“Cada Punto de Vista” – Ana González Delgado, Jefa de Prensa del Teatro López de Ayala y profesora en la Facultad de Documentación y Comunicación

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“Quienes venimos de fuera, traemos otra mirada y a mí lo que más me gusta del Casco Antiguo, sin duda, es la historia de sus casas. Entrar en ellas y empaparme de su pasado, su carácter, de cómo fueron construidas, de su sentido, su vida pasada, su recuerdo y su historia. No son todas iguales, cada una es única y diferente, así como las calles; las sorpresas que podemos encontrar en cada calle del Casco, esos detalles arquitectónicos son todo un lujo a nuestro alcance, que además, contribuyen a la propia idiosincrasia de un lugar maravilloso”.

Hoy tengo localizado perfectamente el lugar y también a la persona. Voy al López y charlaré con una amiga de esas que, además de ser eso, tu amiga, la admiras y la consideras una persona repleta de inquietudes y relacionada con dos de los ámbitos que más me apasionan en la vida: la comunicación y la cultura. Pero hay mucho de legítimo para que Ana pase también por este particular “punto de vista” desde el Barrio Alto, porque ella vive aquí desde que llegó a Badajoz  y trabaja tanto por la mañana en el teatro, como por la tarde en la facultad de la Alcazaba. Por tanto, puntos tenía y muchos para charlar conmigo.

En cuanto al teatro, para las personas con baja visión lo ideal es disfrutar de él en esas butacas de delante. En  esas,  a los que veis bien os duele el cuello a causa de mirar hacia arriba tanto rato. Esas, esas son las ideales para aquellos que, como yo, se niegan solo a escuchar y pretenden hacer todo lo posible para disfrutar de luces, formas, colores y movimientos que, al estar acompañados de sonidos,  en ocasiones se pueden llegar a descifrar: el vestido brillante de una bailarina, una gran pieza de la escena que contrasta con el fondo del decorado, etc, son cosas que sí podemos llegar a percibir y que nos hacen  disfrutar más plenamente del espectáculo. Resulta curioso porque aquí también se produce ese fenómeno en el que la gente piensa que una ve más de lo que ve. Estás fijándote en una lámpara que irradia luz desde escena y quien está sentado a tu lado te espeta de repente en modo susurro: “lo bien maquillada que va esa actriz, ¿verdad?”. Y tú le respondes: “ya me gustaría a mí ver desde aquí esos detalles, ojalá”.

Ana y yo, frente a frente,  subimos el telón imaginario de nuestra particular función y comienzo la entrevista reflexionando sobre lo que comentaba antes; ella vive y trabaja en el Casco. “Lo de vivir, sí que lo decidí yo, porque lo del trabajo, uno se puede tirar toda su vida buscándolo y el trabajo no te encuentra a ti, pero por fortuna se me dio esta maravillosa casualidad y tengo mis trabajos muy cerca de casa. Me vine a vivir a Badajoz hace treinta años y elegí esta zona porque siempre me gustó el Casco Antiguo y ese valor añadido de unas casas que tienen historia y carácter propio. Además para vivir aquí no hace falta coche y eso es una gran suerte porque esta es una zona muy caótica en cuanto al tráfico y aparcar resulta muy complicado. Me considero una privilegiada por tener mis trabajos tan cerca y en lugares tan emblemáticos como este coliseo del siglo XIX que es el Teatro López de Ayala o una facultad instalada en lo que fue un antiguo hospital militar”.

Pero antes de continuar hablando del Barrio Alto y de otros aspectos profesionales, tengo que pedirle a Ana que se haga la foto sonora. Ese autorretrato en el que se describa y como ya es tradición, le formulo la primera pregunta. ¿Quién es Ana González Delgado?. “Soy una emeritense que está más cerca de los sesenta que de los cincuenta y cuyos derroteros profesionales me han llevado a trabajar en la comunicación relacionada con la cultura, en el gabinete de prensa del teatro López de Ayala. Periodista de vocación, mis inicios y todas mis prácticas las hice en medios de comunicación: pasé por la Cadena Ser, por el Periódico Extremadura y también por el diario Hoy. Toda mi formación ha girado en torno al periodismo y más tarde, me he especializado en comunicación, es decir, en  jugar más bien un papel de intermediaria entre la institución cultural para la que ttrabajo y los medios. Cuando estuve en el diario Hoy, realicé un máster de periodismo, de la Universidad del País Vasco y el periódico El Correo que me ofreció una formación muy interesante. Después llegó la etapa del teatro,  me picó el gusanillo de volver al mundo académico y regresé a la facultad en donde me había licenciado. Hice los cursos de doctorado y me enganché a las clases. Un tiempo después, finalicé mi tesis doctoral sobre la exhibición cinematográfica en Badajoz que también tiene una parte relacionada con el López de Ayala, ya que fue la primera sala de exhibición allá por el siglo XIX. Por tanto, todo esto me lleva a continuar trabajando en esas líneas de investigación en la Universidad.  Ahora, es cierto que últimamente mis derroteros de investigación me unen  más a la ética y la deontología profesional, tan necesario hoy en día por culpa de las noticias falsas y los bulos que hacen que haya que reforzar mucho los diferentes contenidos. Es importante no dejar de formarse ya que, cuando uno trabaja en comunicación, tiene que ser así. AL tener que gestionar las redes sociales del teatro y como eso no me lo enseñaron en la facultad, precisé realizar un máster de Community Manager para saber manejar de forma eficaz estas herramientas”.

Creo que el López de Ayala abraza al Casco Antiguo y viceversa y así lo reflexiono con Ana. Además, le pido que analice en esa intrahistoria particular como vecina del Barrio Alto y ciudadana que trabaja dentro de él, cómo pueden y han ido pudiendo afectar los cambios del teatro al casco y al revés, durante todos estos años en los que Ana lleva navegando por su particular ”Triángulo de las Bermudas”: teatro, facultad y su propio domicilio. “Cuando yo llegué a vivir al Casco, toda la zona de los alrededores de mi casa era considerada zona peligrosa. De hecho, yo recuerdo haber ido de visita a la Plaza Alta con amigos y cómo la Policía Nacional nos advertía de que tuviésemos cuidado. Esto ahora ha cambiado radicalmente. Yo utilizo cada día las calles que suben a la Alcazaba y toda esa zona no es peligrosa, sino todo lo contrario y se ha asistido a una evolución exponencial en todo ese territorio. Me preguntaban en aquellos años por qué me iba a vivir allí y lo tenía claro; porque  me encantaba el Casco, porque estaba en  pleno centro de la ciudad  y porque encontré una casa maravillosa que he reformado a mi gusto. Es una opción absolutamente personal. Por otro lado, en lo que se refiere a la evolución del teatro, tiene más que ver con la política  de la ciudad y la gestión cultural llevada a cabo por la Junta de Extremadura. Cuando yo llego a Badajoz, el López de Ayala se encuentra en una situación ruinosa. Yo comencé a trabajar en el teatro justo un año después de su reapertura precisamente como periodista cubriendo los primeros conciertos que se ofrecían  y poco tiempo después se crea el Consorcio”.

El Consorcio, que supuso el verdadero trampolín para que el telón del López de Ayala se mantuviese arriba. “Pues sí. Se reunieron la Junta, el Ayuntamiento, la Diputación y la antigua Caja Badajoz y todos unieron sus fuerzas para que este buque navegase hacia buen puerto”.

Quiero saber si el público del Barrio Alto viene al López o, en general qué tipo de gente suele visitar el teatro porque Ana me certifica que hay un público leal que ocupa asiduamente las butacas. “Nosotros decimos que hay un público que viene siempre y es muy fiel. Luego hay gente que apuesta por un determinado tipo de espectáculos. Por otro lado, llegan también de otras ciudades, incluso de Portugal porque tenemos una programación muy variada y eso hace que nos visite mucha gente diferente. Es un teatro accesible en todos los sentidos: no tiene barreras arquitectónicas y sus precios son adecuados y nada abusivos”.

El cierre de varias salas de espectáculos en el Casco Antiguo, también ha tenido consecuencias para el López, como analiza Ana González. “Nosotros, desde el López utilizábamos esas salas como extensiones de nuestra oferta. Nos servía para llevar espectáculos con otras características. Un monólogo, por ejemplo, de un cómico que reúne a cien personas, algún concierto más íntimo, piezas infantiles, etc. Eso ya no se puede hacer, claro”.

Antes de acabar, Ana quiere referirse a  una observación que tiene que ver con la forma en la que, los de fuera, miran el Barrio Alto, porque lo hacen con los ojos más abiertos, quizá. “Quienes venimos de fuera, traemos otra mirada y a mí lo que más me gusta del Casco Antiguo, sin duda, es la historia de sus casas. Entrar en ellas y empaparme de su pasado, su carácter, de cómo fueron construidas, de su sentido, su vida pasada, su recuerdo y su historia. No son todas iguales, cada una es única y diferente, así como las calles; las sorpresas que podemos encontrar en cada calle del Casco, esos detalles arquitectónicos son todo un lujo a nuestro alcance, que además, contribuyen a la propia idiosincrasia de un lugar maravilloso”.

 

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