“Cada Punto de Vista” – Lorenzo Blanco

“Si admiramos el entorno donde estamos, aquí mismo en la Plaza de España, junto al Ayuntamiento, la Catedral, los naranjos, ya se  intuyen las matemáticas”.

“Mirar la Ciudad con Ojos Matemáticos, un Itinerario Matemático por Badajoz”, es el último libro escrito por Lorenzo Blanco y con él se presenta bajo el brazo, frente a las escaleras del Ayuntamiento, más puntual que yo, a su cita con “Cada Punto de Vista”. Esta vez voy con un pelín de retraso y aunque ya se lo he comentado previamente, camino rápida a sabiendas de que se trata de un recorrido que conozco bien y por fortuna, se me presenta sin dificultades añadidas del tipo obstáculos extraños. Solo se trata de llegar hasta la Plaza de España y mi invitado y yo nos encontramos sin problemas.

Todo el camino he venido dándole vueltas al mérito que tienen y lo que admiro a las personas que entienden e incluso a las que adoran a las temibles mates. Me pregunto cuál será la relación y los puntos en común o de qué manera habrá mezclado Lorenzo Blanco, las matemáticas con el Casco Antiguo pero me doy cuenta de que realmente, existen infinitas posibilidades y de que, tonta de mí, las matemáticas están en todos lados. Recuerdo la figura de Don Juan, mi querido profe de séptimo de EGB que, tras su mesa del despacho al que me mandó llamar, me confesó tan alto y tan grande como yo lo veía entonces, y tan hueso y duro como se decía que era, que sentía miedo y no sabía cómo iba a ingeniárselas para darle clases de matemáticas a una niña ciega. Aún me impacta aquella escena. Aquella sinceridad tremenda y ninguno de los dos sabíamos todo lo bueno que nos esperó después y cuánto aprendimos el uno del otro. Esta anécdota se la relato, precisamente a Lorenzo Blanco, mientras tomamos asiento en una de las terrazas de la Plaza y las campanas de la Catedral con su tintineo, una tras otra, parece que me estuvieran reprochando que las matemáticas, no solo existen e importan, sino que como yo misma me dije hace unos instantes, están en todos lados. Frente a mí, con su libro entre las manos, un hombre templado, de alma inquieta y mente abierta. al que sin más, le pido su autorretrato al tiempo que pulso el Rec y vaticino una interesante e intensa conversación sobre mucho más que números.

“Nací aquí en Badajoz hace ya sesenta y siete años y me he dedicado a la enseñanza de las matemáticas, básicamente en la Universidad. Además he participado en la vida social y política, tanto en la ciudad, como en la región. Mis inquietudes, sobre todo por mejorar la calidad en la enseñanza  siempre han sido un eje fundamental en mi vida”. Pero me paro y concreto con Lorenzo en su verdadera pasión que no reside en la enseñanza general, sino en la enseñanza particular de las matemáticas. Reconoce conmigo que ésta es una de las asignaturas más temidas y sufre de muchas manías por parte de los estudiantes. “Este es uno de los acicates que precisamente he tenido en mi vida profesional al intentar plantear que resulta posible otra educación en matemáticas y otras actividades en la escuela para que los ciudadanos entiendan que son útiles en su vida, no solo para entender la realidad, sino para tomar importantes decisiones que pueden influir en nuestra vida. Además, las matemáticas tienen una particularidad: las tratas o no las tratas, pero van a estar presentes en todas las facetas de tu vida. Si las tratas y eres capaz de dominarlas, podrás tener una información eficaz, pero si no las tratas, no tienes esa información y  otros decidirán por ti en muchas cuestiones”.

En la mesa, 2 tazas de café, 1 sobre de azúcar, 3 platos, 2 servilletas, 4 monedas y un libro. El libro de Lorenzo Blanco que aún no sé de que forma, pero lo quiero saber, habla en las mismas páginas del Casco Antiguo y de matemáticas. Total, que después del recuento que hago entre bromas para empezar a empatizar de una vez y pensar en las mates, le propongo que se ponga manos a la obra y nos hable, como dijo aquel, de “su libro”.

El autor no se lo piensa y de la manera en la que lo explica, no solo me resulta fácil de comprender y de relacionar, sino además, bonito. “Si admiramos el entorno donde estamos, aquí mismo en la Plaza de España,junto al Ayuntamiento, la Catedral, los naranjos, ya se  intuyen las matemáticas”. Yo todavía algo incrédula, escucho atenta y comienzo a ponerme en el lugar de aquellos alumnos a los que Blanco enseñó y poco a poco, con lo que me cuenta a continuación, empiezo a sentir que no son tan fieras las mates como las pintan y que hubiera disfrutado, sin duda en las clases de Lorenzo. “Uno mira el edificio del consistorio, por ejemplo, que es el que estoy mirando yo ahora y ve figuras geométricas, ve simetrías y proporcionalidades. Ves una esfera, poliedros de diferentes tipos, un prisma allí en la torre.  Pero además, aquí a nuestro lado estás viendo una serie de naranjos: 18 concretamente, que los conté una vez. ¿Cuál sería la producción de naranjas?, ¿cuántas naranjas da cada uno de los árboles?. Todas esas reflexiones están reflejadas en el libro.  Por ejemplo yo pregunto si tendría alguna utilidad el número de naranjas que se producen aquí en la Plaza de España. Y otras cuestiones que tienen que ver, en este caso con la Educación para la Ciudadanía. Ahí cerca, en alrededor de la Catedral hay una serie de maceteros con plantas que de vez en cuando la gente se los lleva y que el Ayuntamiento tiene que reponer. Bueno, pues en el libro aparece un problema que pregunta ¿cuánto cuesta uno de esos maceteros?, ¿cuánto cuesta cada planta y la tierra de dentro?. Es decir, ¿qué dinero supone al Ayuntamiento y a los ciudadanos esa acción?. Eso también es un problema de matemáticas que nos hace pensar que si algún ciudadano incívico  supiera cuánto supone el coste de reponer estas macetas, tal vez no se las llevaría”.

Hablamos de ciudadanos y se nos vienen a la cabeza aquellos que lo tienen más complicado a la hora de transitar por el Barrio Alto, como es mi propio caso y Lorenzo Blanco me nuestra que, evidentemente, la accesibilidad no se queda fuera y también se aborda en su libro. “En el libro se plantean situaciones que tienen que ver con escaleras, con rampas en el Casco Antiguo. Hay que tener en cuenta que todos los documentos legales sobre esta cuestión se interpretan en términos matemáticos y esta coyuntura podría aprovecharse para proponer  actividades en la Educación para la Ciudadanía y así ver que las matemáticas están presentes en diferentes facetas”. Me está convenciendo por segundos y casi podría decir que hasta me gustan ya las matemáticas. Pero, bromas a parte, este libro como le comento a Lorenzo Blanco, con estos planteamientos tan interesantes, se me presenta como un libro “servicio”, como un ejemplar más que útil con el que deberían contar muchos docentes. Quiero que me cuente por qué lo escribe. “Lo que se refleja en el libro, es lo que yo hacía con mis alumnos hace mucho tiempo. De hecho aparece una fotografía de una actividad que llevamos a cabo en el año ochenta y cuatro, ósea que fíjate si es antiguo. Yo daba clase en la Facultad de Educación y periódicamente, los sacaba a estudiar las matemáticas a la Plaza Alta, San Andrés, la Plaza de España, la Alcazaba, etc. Siempre tuve en mente recopilar esta información y editarla en un libro”.

Imagino entonces, todo lo que Lorenzo Blanco me va narrando con tanta pasión mezclada con una nostalgia que me chiva su voz y voy construyendo en mi cabeza una escena en la que se le ve haciendo como de guía turístico y matemático a un grupo de chavales que no solo están aprendiendo a medir y distinguir cuerpos geométricos, sino nada más y nada menos que la historia de Badajoz,  ambas cosas a la vez y sin Google ni mucho menos conexión a Internet. “En muchas  de las visitas que teníamos al centro de la ciudad me encontraba con la desagradable sorpresa de que algunos de los estudiantes que llevaban aquí uno o dos años, incluso nacidos en Badajoz, no conocían el Museo Arqueológico Provincial, por ejemplo. Por eso, se realizó un trabajo titulado “Itinerario Matemático en el Museo Provincial” en el que emitíamos una mirada diferente a determinados aspectos como los mosaicos, las figuras árabes, las estelas de los guerreros o las columnas visigóticas. Eso ayudó a más de uno, no solo a descubrir las matemáticas, sino que en Badajoz había un museo muy importante”.

Lorenzo Blanco, no solo lo cuenta y describe sus figuras geométricas, no solo mira con sus ojos matemáticos el Barrio Alto, sino que además reside en él. Cuando sus hijos accedieron a la universidad cumplieron un sueño que habían pensado desde siempre: mudarse a vivir al Casco Antiguo y disfrutar de él y de sus gentes. “Pues sí, nosotros éramos, como se dice aquí en Badajoz, de los de Santa Marina de toda la vida pero deseábamos vivir aquí desde siempre porque mi mujer nació aquí, nos gusta el barrio, creemos que se vive más tranquilo, surgió la posibilidad en un momento determinado de tener una casa mucho mejor y más amplia que un piso y todo nos trajo aquí. Vinimos con la idea de vivir en el corazón de la ciudad que siempre es un placer. Si nos retrotraemos en la historia,  Es cierto que existió una recuperación grande a mediados de los noventa pero luego se instaló un parón y ahora mismo, el Barrio Alto  necesita de un impulso importante por parte sobre todo, de la administración local, ya que estamos viendo que no acabamos de recuperar lo que casi ya teníamos. Concretamente, la  zona del Campillo se encuentra muy degradada y necesitaría intervención urgente, además de la zona del centro como la propia calle San Juan que por culpa de los bares de copas ha perdido población. Digo esto porque donde se abren bares de copas, la gente acaba dejando de residir.  No digo que dejen de existir , por supuesto que sí, pero cumpliendo las normativas legales.  En el Casco Antiguo hay dos conceptos: una  cosa es la rehabilitación del entorno, que tiene que ver con los que residimos aquí, compramos en los comercios y damos vida al barrio y y otra cosa es la revitalización, que tiene que ver con el ocio, bares de copas, los Palomos o los Carnavales y demás actividades puntuales. Pero lo que tira para adelante del barrio son sus residentes y que se cumplan una serie de condiciones para que vivir aquí no resulte un suplicio. Existen normas absurdas como algo que me ha pasado a mi hace poco. Yo tenía intención de poner paneles solares en mi vivienda pero hay una ley que no permite colocarlos. Entiendo que no se deban ver para no alterar el entorno, pero lo de que no se puedan instalar me parece totalmente irrisorio en los tiempos en los que vivimos”.

Antes de poner punto y final a nuestra intensa charla sobre matemáticas y demás y en las que Lorenzo Blanco ha conseguido que las quiera un poquito y todo, desea expresar un deseo y me pide que no apague aún el rec. “Susana, me encantaría que nuestra próxima entrevista pudiéramos hacerla en las instalaciones de la nueva sede de la Fundación CB”. Deseo que suscribo, le comento entre risas y esperanzas puestas en que ojalá sea real pero él apostilla su conclusión: “es que siempre pasa lo mismo, cuando se plantea un proyecto interesante y que podría cambiar en gran medida la historia del Casco Antiguo y su futuro, aparecen inconvenientes absurdos e ilógicos”.

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