“Cada Punto de Vista” – Mercedes Iñesta, Trabajadora Social y Coordinadora de la Asociación de Caridad San Vicente de Paúl

“El Barrio Alto también es como una caja de bombones, nunca sabes lo que te va a tocar”.

Casi tropiezo con la funda de la guitarra de alguien que toca y canta una canción que me retrotrae a mi adolescencia: “No Dudaría”, de Antonio Flores. Camino por el Barrio Alto, como cada semana, buscando mi particular “Punto de Vista” y la melodía del hijo de la Faraona que ahora me llega desde el suelo, en voz y guitarra de otra persona, me hace pensar en él, porque se trata de un chico. ¿Qué aspecto tendrá?,¿ será joven?, , ¿dónde vivirá?, ¿tendrá problemas con las drogas o el alcohol? O ¿se tratará de un bohemio que preferirá habitar en las calles?. Cuando tienes baja visión y te rodea una especie de muro de humo, aparecen miedos a lo desconocido, a los desconocidos. Muchas veces, os confieso que cuando alguna persona me pide dinero por la calle, lo tengo. Tengo miedo a que me siga, a que acierte a pensar que como no veo puedo ser un blanco fácil. No porque piense mal de nadie así de pronto, pero sí me hago cargo de que para conseguir droga o alcohol, la desesperación puede llevar a cometer este tipo de actos y me pido yo misma perdón, sí, sí porque no soy nadie para juzgar la situación de otra persona, ni tampoco de suponerle que haga el mal, pero tengo miedo y no puedo evitarlo.

Me asaltan estos pensamientos, justo después de haber pedido perdón a aquel Antonio Flores del Barrio Alto al que, sin querer, le he pisado la funda de su guitarra y tras disculparme, sigo caminando hasta atravesar la Plaza de la Soledad. Precisamente, hoy toca hablar de solidaridad, vocación y de un nombre propio que, a buen seguro, conoce muchas historias de vida de personas como las que he descrito. Se llama Mercedes Iñesta y es la actual coordinador a de la Asociación de Caridad San Vicente de Paúl. Como en otras ocasiones, prefiero advertirle de que la llamaré cuando esté llegando a la puerta del local porque, aunque lo visité una vez, en una rueda de prensa que dieron, junto a la Fundación CB, para explicar el desarrollo de una serie de ayudas que se les habían otorgado durante la etapa del confinamiento, no tengo claro el lugar exacto y le explico mi dificultad visual. Me comenta que ella saldrá a la calle a recibirme para facilitarme nuestro encuentro y así lo hace. Toda vestida de blanco, no me resulta complicado identificarla, por eso y por una voz dulce y templada que me invita a pasar y me comenta que “debemos ir relativamente rápido porque vienen ahora en unos minutos a  hacerles las pruebas del COVID por protocolo”.

El COVID y la situación tras el confinamiento que se viene viviendo en el Comedor Social, será uno de los temas que tratemos y eso es precisamente lo que vamos  comentando mientras Mercedes se pone delante de mí, para indicarme que debemos subir unas escaleras sin fondo, nada más entrar al local. Me siento segura cuando me advierten de que se trata de este tipo de escaleras porque una va más comedida y pone el pie con más cuidado, tratando de no acercarlo mucho a la parte frontal para no meterlo en el hueco que queda entre peldaño y peldaño. Llegamos a una primera planta y entramos en una salita despacho, en la que nos sentamos una frente a la otra y Mercedes, me ofrece diligente y cariñosa a la vez, el bote de gel desinfectante. Nos acomodamos y lo primero, como siempre, será pedirle que me haga ese autoretrato en el que ella misma define quién es Mercedes Iñesta.

“Mi andadura en esta asociación comienza hace algo más de seis años. Ya había desempeñado funciones como trabajadora social en otras asociaciones y aquí llegué casi por casualidad”. Mercedes recuerda que cuando empezó era un comedor muy pequeño que solo disponía de un grupo de voluntarios y la cocinera. “Precisamente para darle visibilidad y crecer un poco más, la contrataron a ella.

“Yo siempre tuve muy claro a qué me quería dedicar y ya en el instituto apuntaba maneras”, asegura rotunda, para continuar explicándome que estudió la carrera y rápidamente se puso a trabajar.

Su trayectoria pasa por varias entidades sociales y tras un tiempo trabajando en Madrid, la vida la trae aquí: a Badajoz y más concretamente, al Casco Antiguo. “Este es un lugar donde cada día recibes una sorpresa diferente. Encuentras gente de todo tipo, de todas las nacionalidades, gente diversa en el más amplio significado y aprendes mucho. Además, todo el mundo en el barrio conoce el comedor y nos sentimos muy queridos”.

Decido pararme en la reflexión que hace Mercedes sobre esa caja de sorpresas en la que cada día, aparece algo distinto. Como en la peli de Forest Gump , “la vida es una caja de bombones, nunca sabes lo que te va a tocar” y le digo que si realmente hay que estar preparado para abrir esa caja de bombones cada día. “Sí, sí,claro. Yo siempre digo que, de toda la gente que viene aquí  por necesidad, nunca hay dos casos iguales. No se puede generalizar. Cuando parece que crees que lo has visto todo, al día siguiente llega alguien diferente. Te crees que es el mismo perfil pero no. Existen muchas casuísticas y  muchas diferencias entre unos y otros. Ahora con la pandemia ha surgido un perfil completamente diferente pero aquí estamos para ellos y para todos”.

Me interesa hablar con ella sobre los diferentes recursos con los que cuenta y como reafirma, una de las manos derechas del Comedor, que siempre está ahí, es la Fundación CB, la Fundación de la Gente y en este caso, para la gente y esa necesidad más precaria y elemental que ahora, por desgracia, resulta aún más difícil de cubrir debido a la crisis causada por la pandemia. “Efectivamente, la relación que venimos manteniendo con la Fundación CB viene ya desde hace muchos años. De hecho fue gracias a ellos, que pudimos pagar el primer año de alquiler de este local, por ejemplo. Ahora, esta última colaboración ha tenido que ver con ayudarnos en relación con la situación de pandemia. Se enteraron que habíamos triplicado la cifra de usuarios y decidieron prestarnos su ayuda en forma de menús. Así pudimos aplacar esta gran necesidad que se nos había sobrevenido y por fortuna, siempre los tenemos ahí”.

Durante aquella rueda de prensa ante los medios, precisamente, recuerdo que Mercedes habló además de otra serie de necesidades del Comedor Social y de la propia asociación, que no pasan por lo que son alimentos directamente, sino que se trata de dinero para hacer frente a gastos totalmente necesarios y que también se originan. “Pues si, esa es la cara B de la historia, Susana. Cuando tú pides ayuda destinada a un comedor, enseguida la gente piensa en alimentos que, desde luego, son siempre bienvenidos. Pero lo que sucede es que existen otros gastos y más cuando creces en volumen en una situación de pandemia. El alquiler del local sigue siendo el mismo, pero gastas más agua, luz, las cámaras frigoríficas, es una casa en la que no es lo mismo que vivan dos a que vivan cinco. Se trata de gastos implícitos que te vienen. Cuando hay donaciones económicas nos ayudan a poder seguir dando servicio de comida, pero también de ropero o de productos de igiene personal.  La pandemia ha pasado en teoría, pero la gente no ha remontado. Hay muchas personas que  no estaban dadas de alta, por ejemplo, o que tenían unos puestos de trabajo inestables, entonces llegan familias a por los tupper que seguimos dando a diario. Te digo esto porque aún continuamos trabajando como en el periodo de desescalada ya que hay todavía demasiados brotes y no podemos estar abiertos”. Con tanta individualidad por toda esa seguridad se  incrementa el gasto y el volumen que, según comenta Mercedes continúa estabilizado en el triple. “Ha seguido subiendo sin parar y además ahora se acrecenta la inversión en productos de desinfección, igiene, mascarillas geles, guantes y demás. EL otro gran problema; la escasez de personal voluntario en estos momentos, ya que nuestro personal en gran medida eran personas mayores de sesenta años que empezaron a tener sus miedos  y muchas de ellas, además con patologías y riesgo que, lógicamente, ahora se encuentran en sus domicilios y cuidándose y no pueden someterse a estar aquí.  Aparte de todo esto, no podemos abrir como comedor porque no cumpliríamos las infraestructuras ni las necesidades y por eso entregamos tuppers individuales que, junto con las bolsas y otros utensilios pues suben aún más los costes”.

Finalmente, le pido que vuelva la vista atrás y me haga una especie de radiografía y una síntesis de lo vivido y de qué o a quién se ha encontrado en este Barrio Alto, tan artístico, tan singular y tan querido, pero a la vez, tan arruinado y triste, tan despojado…. “Hay ciertos perfiles que no faltan y que son fijos como las personas que consumen alcohol, drogas, personas sin techo, sin ayuda económica. Pero de un tiempo a esta parte, las cosas han cambiado un poco: se están añadiendo personas cuyo matrimonio se ha roto, se han quedado sin recursos y no tienen un piso donde vivir. O por ejemplo, personas que tenían una estabilidad económica y la han perdido. Además, ahora con la pandemia se suman familias con casa e hijos pero que la pareja se ha quedado sin empleo y necesitan ayuda en forma de alimentos, sobre todo pensando en sus críos

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