“Cada Punto de Vista” – Laura García Lara, propietaria del Carmen Gastrobar Gin Club

Alguno vendrá con el morbo de saber qué pasa. «Oye, yo creía que si una lesbiana te ponía un café, te volvía gay y no me ha pasao na».

En esta ocasión conozco muy bien el lugar al que voy. Además, sólo se trata de atravesar la Plaza de España que, como siempre, se convierte en mi particular “zona cero”, mi punto de partida y el origen desde el que comienzo a caminar en busca de “Cada punto de Vista”. El Carmen es un sitio que frecuento desde que llegué a vivir a Badajoz, incluso lo conocí como el Café Victoria, pero cuando más trato empecé a tener con quienes me atendían, fue ya en esta nueva etapa. Por eso y porque se le antoja a la casualidad que a esas horas no haya sillas, obras y barreras en general de por medio, no me cuesta nada llegar sin dificultades añadidas hasta la misma puerta. La única pega, la de siempre que hay grandes contrastes de luces y oscuridad:  son las 12 del mediodía de un viernes soleado, sin embargo paso en un segundo a una zona demasiado oscura y ahí sí que pierdo, por unos instantes, la vista totalmente. La buena noticia es que esta entrada la he repetido multitud de veces y la conozco palmo a palmo. Sin embargo,  si me sucede en una estancia que no he visitado, , normalmente me paro en seco ante la extrañeza de los que me acompañan y no conocen demasiado mi modo de ver. No se lo explican, claro, normal…hace un segundo venía por la calle como si viese la hierva crecer, incluso sin agarrarme del brazo de nadie, poco pizpireta venía yo, vamos… y de repente, me vuelvo dubitativa y torpe y busco una mano, una pared o una puerta que me sirva de referencia porque, sobre todo, si no he visitado antes el lugar, temo que haya escaleras y “¡plof, susanazo”Y ya si llevo tacones, , el miedo no es miedo, se convierte en pánico y ni me lo pienso,  me quedo pegada al suelo cual estatua del reino de Frozen alcanzada por los poderes de Elsa y hasta que alguien no me toca y me descongela, no me muevo. La cuestión, como he explicado y explicaré  todavía cientos de veces, no es “ver o no ver”. La cosa es bastante más compleja y entre el blanco y el negro, existen muchas tonalidades de grises como dice el refrán que aquí, en este caso, además resulta más que descriptivo. Pero como pasa siempre que visito El Carmen, ahí, detrás de la barra o pululando por las mesas del local, está Laura quien, advertida de que llegaría en unos minutos, dice nada más verme entrar “Susana, cariño, enseguida estoy contigo”.

Y así es porque en unos minutos, me guía hasta una  mesa con sofás, un tanto apartada del ruido y la música que hay en la barra, situada cerca de uno de los grandes ventanales del local. Ambas nos sentamos frente por frente y sobre el tapete, , dos Cocacolas y muchos puntos de vista por abordar con alguien como ella. Esa es mi primera reflexión mientras nos acomodamos y Laura me remite a la metáfora de que ocupan una esquina grande e importante desde la que se ve casi todo: nada más y nada menos que San Juan con la Soledad. Perfecto, ya tenemos situado el Carmen, por si hubiera algún despistado que no lo localizase. Pero quien lo regenta, se presenta como “una muchachita de  Pueblo Nuevo del Guadiana, con espíritu joven aunque 46 años y que hace ocho, aterricé aquí en Badajoz un 5 de diciembre de 2012 para hacer un sueño realidad”. Reconoce que la hostelería fue su pasión desde pequeña y casi no podía creerse lo que le estaba sucediendo. “Llegamos al Café Victoria y era todo tan alucinante… porque claro veíamos el local, tan bonito, tan imponente, que recordaba y recuerda a tiempos antiguos con estas columnas y estos techos tan altos. Era un sueño, una ilusión y un proyecto que ahora es real”.

Real y versátil, apostillo, porque no es fácil estar en todo. Quiero saber cuál es el secreto, si es que lo hay, de que lo mismo ofrezcan desayunos, más tarde sepan preparar el local para cañas y aperitivos, luego comidas, meriendas por la tarde, cenas después y para terminar se transformen en pub y todo eso consiguiendo diferentes ambientes seguidos y perfectamente engarzados. Laura lo tiene claro: desde que comenzamos con Carmen la idea fue esa:  ofrecer en un mismo espacio, distintos servicios. Yo quería dar desayunos, que te pudieras tomar una caña y luego un mojito. Recuerdo incluso que los proveedores me decían que este concepto de gastrobar aquí en Badajoz no se estilaba y al que lo ha intentado, no le ha funcionado”. Pero para Laura, querer significa poder y asegura rotunda que “las de pueblos chicos, es que tenemos mucho ahínco y mucha fuerza y cuando creemos en un proyecto, si hay constancia que es lo principal y la clave del éxito, , al final lo conseguimos”.

Así, se marchó el Café Victoria y llegó el Carmen con cambios físicos en el local y nuevos conceptos que le otorgaron otra imagen. “Tenemos clientes que vienen a desayunar normalmente en diario y nos elijen por las noches los fines de semana. Están dentro del mismo espacio pero parece que se encuentran en otro sitio. Al mismo tiempo ves grupos tomándose un gin Tonic con unas gominolas y otra mesa donde están comiendo un Risotto Trufado con unas copas de vino”.

Laura reconoce que fue una apuesta arriesgada en un lugar situado en pleno Casco Antiguo. En este caso un negocio que funciona, frente a muchos otros que desafortunadamente y después de pelearlo mucho, han tenido que desistir y se han marchado. Una vez más, como hago siempre, abro la caja de pandora y busco la reflexión y las razones de mi entrevistada sobre el Barrio Alto y sus intríngulis. En este caso, Laura trabaja pero también reside aquí porque asegura que este es su sitio. “A mi el Casco Antiguo me apasiona, me encanta. Yo vivo en la Plaza de la Soledad y para mi es el lugar más diverso y variopinto que te puedas imaginar. Yo tuve negocio en la Plaza de los Alféreces, fíjate, la que llaman la Plaza de los Pijos, donde viví una experiencia maravillosa que duró dos años, pero sinceramente, me quedo con esto. Me quedo con mi Casco Antiguo y su forma de ver la vida. Ese espíritu de vecindad que hace que todos seamos uno. ME quedo con mi clientela de aquí, con gente que ya conoces y sabes si el café le gusta con sacarina y el mojito con poca azúcar. Eres y te sientes como una referencia dentro de tu barrio”. Y volviendo a esos negocios que deciden cerrar, Laura asegura que respeta todas las decisiones y que cada cual llegue hasta donde pueda o quiera, pero se reitera en lo importante que es no rendirse en esta maravillosa batalla. “Yo creo que, aunque cada uno conozca su circunstancia, hay empresarios, autónomos que quizá tiran la  toalla demasiado pronto y no son constantes. El Casco Antiguo, a través de sus asociaciones está haciendo un gran esfuerzo para tirar hacia adelante y que la gente se venga a vivir aquí y tiene que incluir todos los sectores para funcionar, siempre desde el respeto, la tolerancia y una  convivencia sana”.

Precisamente de eso quiero que hablemos ahora, de la tolerancia, la convivencia y la defensa de la inclusión real para todos los colectivos que, tal vez sin ser demasiado conscientes de ello, o sí, no lo sé muy bien, representan lugares como el Carmen o el Silencio entre otros que, sobre todo en determinadas ocasiones, se convierten en puntos de encuentro de reclamo y reivindicación para los colectivos LGTBI. Si hacemos memoria, por ejemplo cada año durante la celebración de “Los Palomos” que es cuando se realza más, , pero no solo en esos días, sino que, por la propia idiosincrasia y las circunstancias que les rodean, se trata de locales que apuestan abiertamente por la integración social y así lo hacen ver a la ciudadanía en general y a la clientela en particular. Laura está completamente de acuerdo conmigo y se refiere al bar que regenta, como un auténtico punto de referencia “desde el minuto uno”. ”. “La gente te ve y lo sabe. Aunque la condición sexual de cada persona sea lo de menos y forme parte  de su privacidad pero por otro lado, es una forma como de arroparte, de sentirte identificada. Yo siempre he dicho que el respeto hacia cualquier persona es fundamental. Por desgracia hay sectores más intransigentes, pero si tu tratas al cliente con amabilidad independientemente de tu condición sexual y de la suya, debe haber una reciprocidad”. No es cuestión de ocultarlo ni de ir haciendo apología, refiere Laura para quien, aunque se trata de naturalizarlo, “la visibilidad es muy importante porque, por desgracia todavía hay países donde está tipificado con la pena de muerte. Yo aún tengo que decir soy lesbiana, ¿y qué?. Yo quiero pensar que la gente, cuando viene a mi casa, es porque se siente  agusto, porque se les atiende bien, es un sitio fresquito, grande cómodo…”.

La pregunta ahora llega sola porque me gustaría poner en evidencia si, alguna vez, han sentido rechazo o burla por parte de algún cliente. “La palabra no sería rechazo, sino más bien querer hacer la gracia y esa gracia, te aseguro que le ha salido bien cara porque si han buscado ofender, no lo han conseguido. Es como si a ti, Susana, te dicen que eres ciega, pues resulta una evidencia, ¿no?. Si te dicen que qué ciego llevas, ya le aclaras tú que eso no es de mojitos…”. Reímos las dos ante lo que me parece una verdad como un templo y que, además hay que tratar con esta filosofía, indudablemente y no con la otra, la de la inseguridad y la de los “complejos”, como dice Laura, “esas mochilas que lleva la gente porque no se acepta a sí misma y claro, es más fácil criticar aquello que no te afecta. Pero tengo que decirte que, por regla general no es así, aunque alguno vendrá con el morbo de saber qué pasa y se irá concienciao. Oye, pues fíjate, me han puesto el café y no me ha pasao na. Y yo creía que si una lesbiana me ponía un café me volvía gay y no me ha pasao na, voy a ir mañana, a ver si con el descafeinao me pasa algo”. Además, es que en el Carmen también resulta que son inclusivos culturalmente y ese detalle tampoco quiero que se me escape y mucho menos ahora, cuando la pandemia y las medidas que se han tomado por parte de muchos gobiernos e instituciones, que no todos, la han castigado sobremanera. El Carmen siempre ha sido sala de exposiciones y Laura lo traduce en una sola palabra: “GENEROSIDAD”.  “Nosotros lo tuvimos claro desde nuestra apertura. Tenemos seis magníficos escaparates para ser aprovechados y queremos aparecer desde siempre como  símbolo y emblema de esta zona. Además, ¿quién no conocía los antiguos Almacenes San Juan y el Café Victoria?. Pues ahora este es el legado  y nosotros recogemos el testigo exponiendo aquí cada mes: pintura, escultura, artesanía, fotografía, de todo. Hemos tenido exposiciones maravillosas y desde aquí lo digo, que cualquiera que tenga algo que mostrar, se ponga en contacto con nosotros porque, además, yo no cobro un duro por ello. Todo lo que vendas, es para ti”. Laura asegura que se conforma con que le pongan los escaparates bonitos y con la alegría de saberse generosa y de poder ayudar a los artistas de este modo. Recuerda, por ejemplo una exposición muy curiosa de María José Neón o la que se ve en estos días, de la fotógrafa Luz Fuentes que, según explica Laura, quedó prendada del local cuando lo vio. Un local en el que, como dice su propietaria, “caben  todos y además, el arte de cada uno”.

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