“Cada Punto de Vista” – Joaquín López Blanco, trabajador en la farmacia de la calle San Juan

«Fíjate, Susana una farmacia que lleva aquí desde el año 1872 en la que nunca habíamos vivido nada parecido. Existe una especie de clientela fiel, de aquí del casco antiguo de toda la vida. Sólo cuando hay más barullo sí que viene gente de paso. Ahora estamos atendiendo tanto a ciudadanos de aquí como a otros fieles que incluso vienen a vernos, visitarnos y preocuparse por nosotros».

La verdad es que, esta semana, esperaba encontrarme las calles más desiertas y vacías. Tal vez el sol tímido que asoma tras las nubes y me acaricia la cara y la temperatura que es un poco más alta que estos días atrás, animen a la gente a salir a la calle aunque solo sea a caminar. Se me ocurre que a esta hora, los ciudadanos se trasladan de un lugar a otro desde sus centros de trabajo o también van a comprar algún artículo de primera necesidad. Precisamente me dirijo a la farmacia de la calle San Juan. La farmacia de toda la vida como le llaman muchos aquí en Badajoz. Me encuentro en la puerta esperando indecisa sin saber si entrar o no. La pandemia ha traído situaciones de ventaja y desventaja a las personas con baja visión. Por ejemplo ahora, bueno mejor dicho cuando abran los restaurantes y cafeterías, lo tenemos muy fácil a la hora de leer la carta. Antes, nos daban la carta en papel y a nosotros, como no podemos leerlo, no nos servía de mucho. Ahora, si contamos con un móvil adaptado, solo tenemos que buscar el código QR que hay en cada mesa y listo, la carta accesible y somos totalmente independientes para ver menú y precio si así lo deseamos.
Sin embargo, para que los aforos en los lugares a los que debemos entrar, puedan cumplirse, aparecen carteles situados en las puertas que nosotros no podemos ver. Ahora mismo, debo preguntar a alguien en la calle porque normalmente, en las puertas de farmacias y de otros establecimientos que aún permanecen abiertos, se puede leer: “Aforo máximo, cinco personas”, por ejemplo. Escucho entonces que hay más personas en la farmacia que están siendo despachadas en ese momento y decido esperar. Al final Joaquín López, me llama desde la puerta y me dice que puedo pasar, le explico la situación y como le pasa a mucha gente, entonces es cuando caen en el problema con el que nos encontramos quienes no podemos leer ese tipo de carteles.

Nada más entrar en el pequeño pero acogedor local, al menos como yo me lo imagino, ya que sé que dentro hay una sala contigua, me reciben los tres trabajadores y uno de ellos, Joaquín, sale del mostrador para recibirme y convertirse así en el protagonista de un punto de vista muy especial y pandémico todavía. Estamos en un barrio alto silencioso, atípico pero en el que se repiten muchas escenas.

Un hombre mayor charla con los otros dependientes y por lo que oigo, ratifico la relación de confianza y proximidad que existe y ha existido siempre entre los farmacéuticos de confianza y las personas mayores que, además en los tiempos que corren tienen mucha cautela y mucho miedo.

Nos situamos de pie guardando la dichosa y prudente distancia de seguridad. Puedo distinguir la bata blanca y la mascarilla blanca también que los hacen parecer médicos.
Estoy ya con Joaquín que me comenta que lleva 38 años trabajando en esta emblemática farmacia de Badajoz pero que sin embargo, situación como esta nunca la ha vivido “Es una cosa deprimente que estamos llevando muy mal. Sobre todo por la gente cuando vienen aquí como ya ves. Nosotros debemos estar al pie del cañón”.

Quiero saber cómo se le antoja el escenario de una plaza de España siempre tan concurrida y ahora tan silenciosa. «Fíjate, Susana una farmacia que lleva aquí desde el año 1872 en la que nunca habíamos vivido nada parecido. Existe una especie de clientela fiel, de aquí del casco antiguo de toda la vida. Sólo cuando hay más barullo sí que viene gente de paso. Ahora estamos atendiendo tanto a ciudadanos de aquí como a otros fieles que incluso vienen a vernos, visitarnos y preocuparse por nosotros».

Me inquieta saber si la gente, sobre todo las personas mayores, acuden con miedo y dudas en estos tiempos y como ellos tratan de atajar la situación con paciencia. “ A la gente mayor, aquí no se le ve con demasiado miedo. Miran y preguntan antes de entrar y vienen con su tarjeta sanitaria y todos sus documentos. Nos preguntan dudas sobre los test, sobre cuál es el más fiable y sobre donde deben acudir. Muchas de las cosas nosotros ni siquiera las sabemos pero intentamos ayudarles en todo lo que nos es posible”.
Joaquín López blanco, al que no le hemos pedido su autorretrato como es tradicional al principio, nos comenta en cuanto a su historia personal, que es de Badajoz nació en Santa Marina y lleva trabajando casi 40 años en esta farmacia del corazón de su ciudad. “ A partir de la calle San Juan hacia arriba, reflexionando sobre la situación del barrio digo que la evolución es muy, muy lenta.

Tengo entendido que la Fundación Caja Badajoz pronto se vendrá para acá y construirá un nuevo edificio. Sin duda alguna, esto dinamizará enormemente nuestro barrio”.
Otro nuevo cliente entra, da los buenos días y Joaquín mira hacia la puerta.

Recuerda el bullicio de las terrazas de alrededor pegadas justo a este local que son y serán en un futuro, la eterna melodía y reconoce que lo echa de menos. “ en este barrio, Susana la gente es verdad que se mueve como por oleadas. A veces vienen más y en otros días menos. Pero en estas terrazas que tenemos aquí al lado si es cierto que se montaba mucha aglomeración y para la situación actual, no es bueno.

Si es entendible porque aquí se está muy agusto”. El goteo de la gente en la farmacia es continuo.

Me da bastante apuro seguir interrumpiendo el trabajo de Joaquín, pero no me puedo marchar sin preguntarle por su particular intrahistoria.

El casco antiguo de antes, y el de ahora.

Esto reflexiona Joaquín: “Hace años, por el corazón de la ciudad se paseaba y transitaba mucha gente de raza gitana y también muchas personas venidas de Portugal.

En general, había mucho movimiento. Recuerdo Al principio corredores de ganado y mucho trasiego de todo tipo de gente. Ahora parece un barrio chino, realmente el casco antiguo. Antes existía otra dinámica. No me quedo ni con lo de antes ni tampoco con lo de ahora. Me quedaría, si pudiera con lo mejor de cada época”.
Hablando de épocas y para terminar, quiero quedarme con una visión de futuro de Joaquín que por supuesto, coincide con la de todos, en estos días: «que este bicho se vaya. Que se acabe.

Que lo matemos.

Que nuestro barrio vuelva a disfrutar y a reír como antes.

Que la gente llene sus calles y que volvamos a ser felices”.

Un comentario Agrega el tuyo

  1. J.C.S dice:

    Bonito artículo sobre la histórica farmacia ; el boticario D..Quini ,es lo que se llama un buen hombre que desde siempre ha utilizado la profesión para ayudar y curar haciendo de ella más hoby que un trabajoquién debido a su cordial y particular forma se atender a clientes y visitantes ;estos últimos parecen encontrar en la histórica farmacia mas un lugar de ocio y tertulia ,que un centro donde adquirir el remedio para alguna sanación.Por algo será…¡¡ . Larga vida con o sin medicinas para D.Quini y sus compañeros que bien completan un equipo de primera división….

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