“Últimamente venimos notando que tenemos un cliente joven que se está mudando a vivir al Casco Antiguo. Gente que está reformando su vivienda y se queda a vivir aquí. Es una buena noticia para nosotros y huele a futuro. Por supuesto, aunque esto nos ilusiona, sabemos que las cosas están difíciles y más después de la pandemia. Por primera vez hemos recibido unas ayudas de la administración pública, que pienso que ha valorado positivamente nuestro esfuerzo: estamos tres trabajadores, un jefe y una buena infraestructura y mantenemos empleo”.
Hoy la cosa va de envidia, pero de la sana. Mientras camino hacia un lugar que conozco bien, voy haciendo un flashback, como en el cine. En mi cine particular me imagino de nuevo en el cole, sentada en mi pupitre verde, con mi libro en Braille, todo blanco, sin un solo dibujo y mi pequeño blog de notas con teclado también en Braille, como una pequeña calculadora, un poco más grande, quizá, sobre mi mesa. Ni más ni menos. Sin embargo, admiro , una vez más, los libros de texto de mis compañeros. Sus lápices de colores, sus estuches con diferentes departamentos, las gomas de borrar con su olor tan característico, los sacapuntas en forma de objetos divertidos, las libretas de cuadrículas, los rotuladores que al plasmarse en el papel sí que puedo percibir mejor lo que hacen con ellos y lo vuelvo a pensar. Qué maravilla. Cómo me gusta y me llama la atención todo ese material de papelería que nunca me ha resultado útil, desafortunadamente. Que grande la hazaña de tomar un libro entre las manos, situado en un estante de una librería, abrirlo y leerlo. Así, sin más. O tomarte un café de buena mañana y mientras, pedir el periódico del día y perderte en sus páginas acompañada solamente, por el olor a prensa, a papel nuevo y tinta aún sin secar del todo. Esto último lo vivo como espectadora muchas veces en el Barrio Alto, mientras busco o espero a mis invitados de las crónicas y me encanta pensar que algún día yo también pudiera hacerlo. Eso me pasa, en esas estoy cuando retomo, también como en el cine, mi realidad para darme cuenta de que ya estoy casi en la puerta de la antigua librería Diocesana; hoy, la librería Padre Rafael. Precisamente, me regresa al presente el olor a libro nuevo que desprende el local, incluso unos metros antes de llegar a la puerta. Es muy temprano, pero su responsable, Antonio Morato, un hombre serio, educado y con una voz grandilocuente, me recibe con un “buenos días, Susana y discúlpame por haberte hecho esperar”.
Abre la puerta de la librería en la que a esas horas de la mañana, todavía no entran clientes y en unos segundos, me veo en una estancia repleta de libros y me siento como una “ratita de biblioteca” que paradójicamente y aunque desearía con todas las fuerzas de la curiosidad abrir, leer y admirar todas aquellas obras, resulta que no puede. Antonio se me antoja como una persona metódica, trabajadora y exigente, con él mismo, el primero. A veces, no hace falta el aspecto físico, sino que, con solo escuchar hablar unos minutos y analizando la forma en que te tratan, ya te das cuenta o vaticinas muchos rasgos del carácter. De hecho, se muestra impaciente por hablar de su negocio que es casi su vida. Eso, se nota al hacerse el particular autorretrato que, como siempre, es lo primero que le pido. “Soy un empleado de esta librería en la que llevo más de treinta años. Lo que más recalco en todo este tiempo es el factor humano que agradecemos y que aportan nuestros clientes, tanto de Badajoz, como de todos los pueblos de la zona. Nosotros también tratamos de hacer nuestro trabajo lo mejor posible con cualquiera que nos visita. Tenemos mucho trato con las parroquias y los catequistas de toda la provincia. Atendemos hasta al pueblo más pequeño y a veces, solo con los envíos que nos piden, , casi llegas a perder dinero, pero no nos importa porque al final, lo que te va a quedar es la satisfacción moral del buen servicio prestado y la relación con la gente. En cuanto a mi persona, pues llevo aquí desde los años noventa y provengo de un sector totalmente distinto a este; del sector agrícola. Mi hermano y yo poseemos unas tierras y me encanta que siga siendo compatible una y otra actividad. Mefascina la lectura y luego, disfrutar de nuestra maravillosa dehesa”.
Quiero remontarme a los comienzos de la Diocesana, una librería del Casco Antiguo de toda la vida y que Antonio Morato, haga un poco de memoria conmigo.
“Esta librería lleva más de cuarenta años en servicio y sus comienzos fueron principalmente relacionados con las obras religiosas. Ahora también trabajamos material de papelería y por supuesto, el libro de texto que es más complicado de lo que la gente se imagina y requiere un gran esfuerzo. Se tienen que sacar campañas y que resulten efectivas porque aquí no hay subvenciones de ningún lado”.
Un montón de años en el Casco. Me paro a reflexionar con Antonio sobre qué tipo de clientela tiene ahora la tienda y si difiere algo con la de hace años y me llevo una alegría. “Últimamente venimos notando que tenemos un cliente joven que se está mudando a vivir al centro. Gente que está reformando su vivienda y se queda y reside aquí. Es una buena noticia para nosotros y huele a futuro. Por supuesto, aunque esto nos ilusiona, sabemos que las cosas están difíciles y más después de la pandemia. Por primera vez hemos recibido unas ayudas de la administración pública, que pienso que ha valorado positivamente nuestro esfuerzo: estamos tres trabajadores, un jefe y una buena infraestructura y mantenemos empleo. Pero llega un día que te tienes que ir y cerrar tu puerta y es muy duro. Nunca nos había sucedido esto de parar en seco. Pero ahora como dicen en los libros de autoestima de los que tenemos por aquí, siempre hay que buscar una luz en la oscuridad”.
Precisamente, aunque un libro no parezca en primer término, un artículo de eminente necesidad, me gustaría saber si, debido a la pandemia, ha subido la venta de estos libros de autoestima de lo s que habla Antonio. “Pues sí. La verdad que lo estamos notando y de hecho, aquí están en primera línea. Todo libro de autoestima viene bien y ahora más porque te explica ese mensaje optimista de ir a encontrar lo bueno de la vida”.
Antes de irme me gustaría llevarme un libro de este tipo. Le pido recomendación al experto. “Hay un libro de Alfonso López Fando, titulad “Despierta el don que hay en ti”. Lo recomiendo porque está muy bien de precio y está haciendo mucho bien”.
Ya me marcho, con mi libro bajo el brazo, pero antes, quiero que Antonio Morato me cuente qué espera para un futuro próximo en el Casco y sus alrededores. “Pues ahora nos encontramos un poco desmotivados por los últimos bajones que ha sufrido la calle Menacho y que nosotros notamos irremediablemente. Esperemos que cambien las cosas porque la trayectoria de la vida es larga, que se valore lo que está pasando y se ponga solución. El centro es el sitio de compartir, de las relaciones sociales y eso la administración debe analizarlo y que traigan marcas buenas al centro y pueda compensarse la situación”.