“Cuando montamos “Dulce Locura” tuvimos claro que sería aquí. Ni siquiera en la calle Menacho porque, aunque está casi pegada parece que en Juan Carlos I hubiera una barrera que es difícil de traspasar. El alma de toda ciudad reside en su Casco Antiguo siempre. No hay ninguna ciudad cuya alma habite los edificios nuevos”.
La verdad es que me estoy planteando seriamente cambiarle el nombre a la sección y en lugar de que se llame “Cada Punto de Vista”, rebautizarla con el título de “Cada Punto de Valla”. En esos pensamientos sarcásticos ando mientras camino con toda la cautela que puedo y más hacia un local con una personalidad arrolladora, entrañable por lo de dulce y atrevido y risueño, por lo de loco. Me gusta la empatía que se respira y por supuesto la autenticidad de gente como ellas. Voy a “Dulce Locura” y no prometo salir de allí sin algo. Confieso que me vuelven loca, precisamente sus trapos, pero sobre todo el cariño y el mimo con el que Margo trata siempre, a una clienta con Baja visión, o sea yo. Frente a las enormes dificultades que sorteamos en grandes superficies que nos resultan verdaderas junglas donde no encontramos nada de forma independiente y la pseudoalternativa de comprar online que no se presenta accesible para nosotros en multitud de ocasiones, están ella y su “Dulce Locura” que parecen parar el tiempo frente a cada prenda que toco y me gusta. Nunca hay prisa, me explica cada color, cada dibujo y cada frase, porque yo soy la de las frases en la ropa y como le he dicho muchas veces, si viese estaría todo el día leyendo frases en la ropa, en las tazas, en los sobres de azúcar, en todos lados. En todos lados también aparecen vallas y más vallas que convierten mi senda en intransigente y casi intransitable. Yo me pregunto, a sabiendas, eso sí, de que todos estos arreglos resultan necesarios, ¿es preciso hacerlo todo a la vez?, ¿por qué no se concluye uno y posteriormente comienza otro? Y sobre todo, ¿se ha pensado realmente en las personas con discapacidad visual o movilidad reducida, incluso en la gente mayor o los viandantes que van llevando a su bebé en el carrito?. El camino, esta semana, igual que en la anterior, se me antoja un videojuego en el que una tiene que ir sorteando trampas sin caer en ninguna y va, poco a poco, pasando pantallas hasta que por fin, completa el gran reto: tela marinera. Pero ya tengo ante mí la puerta del local y justo detrás, saliendo de la Cubana, a Margo con el pequeño gran Luismi, el hijo de nuestro invitado de hace algunas semanas, Armando Mazueco, que según me cuenta, ha ido a verla para saldar un negocio que firmaron hace días: el viernes, o sea hoy, ella le prometió comprarle un pompero y Luismi, acaba de hacer realidad eso de que lo que se promete, pues se cumple y tan contento. En primera fila, y así sin que ellos lo sepan, me doy cuenta y soy consciente del verdadero espíritu de vecindad y de cariño que inunda las calles de este Barrio Alto que, cada vez quiero más.
Margo y yo entramos en la tienda y detrás, una clienta a la que le digo que atienda, ya que la entrevista durará su tiempo y no debe hacerla esperar. Mientras, echo un vistazo pero de los míos. Las personas que podéis ver, con un barrido de cámara, como digo yo, en el que miráis de un plumazo todo en general, ya captáis información de muchos aspectos. Ya sabéis si os gusta el estilo de la ropa, por ejemplo. Quienes no vemos o contamos con un resto visual mínimo, sin embargo, vamos tocando por cada perchero prácticamente prenda a prenda: su forma, sus partes, su tejido, sus botones u otros complementos que lleve, etc. Todo este proceso resulta mucho más lento y tedioso pero se disfruta un montón si, como es mi caso, nos gusta comprarnos trapos. Pero cuando escucho de nuevo otra voz femenina decir “buenas tardes”, me apresuro a coger mi turno porque, por fortuna, no paran de entrar clientas en el establecimiento y quiero ya comenzar la entrevista con Margo que no para de moverse de acá para allá por los percheros, la caja y el almacén. Y así, sin necesidad de pararse, le doy al rec y en broma, justo cuando empieza a sacar cajas de nuevos pedidos y quitarles los plásticos, le digo que si eso de sacar lo nuevo conmigo delante, ¿no lo habrá hecho a posta para que pique?. Ambas reímos divertidas y como siempre, lo primero será pedirle un autorretrato que, entre otras cosas, me desvela que es de Olivenza, cosa que hace tiempo que me delató su acento. ¿Quién es Margo?, además de la pareja de Mai Saki, claro.
“Yo me considero una vecina del Casco Antiguo y aunque soy de Olivenza llevo aquí más de veinte años. Nuestra “Dulce Locura”, acaba de cumplir diez y yo terminé aquí, supongo que porque en Olivenza los amigos nos veníamos a salir de fiesta, me quedé prendada del barrio y al final me instalé en él. Todo me enamoró. En cuatro calles resulta que me di cuenta de que éramos un pequeño pueblo y sobre todo me encandiló su gente y su forma de vida; somos comuna. Una especie de gran familia maravillosa”.
Visión idílica y preciosa la que Margo mantiene de este Barrio Alto que, como apostillo, contrasta en gran medida con la de muchos otros que también residen o regentan negocios aquí y que manifiestan sus inquietudes en cuanto a la situación de inseguridad o falta de infraestructuras que presenta toda la zona. ¿Qué decir sobre esta otra versión del Casco?. “Cuando nosotras montamos “Dulce Locura” tuvimos claro que sería en este y no en otro sitio. Ni siquiera en la calle Menacho porque, aunque está casi pegada parece que, en Juan Carlos I hubiera Una barrera que es difícil de traspasar. A nosotras nos parece que el alma de toda ciudad reside en su Casco Antiguo siempre. No hay ninguna ciudad que tenga su alma en los edificios nuevos. Las ciudades deben crecer, por supuesto, pero el alma habita en los cascos antiguos, eso está claro”.
Dicen que la fe mueve montañas. Tal vez en este caso, en el de estas dos artistas luchadoras, Mai Saki y Margo, es real. Lo digo porque la evidencia me lo cuenta y de todos es sabido que se han conocido muchos negocios, demasiados por desgracia, diría yo, que han abierto sus puertas en el Barrio Alto con toneladas de ilusión y que, al poco tiempo, se han cerrado sin remedio. Margo sigue a flote y quiero saber qué es lo que cree que mantiene en pie esta locura tan dulce. “Mai y yo llevamos ya trece años juntas y seguimos sumando. Esto es otro de nuestros proyectos, efectivamente. Cuando lo pusimos en marcha unimos dos pasiones que siguen aquí: la moda y los libros. Yo hice diseño y moda porque, desde siempre me encantó diseñar y vestir a la gente. Chicos o chicas, me daba igual. No creo en el género y me encanta que los hombres lleven falda, por ejemplo. Yo tenía claro que quería coser y sacar pequeñas colecciones . Hay que montar los negocios con cabeza pero desde el corazón. Ese siempre es un consejo que doy. Por otro lado, a las dos nos gusta mucho leer y aunque pequeñita, nuestra librería está enfocada a lecturas que nos identifican y huimos de lo comercial, trayendo títulos que nos resultan interesantes”.
Curiosamente, la semana pasada, con Carlos Díaz y la Churrería “aAaaa” hablábamos de un negocio de libros mezclados con churros. Ahora resulta, le explico a Margo, que estamos con “Dulce Locura” que mezcla libros con ropa…” Insisto; uno tiene que montar un negocio pensando en lo que quiere pero creyéndolo y amándolo. Intentamos buscar marcas que sólo tengamos nosotras y la base es que yo adapto las prendas en el taller de costura. Ten en cuenta que, Cualquier diseñador confecciona ropa en las mismas tallas y para todas iguales. Nosotras te adaptamos la talla y la prenda y no cobramos por ello. Es decir que te llevas la prenda que deseas pero adaptada a tu cuerpo. Cada persona es única y pensar eso es lo que nos diferencia de otros”.
Pero no solo eso os define respecto al resto, le hago ver a Margo, quien no para de doblar y clasificar vestidos, camisetas y sudaderas que va desenfundando y sacando de cajas, a la vez que habla conmigo. Esta locura tan dulce, también es muy solidaria. Le recuerdo una de las últimas acciones para las que están colaborando cuyos beneficios van destinados a SOS Perrera Badajoz. “Desde el principio tuvimos claro que este tenía que ser un espacio en el que la persona se identificara. Hay gente que parece o que cree que no encaja en ningún sitio. Pues queríamos que aquí sí. Por eso lo de traer literatura lésbica o del mundo LGTBI. Además, nosotras somos amantes de los animales y al poco tiempo de tener la tienda adoptamos a Sobras, un galgo precioso. No entendíamos que en Badajoz no existiese una protectora potente dedicada a los galgos. Colaboramos con SOS Perrera que nació mucho más tarde y por supuesto ayudamos en lo que podemos a todas. Es muy importante para nosotras dar visibilidad a los que no tienen voz”.
No solo los libros, también mucha de la ropa de “Dulce Locura” lleva mensaje. Pero me gustaría saber precisamente la razón de este nombre de la tienda y aunque conociéndolas a ambas, a Margo y Mai, la cosa se puede intuir, quería el testimonio de primera mano. “Mai y yo quisimos hacer un homenaje a la parte dulce de la locura. AL final la cosa se ha quedado en que ella es locura y yo soy dulce, pero realmente esto viene del momento en que decidimos tirar para delante con el negocio. Cuando montamos la tienda estábamos en plena crisis y en medio de todo nos arriesgamos y cumplimos un sueño que aún hoy es real”. Vamos, una auténtica locura pero muy, muy dulce”.
Por la tienda siguen esperando clientas, algunas escuchan la entrevista en silencio y otras se mueven por los diferentes percheros esperando ser atendidas. Me atrevo a comentarles que esta es la última pregunta que le haré antes de dejarla continuar con su trabajo y así es. No puedo marcharme del establecimiento sin pedirle a alguien que lleva dos décadas viviendo y masticando el Casco Antiguo, me haga una retrospectiva de cómo era y como es en la actualidad y coincide en gran medida con el planteamiento sencillo y clarividente de su pareja, Maisaki. Ellas lo tienen claro. “Los cascos antiguos de cada ciudad tienen su propio ADN y su propia personalidad y son el alma de cada ciudad. Lo que falta es que sigan apostando por nosotros para que la gente venga a comprar a nuestros comercios. Si el público deja de acudir a ellos, todo muere y el corazón de Badajoz quedará desierto”.