Andrés Fernández Llera, párroco de la Concepción y San Andrés: “los pueblos te hacen sacerdote y el Casco Antiguo es mi pueblo.
En esta ocasión, la tercera que visito ya el Barrio alto en busca de más “Puntos de Vista”, he quedado con alguien que me asegura vivir “muy cerca de Jesucristo y verlo reflejado en las caras y las acciones de muchas personas”. Se trata del Padre Andrés Fernández Llera, párroco de la Iglesia de la Concepción y San Andrés y Responsable del Centro Social de Fundación CB, situado en la calle San Juan.
No lo conozco personalmente, ni tampoco él a mi, por lo que en este caso, invento una nueva estrategia para poder encontrarnos sin dificultad. Si me mostrasen una foto suya, no me serviría de nada porque no distingo facciones en ellas, sólo creo averiguar manchas donde, supongo se encuentran los ojos, la nariz y la boca de la gente. Pero no diferenciaría ni reconocería la cara de nadie. Por tanto, y pensando en que Don Andrés tampoco me conoce a mí, fijamos una hora para buscarnos, como hago siempre, en el entorno controlado de la Plaza de España y le explico previamente mi dificultad de visión que enseguida deja de ser tal, cuando le comento que le llamaré al móvil para tratar de localizarnos. “Creo que ya te estoy viendo, Susana”, me asegura con una voz cálida y empática que se me antoja preludio de un rato agradable en su compañía.
Enseguida me encuentro situada junto a Don Andrés, ante el número 35 de la calle San Juan. Se para y comenta: “aquí es. Esta es la casa que Fundación CB nos tiene cedida hace ya más de 26 años y que se gestiona desde la parroquia de la Concepción”. Además, explica el sacerdote, “la parte de arriba la tenemos transformada en aulas donde contamos con todo lo necesario para el funcionamiento escolar de los usuarios que son personas en riesgo de exclusión social”. También contamos con una clase dotada de ordenadores, un servicio de orientación y psicología y una cocina donde se enseña a muchas mujeres árabes a cocinar platos típicos de aquí, por ejemplo, para ayudarlas a encontrar una salida laboral en el sector de la hostelería”. Don Andrés quiere contarme mil cosas, se lo noto… todavía permanecemos ambos depié ante la puerta de la casa. Nuestra conversación fluye y fluye y, casi sin darme cuenta, don Andrés abre una puerta ante mí y pasamos a un lugar que, afortunadamente cuenta con una rampa a la entrada. “Estamos ahora en una de las puertas que da a la iglesia, en el claustro que nos dejó la época de la Desamortización de Mendizábal, que da acceso a las viviendas de las religiosas del Buen Pastor que colaboran muy estrechamente, con toda la acción social y caritativa de nuestra parroquia”. Sin embargo, insisto en que me ha llamado la atención y sorprendido gratamente la existencia de la rampa que hay en la entrada: “fue hace quince años cuando se instaló porque me lo pedía gente que venía a las eucaristías y a celebraciones en silla de ruedas y no podían acceder. Así que busqué este medio, debido a que, en la puerta principal de la iglesia resultaba más tedioso y difícil hacer la obra”. En la estancia hay poca luz para mí que, además viniendo de la calle donde sí que hay mucha claridad, me cuesta aún más acostumbrar mi escasa vista y voy acariciando el suelo con los pies. Al arrasstrarlos me doy cuenta de otra nueva rampa de madera que da acceso a un pasillo ancho por el que los usuarios con sillas de ruedas, vaticino que circulan sin grandes problemas. Justo a la izquierda, la gran puerta del Perdón, me explica don Andrés, la amabilidad hecha persona, desde que he llegado a su encuentro
. Poco a poco llegamos por fin a una salita rectangular presidida por una enorme mesa con vestidura de tela y cristal sobre la misma y nos acomodamos en dos sillas. Huele a gel hidroalcohólico, a vetusto y a bondad, todo aquel ambiente en el que, comenzamos la entrevista enseguida.
De mi entrevistado tengo claro que es una persona conocida y muy querida en el Casco Antiguo. Me lo ha demostrado la ingente cantidad de saludos y sonrisas que ha recibido y ofrecido mientras caminábamos hasta llegar aquí. Presidente de las Cáritas de la Concepción y San Andrés y la cabeza visible del denominado Equipo Solidaridad que, como aclara, coordinan las religiosas del Buen Pastor, de manera ejemplar.
Don Andrés Fernández Llera, nació en Hinojosa del Valle. A los 12 años llegó al seminario de Badajoz donde estudió y seguidamente comenzó a servir a la parroquia de Burguillos del Cerro, Palomas o Puebla de la Reina. “En este último estuve nueve años y alcancé mi madurez y sobre todo, me hicieron sacerdote. Yo siempre digo que los pueblos te hacen sacerdote”, asegura con contundencia. Tras permanecer un año estudiando y reciclándose en Teología, en la universidad Pontificia de Salamanca, vuelve a su Extremadura natal y a sus queridos pueblos. En este caso, permanece en la pequeña localidad de Reina casi ocho años, sirviendo y colaborando activamente en una parroquia que describe como “muy movida, donde había mucha gente y se solicitaban muchos servicios religiosos de formación y demás, por lo que también disfruté y aprendí mucho”.
Pero de pronto llega un momento en que el Obispo propone a Don Andrés venir aquí, “a la parroquia de la Concepción y me aseguraba que era una parroquia con sus dificultades y una problemática concreta. Vine y nada, me encontré con un equipo de Cáritas muy comprometido y trabajador que trataba de ayudar a la gente de un entorno en el que había más comunidades de etnia gitana que en la actualidad, ya que debido a la riada, se produce, como sabes un realojo a otros lugares”. En definitiva, asegura que arrancó a lomos de un equipo de trabajo admirable que le fue introduciendo en estas calles del Barrio Alto, en las que hoy en día se encuentra totalmente integrado. “Recuerdo que comencé enseguida a visitar a la gente. Familias encantadoras tanto payas como gitanas y, por desgracia, todas con algo en común: su situación de exclusión y marginación social”.
En 21 años que lleva en el Casco Antiguo, el Padre Andrés, asegura sentirse “como en casa” y yo doy fe de ello por como le tratan y es tratado en esas horas que compartimos. Por tanto, reflexiono con él sobre si se siente así verdaderamente realizado, tanto como persona como en su faceta de sacerdote. Lo veo feliz y rodeado de personas de las que también se aprende al ayudarlas. Andrés me lo certifica asegurando que “se aprende mucha humanidad y empatía y se percibe cómo esas personas te están representando el Misterio mismo de Cristo. Se identifican con él. Con Cristo pobre, Cristo sufriente y paciente, porque muchos de ellos son muy pacientes”.
Pero concretando más sobre la labor que desempeñan desde Cáritas y el Equipo Solidaridad, no olvido que tengo delante a un espectador de primera fila que conoce bien la evolución de muchas de las personas que van y vienen por allí. Tras la pandemia, el confinamiento y la situación que aún hoy se vive, me cuenta que se está apostando por el asistencialismo. “Se trata de dar respuesta a las necesidades más urgentes que tienen, como la comida, el agua o el alquiler, entre otras cosas como pagos de luz, asuntos que deben afrontarse continuamente”. Todo o casi todo el tiempo lo han ocupado en estos asuntos aunque, Don Andrés deja claro que “en nuestro pensar y en nuestro sentir que es la razón de este proyecto, está la promoción. Ayudarlos a encontrar una nueva forma de vida para que puedan acceder a un puesto de trabajo en el mercado laboral”. Para ello, diversifican una serie de talleres con el fin de posibilitar que “ellos den el gran salto”.
El Equipo Solidaridad nace para atender la formación de personas y su alfabetización. “Necesidades de lectoescritura, habilidades sociales y en definitiva, conseguir que, por ejemplo, hace años, tuviesen el Graduado Escolar que se pedía para casi cualquier puesto de trabajo”. Otros proyectos que se llevan a cabo desde hace años, son “el Proyecto Auto, que pretende facilitarles el camino para la obtención del Carnet de Conducir o el Proyecto Bayeta, que se ocupa de la formación integral doméstica, de cómo llevar una casa, para optar a un puesto de, por ejemplo, empleada de hogar”.
En resumen, me relata con orgullo y una gran sonrisa en el rostro que se oye más que se ve, tras la obligatoriedad de la mascarilla, me cuenta que “estas acciones son muy golosas y hemos conseguido que muchas mujeres cambien de vida gracias a ellas. Además, quiero resaltar la gran labor de las religiosas del Buen Pastor que se compaginan con nosotros, actúan dentro de Cáritas y yo les digo que son el ALMA de la parroquia”. Este grupo de mujeres seglares coordinan actualmente un taller industrial de costura en el que participa mucha gente, “aprenden a coser e incluso hay quienes han salido y se han montado su propio negocio o se han empleado en alguno”.
Pero el secreto del éxito también reside, según reflexionamos, en orientar a cada cual de manera individual y ayudarle a encontrar su propio camino. Don Andrés lo tiene claro y es algo que llevan haciendo desde el principio: trabajamos de manera coordinada y a quien tiene unas actitudes para una cosa, pues la introducimos en ello y a aquellos personas que presentan necesidades más urgentes o demuestran otras capacidades, pues las orientamos en otra dirección”. El caso, pues, es que todo el mundo se sienta útil y sepa que puede aportar algo. Hablando de esta filosofía, le comento que la autoestima de muchas de estas personas estará por los suelos, cuando llegan hasta ellos y él me lo confirma. “Son muchos los que llegan con su autoestima rota y aquí se sienten acogidos, atendidos, valorados y escuchados. No se trata de preguntarles qué necesitas y dárselo. Aquí en Cáritas se dialoga con ellos y sus familias, se buscan soluciones, se atiende a desahogos y se camina junto a ellos pero no se les dan los peces, sino la caña para que aprendan a pescar”.
Antes de despedirme de Don Andrés, me reitero en este espíritu de solidaridad, como el nombre del Equipo, que reina en tantos rincones del Barrio Alto y el sacerdote se retrotrae, una vez más, a sus amados pueblos pequeños que tanto le enseñaron: “Susana”, me apela, “te dije al principio cuales eran mis orígenes…pueblos pequeñitos, donde todo el mundo se ayuda y se conoce, donde también hay sus problemas pero prevalecen unas relaciones muy especiales. Pues bien, eso es lo que veo aquí. Estamos dentro de una gran ciudad, pero aquí se crea algo distinto. Este es el lugar de las relaciones entrañables y de cercanía. Un lugar especial”.
De manera quizás interesada tengo que constatar que Andrés es un amigo entrañable y un trabajador inagotable. De su labor pastoral , solo puedo constatar lo que he leído y por suerte visto un situs y me reafirma en mi Concepción de la vida Cristiana como yo la entiendo . Enhorabuena amigo siempre contigo..