“Cada Punto de Vista” – Fernando Valdés, arqueólogo

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“No podemos creer en un Casco Antiguo ficticio y convertirlo en el de Sevilla, Toledo o Córdoba. Cada uno tiene sus peculiaridades y no podemos acudir a esos excesos de amor. Las administraciones han prescindido de Badajoz. Se han hecho inversiones pero descoordinadas y sin un fin común”.

Estamos en feria y pese a los recordatorios que, de varias maneras, llaman al orden a la ciudadanía para que se acuerde de que aún no ha terminado la pandemia, ni mucho menos, el ambiente desenfadado y con ganas de fiesta se nota porque escucho más movimiento de gente de lo habitual a esta hora en un día de diario, como es hoy. Voy camino de la Plaza de la Soledad y mirando al suelo con mucho cuidado y paso lento ya que, entre las sombras triangulares que proyectan los toldos fijos que hay en algunas calles y las tiras de plástico multicolor que se han puesto por ferias, a mí, el suelo se me transforma en un puzle de luces y sombras que podría confundir perfectamente con obstáculos que estuvieran por medio y llevármelos por delante. Tengo un truco que puedo aplicar gracias a que padezco baja visión y me queda un pequeño resto que me ayuda, porque si fuera ciega total, no funcionaría; se trata de seguir a alguien que camine delante de ti en esos momentos de apuro y que, de manera improvisada se convierta en guía, sin ni siquiera saberlo. Lo he hecho y lo hago muchas veces. Cuando voy sola por una calle con estas dificultades y alguien se pone delante, por ejemplo, al salir de una tienda o de un portal, me digo a mi misma: “Susana, estás salvada” y le doy las gracias en mi interior aunque a veces me dan ganas de pararle y pese a que no nos conozcamos, explicarle que hoy, así sin quererlo, ha hecho su buena obra del día, pero por ahora nunca lo he hecho. Tengo que empezar a hacerlo. A la gente le encanta ser útil y lo tienen que saber.

En frente de mi,  ya se abre la plaza del Porrina y busco a mi izquierda en las mesas de un velador, a Fernando Valdés con quien he hablado previamente por teléfono y le he advertido que debe ser él quien me llame la atención cuando me vea. Paseo dos o tres veces cerca de los veladores y me supongo que estará allí sentado pero no se ha dado cuenta de mi presencia así es que aplico otro de mis trucos:  saco el móvil, marco su número y a unos pocos metros oigo un teléfono sonar, cosa que me ha pasado ya otras veces. El truco funciona, nos encontramos por fin y tras el saludo, tomo asiento con él para comenzar nuestra charla.

Valdés, además de arqueólogo sobre todas las cosas, como él mismo se define, es Catedrático y actualmente imparte clases de Arqueología Islámica en la Universidad Autónoma de Madrid. Pero los siguientes datos sobre su persona, le toca facilitarlos a él mismo en el ya tradicional autorretrato que, en este caso se hace esperar porque antes de poder darle al Rec hemos de tener paciencia con  que el estrepitoso sonido de las campanas nos dé permiso para empezar. “Soy un  arqueólogo que terminé la carrera y pasé un tiempo trabajando en el Ministerio. Tras realizar el Servicio Militar, me invitan a venir a excavar en la Alcazaba de Badajoz. Las últimas autoridades militares del franquismo querían que se comenzasen los trabajos en esta zona y yo dije que sí. Había un comisario de Excavaciones Arqueológicas que  fue quien me lo propuso y recién licenciado llegué aquí un uno de Noviembre del setenta y cinco. Hasta entonces, aunque tenía experiencia en trabajar con el Instituto Arqueológico Alemán, nunca había dirigido ninguna excavación. Así, los trabajos comenzaron un año después y a partir de ese momento tomé contacto con Badajoz, primero profesionalmente y luego de forma afectiva. Soy un enamorado de la ciudad pese a que en Badajoz es muy difícil ser de Badajoz, siempre eres de fuera, te guste o no. Pero bueno, cada lugar tiene sus singularidades y aquí he pasado temporadas, a veces más cortas y otras más largas, dependiendo de mi actividad docente en Madrid”.

Fernando Valdés reside cuando está en Badajoz justo a nuestra espalda, en la mismísima Plaza de la Soledad. “La adquisición de esta vivienda ha sido muy posterior, hacia el año dos mil, concretamente. Me compré un pequeño apartamento pero residía siempre antes en el Colegio Mayor Hernán Cortés o el Hospital Militar pero, llegado cierto momento, me planteé comprar una vivienda porque me resultaba más rentable y además, porque me encantó Badajoz”.

Quiero saber cómo era aquél Barrio Alto de cuando llegó a Badajoz y Fernando lo define así: “era parcialmente maldito. A mi me decían que cómo era capaz de subir solo hasta la Plaza Alta y jamás me pasó nada. He subido a todas las horas, del día y de la noche y tengo que decir que he caminado hasta con los bolsillos llenos de dinero de cuando cobraba alguna subvención de la Diputación, por ejemplo y nada. No digo que no hayan sucedido incidentes, pero ninguno a mí. He llegado a tener doscientas cincuenta mil pesetas conmigo en esas calles. En cualquier caso, es cierto que hoy por hoy, los ciudadanos reconocen su barrio antiguo como el corazón de una ciudad que, además ha cambiado y se ha expandido mucho. Ahora es un sitio apreciado por la gente y tanto lo aprecian que se están pasando de frenada y se están proponiendo cosas excesivas para el Casco Antiguo. Con buena voluntad, eso sí, pero no podemos convertir el Barrio Alto de Badajoz en un parque temático”.

Quiero que siga en esa línea y escuchar toda la contundencia de ese testimonio y así se lo pido a Valdés, que concrete y que se explique. “No podemos creer en un Casco Antiguo ficticio y convertirlo en el de Sevilla, Toledo o Córdoba. Cada uno tiene sus peculiaridades y no podemos acudir a esos excesos de amor. Las administraciones han prescindido de Badajoz. Se han hecho inversiones pero descoordinadas y sin un fin común.  De repente ha sonado una obsesión que es el turismo; como si todo dependiese del turismo y se han hecho planes descoordinados empezando a relucir esa obsesión nacional por que funcione el turismo que solo supone un diecisiete por ciento del Producto Interior Bruto. Además, razones políticas a la Junta, Badajoz, le creaba muchos problemas por ser la única ciudad de Extremadura que funciona como ciudad. El Gobierno Autonómico nunca ha sido capad de tener una presencia significativa en el movimiento vecinal de Badajoz. Por su parte, el Ayuntamiento, a veces sí se ha implicado en el Casco Antiguo con inversiones en determinadas épocas, pero en otras ocasiones ha privatizado la gestión del patrimonio histórico. En cuanto al Consorcio, pienso que parece que hay interés en estar ahí por parte de las administraciones. Pero si se hace, ¿para qué va a servir?. ¿Para convertirlo en una institución mendicante que solamente es capad de pedir dinero y no generar recursos?. ¿Para que otra vez dependamos de las administraciones y tengamos más funcionarios?. Si solo va a convertirse en una cantera para contratar gente y para  que un determinado número de personas sigan controlando el futuro del Casco Antiguo como sucede ahora, pues para eso supondrá un paso hacia atrás”.

Dejando a un lado el Consorcio, me intereso por saber cómo ve el futuro, en general de nuestro Barrio Alto y qué soluciones ofrecería para mejoras, tanto en lo personal como desde su visión como arqueólogo. “El Casco Antiguo de Badajoz es lo que es. Las intenciones tienen que ir acompañadas de inteligencia porque si no, no sirven para nada. Badajoz fue una ciudad que jugó un papel concreto en la historia y resulta que se convierte en un centro administrativo de carácter local y además, es un centro militar muy importante frente a la frontera de Portugal en donde no hubo grandes inversiones, puesto que cada cierto número de años podía haber una guerra y destrozarlo todo. SU seña de identidad, desde la Edad Media han sido y son las murallas y no hay que inventarse cosas. Existen calles en las que, con una especie de escenografía, se retratan como si fuesen cosas típicas de la ciudad, en una esquina, con cuatro macetas, una fuente,  etc. Eso es todo un decorado. No se puede vaciar el barrio de su población tradicional y convertirlo en un parque temático y se debe conservar la sociología de siempre. La población de aquí, tiene el gran mérito de haber mantenido el Casco Antiguo porque sin ellos no hubiese habido nada. Y en cuanto al Campillo tengo que decir que se trata de una especulación pura y dura, promovida por una empresa municipal y lo demás son tonterías. Yo formé parte de una plataforma que se opuso a que se hiciese lo que se tenía pensado hacer. Querían solucionar los problemas de arqueología con unos simples sondeos y fin. Sin embargo, el Campillo tiene un potencial arqueológico grande y pienso que el ciudadano debería ver lo que allí hubo en algún momento. Sin embargo, lo van a convertir en chalets para que la gente los compre y diga eso de “vivo en el Casco Antiguo porque está de moda””.

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