimos algo muy claro: que no caeríamos en la crítica fácil, si no que seríamos propositivos. Que estudiaríamos las ordenanzas, las normativas y a partir de ahí, con las ideas nacidas desde la calle, pelearíamos por ellas. Tratamos de ayudar, con mayor o menor aciertos, pero construyendo”.
Hablando de dinamizar y predicar con el propio ejemplo y atribuyendo al César lo que es del César, hace tan solo unos pocos días, terminó una de las actividades que, gracias a la colaboración de Fundación CB y a esas ideas y propuestas vecinales, pudo llevarse a cabo en un espacio que también pide a gritos ser tenido en cuenta, como es el Parque de la Legión, que ha sido escenario de un cine de verano, durante algunos domingos, con películas para los más pequeños de la casa. Pues bien, le pido a Luis que me refleje un futuro próximo en el Casco para saber si efectivamente, vislumbra la posibilidad de esas y otras actividades. “Nuestras propuestas siempre parten desde un punto de vista de familia. Somos reacios a confiar porque nos hemos llevado muchos palos. Hemos visto a muchos concejales mostrando planos y mapas de proyectos que luego se eternizan y hemos leído muchos grandes titulares que se han quedado solo en eso. Sin embargo, somos optimistas y queremos pensar que el Casco puede ser un maravilloso lugar. Creemos y lo vemos como el barrio de las artes y esperamos con alegría la llegada de la sede de Fundación CB. Tenemos ilusión en que en los próximos dos o tres años se pueda asistir a un gran cambio en el que el arte sea un músculo potente. Una sede en la Plaza de Santa María con todas las actividades que realiza y genera la fundación, más todas las actividades artísticas que nacen en el barrio, transformará sin duda el corazón de Badajoz”.